El movimiento de la negritud es un concepto francófono de mediados del siglo pasado, que en América Latina y el Caribe, tuvo sus antecedentes en la década de los años veinte en la poesía negroide, estimulado, principalmente, de entre otras estéticas, por el surrealismo europeo, junto a la novela de la tierra y el indigenismo. Tan francófona fue tal noción que las antiguas colonias inglesas en el Caribe, no recibieron el respaldo de sus vecinos, no solo de habla francesa, sino también española, a sus movimientos de independencia en los años sesenta y setenta. Más bien indiferencia recibieron como respuesta.

La negritud como ideología racial tuvo sus contrapartes en el Caribe hispanohablante en Cuba, con Nicolás Guillén, en Puerto Rico, con Luis Palés Matos, y en menor medida, en la República Dominicana, con Manuel del Cabral.

El poeta neibero, Julio Cuevas (1955), con antilenguaje, rebeldía y reinterpretación, se propone vengarse en clave poética y reparadora, contra la visión oficial despectiva, por lo tanto, excluyente, que prevalece sobre la figura mesiánica de Olivorio Mateo o Papá Liborio, en nuestra historia patria.

Magnífica, y en un intento arriesgado, eleva al llamado 'Cristo negro del Sur', a la misma estatura del redentor judío, en busca de un replanteo de nuestra identidad nacional, con base en el componente africano ancestral de la cultura dominicana: “Calienten los ritmos y los cueros de esos palos”, inicia Cuevas su poema en prosa. Y con una visión un tanto estereotípica sobre lo africano, canta, “Paleros!! muevan sobre el temporal sus cinturas. ¡-Cadencia-! -Calienten los ritmos y los cueros de esos palos ¡-Paleros! Que yo soy el que soy –el verbo hecho carne!” (I), trasposición y desplazamiento, estos, de idéntica frase, a los espacios de 'Salve cósmica'.

Como se sabe, semejante expresión –que atraviesa el poema junto con 'salves', 'palos' y 'paleros' (…), es dictada por el dios de los judíos a Moisés frente al faraón, como uso tradicional de su nombre propio, Yahvé, que el poeta neibero traduce al contexto cultural de la República Dominicana, en la persona del dios Olivorio, y del verbo hecho carne, en alusión a Jesús.  Es una frase que desborda el poema, de uso constante de los hounganes del vudú en sus sesiones espiritistas, práctica de la que 'Papá Liborio', también se servía en sus trabajos magicorrreligiosos, y que, por igual, es utilizada por otras deidades, como la de “Yo soy  Ogún Balenyó. . .” de los Orishas y demás.

El poeta se identifica con 'Papá Liborio' sin reservas, al grado de que con su voz poética lo interioriza, ceñido a la ideología de la negritud que lo respalda. Explora en sus versos el significado de la figura de 'Olivorio' y su ascendiente sobre los campesinos de San Juan de la Maguana, a finales de la primera década del siglo pasado, que es cuando comienza a tomar cuerpo su mito, inmediatamente después de una gran tormenta que se desató en los campos del referido lugar, hasta junio de 1922, cuando cae acribillado a balazos, junto a un hijo suyo por los marines invasores yanquis; y andando el tiempo, cuarenta años después, el poeta recrea su influjo magicorreligioso en 'Palma Sola' en 1962, a cargo de 'Los Mellizos'.

Como se puede advertir, Cuevas echa mano a materiales extraídos del sincretismo religioso disponible en su cultura del que da un salto al subvertir un elemento significativo para la doctrina católica y cristiana, como lo es el de la Trinidad en la cual coloca al padre de Olivorio en lugar del dios hebreo, y a mano derecha, a su madre, en lugar de Jesús, en una maniobra lingüística – y hasta de género– en que pone iniciales en minúsculas ahí donde van en mayúsculas, es decir, en vez de las personas del Padre y del Hijo, una espada de doble filo con la que arremete, pero con la que también es verdad que se puede defender; lo cual es una parodia del dogma católico del que el poeta debe estar consciente, lo mismo del riesgo que corre con su antilenguaje y de la apuesta retórica que echa en el entinglado del discurso histórico en torno a 'Papá Liborio': “Y dónde está mi padre?—allá en el cielo”, escribe el poeta–Olivorio [:] ¿Y dónde está mi madre? –a la diestra del señor –Olivorio [:] y todo esto es cierto? –síii!! mi señor, síii. (IV)

No es en balde que sea el fuerte cuestionamiento a la ideología católica uno de los buques insignia de Cuevas en su discurso poético. Resulta que la Iglesia, como parte de la oligarquía criolla que vio con buenos ojos la muerte de Olivorio en 1922, actitud que reeditó en diciembre de 1962 en un frente común con las élites comerciales y la jerarquía militar en la matanza de 'Palma Sola', lo lleva a rebelarse contra su ideología alienante y represiva. Es decir, la misma clase que recibió de buen grado la noticia del fusilamiento de 'Papá Liborio', es la misma que junto a otros de las altas instancias del poder en la República Dominicana, hizo vomitar fuego desde las alturas en 'Palma Sola' en la referida fecha.

Nuestro poeta, con versos herejes y paródicos del Jesús Mesías, no conforme con haber trastocado la creencia católica y cristiana de la Trinidad, también apunta a hacer lo propio con los salmos 22 y 27: 2-3 de la tradición judeocristiana, retrato del sufrimiento físico y espiritual de Cristo, conmovedor detalle de su pasión al máximo, ardiente sufrimiento, que, en su agenda étnico-cultural, el poeta neibero igualmente transfiere al dios Liborio. Y al destacar, conforme lo establece la leyenda, su supuesta calidad de taumaturgo, dice el poeta, “Denme un buche de romo Y verán al ciego viendo y al sordo escuchando y al paralítico y quejumbroso bailando”. (VI)

El poeta Cuevas hace suyo el canto popular “Liborio”, musicalizado por Luis Días, ajustado a una fórmula poética de nuestro romancero de los tiempos de la colonización española, esta vez ligeramente modificada en algunos de sus versos:

"Dicen que Liborio ha muerto!

