“El amor no sabe de raza, sangre, clase o nacionalidad”.

Contar historias es una tradición que ha trascendido las culturas y los tiempos. Barriga Verde, es una que llegó a los oídos del escritor dominicano César Nicolás Penson, hace más de un siglo, y gracias a su talento literario, hoy podemos disfrutarla.

Se ambienta en el tiempo de la colonia, en Santo Domingo, y nos habla acerca de un niño español, de unos cinco años, quien había sido abandonado en las calles de la ciudad. Llevaba “una camisa hecha flecos, que dejaban ver sus venas azuladas verdeando sobre el blanco vientre, y vestía un chaleco viejo y raído verde”. Por esto los muchachos de la zona le llamaban: Barriga Verde.

Pero un día, “un pacífico habitante de la ciudad, hombre de color negro llamado taita Polanco, artesano que “moraba en el callejón de la Esperanza”, estaba trabajando en su taller, cuando su mujer entró y le contó angustiada acerca del niño. “Generoso y hospitalario”, dejó sus herramientas y se acercó a él. Con la ayuda de su compañera, lo llevó a su morada y “saciaron su hambre”, brindándole techo y cuidados. La criatura “parecía un botón de rosa y se veía inteligente”, pero nadie sabía “de dónde venía”. Al paso del tiempo, el niño comenzó a llamar “papá” a su benefactor. Su señora también se apegó a él.

“Protegido y protector” eran inseparables. El viejo taita Polanco puso al muchacho en la escuela, y andaba con él, “como temeroso de que le arrebatasen su prenda”. Pero un día, llegaron unos papeles a la ciudad, que reclamaban a un niño español desaparecido de la corte, y Barriga Verde tuvo que “ser restituido a su hogar y a su patria”, despidiéndose de sus padres postizos y “llorando a lágrima viva”.

Al paso de muchos años, taita Polanco fue invitado por un escribano a acompañarle a España, y el anciano se marchó, después de recibir el permiso de su discreta mujer. Luego de unos meses, nuestro protagonista se vio en el “bullicioso Madrid”. Un día en la calle, escuchó la voz de un joven que le llamaba “papá”. El desconocido le abrazó y preguntó: “Mi querido papá. ¿Qué ya no me conoce? ¡Soy barriga verde!” Taita Polanco, por un momento pensó que soñaba, pero era verdad, “su hijo” estaba frente a él.

Entonces supo que pertenecía a la nobleza, pero no solo a la de nombre, sino a la del corazón. Barriga Verde lo llevó a la presencia del rey, quien le otorgó títulos y regalos para él y su mujer, y le concedió el llevar una espada, asistir en Jueves Santo a la catedral y comulgar con el gobernador. Además, que la “Hermandad de San Juan” en su país pudiera llevar la cruz de Malta. Cuando regresó a su tierra, con estos honores, y “señor y todo, siguió viviendo en su misma casa, con su mismo oficio y en la misma forma”.

César Nicolás Penson logró plasmar a través de sus líneas esta historia, antigua y fresca, que fluye de principio a fin. En ella se refleja la colonia con sus elementos sociales, políticos y culturales, que todavía hoy pudiéramos observar. Pero, sobre todo, los valores de solidaridad, amor, generosidad, empatía, humildad e igualdad.  Es una prueba de que las Cosas Añejas, siempre que sean para bien, deben conservarse en las casas, en las escuelas y en la sociedad.