Liborio no ha muerto na’! ¡Ay! ¡Ay!

Lo que pasa es que Liborio ¡Ay! ¡Ay!

No les come pendejá!

No come . . . no come. . . pendejá!"

Solito de Vargas, oriundo del Estero de Neiba, había utilizado antes, en el siglo XIX, como arquetipo del matón del Gobierno de los Seis Años de Báez que fue, una copla de ritmo similar, cuando para justificar la saña y barbarie con que perpetraba sus crímenes, canta: “Dicen que Solito es malo/ Solito no es malo ná/ Solito castiga al malo/ Y al bueno no le hace na’”.

Cuevas, con fuerza y vigor en la expresión, le imprime unidad y énfasis a su decir poético, mediante el uso de paralelismos y de estructuras periódicas y balanceadas a lo largo de Salve cósmica, un poema de patrones lingüísticos rítmicos y musicales: “¡Salve-! ¡-Salve! Denme salve ¡Paleros-! Que mi Maguana se prendió de la lluvia de amor del bendito fuego Que brota de esas tres cruces del paraíso del lenguaje de lo eterno. ¡-Denme salve-! ¡-Quiero salve-! ¡-Salve-! ¡-paleros-! Porque no hay estrellas. . . ni cirios que no iluminen. . . la primaveral esperanza de nuestro pueblo”. (II)

Desde una perspectiva marxista de la realidad, esto es, desde el plural y el nosotros, con resonancias del nosotros del Mir de “Contracanto a Walt Whitman”, en contraposición con el yo whitmaniano de Song of Myself (Canto a mí mismo) en el entendido de que el engranaje económico es el que mueve la historia, el poeta, al resistir la ideología capitalista del yo, reconstruye el mito alrededor del Liborio profeta, apóstol y mesías negro de San Juan, el que reza que había muerto, se había ausentado de sus tierras y reaparecido a los dos años, con ecos de la figura del Maestro judío que había desaparecido desde niño y que entró de nuevo al escenario público a los 30 años para consagrarse a su misión redentora. Y en una simbiosis con el dios Liborio, en la era del espacio cibernético, también desde su identidad neibera y regional sureña, el poeta canta:

“Yo. . . desde nosotros/ Soy el sur global/ La brújula de dios/ La marca donde nace la patria/ La huella del cielo/ El germen de la utopía y la esperanza/ Yo soy el Sur ¡Paleros!/ Soy Olivorio trueno/ Soy el que soy. . . /–El apóstol negro/ El imaginario/ soy [. . .] El plural olfateo/ [Soy] la última onda del ciberespacio/. (VI) . . . Música ¡Paleros!/ Desde la sierra . . ./Desde la Neiba de las mágicas Uvas/ ¡Paleros! Desde El Cercado de los embrujos. . . / O desde mi voz o desde mi San Juan de florecientes graneros/ O desde la pulpa piropeante y universal de mis mangos banilejos//. (V)

Y más adelante, en el último de los poemas, de diez que son, Cuevas se empeña en que el lector fije bien en su memoria, la inmortalidad de Liborio, por haber transcendido en el tiempo, sembrado en el corazón de su pueblo, cuarenta años después, como fuimos testigos en 'Palma Sola'. El poeta se encarga de que esta verdad no caiga en el olvido, cuando canta, “Ellos dicen que en 1922 me mataron/ ¡Qué ironía! Porque ahora es que estoy floreciendo/ Recuerda el 62 de Palma Sola/Con una iglesia encima de mi cuello/ ¡Barón-Barón!. . . no lo olvides /Siembra eso en tu memoria”//. (X)

Y en el mismo tono, nos dice Cuevas:

"[. . .] Liborio no se ha muerto/ Míralo ahí bailando. . ./ Míralo ahí rezando/  Míralo ahí vivito en el jolgorio!/ Míralo predicando. . ./ ¡Está vivo Liborio!/ En los latidos de la risa y el llanto/ Ahí está su leyenda y su imborrable crónica de polen/ de algarrobo y pachulí/ en los matorrales reviviendo en cada abrazo//". (VII)

Los palos vendrían a hacer las veces de metáfora de la historia de los hijos descendientes de África, brutalmente raptados en sus tierras para ser esclavizados en las plantaciones caribeñas, para decirlo con Bosch, fronteras imperiales de las potencias europeas de la época.  Del mismo modo, la salve es un legado de la tradición católica del colonizador como resultado de sus herramientas de sojuzgamiento espiritual a la variedad de etnias y culturas aborígenes que sometieron en su irrupción en el Nuevo Mundo, presa de las incipientes prácticas del capitalismo mundial, desmanteladas por Cuevas en su discurso poético en Salve cósmica.

El poeta ajusta cuentas a la herencia histórica y cultural del europeo, resiste su discurso, y más tarde, le reclama a la del estadounidense de la primera invasión militar en nuestras tierras, en un tono violento, agresivo, desafiante, con la fuerza del negro que se las ingenia para sacar su cuerpo debajo del látigo del negrero que lo azota, esta vez, desde los dominios de la palabra: “Yo soy el que soy –el profeta negro La misma muralla que detuvo la ira y su infernal veneno Encima del mangle aquella tarde tuerta del calendario Tiempo después de la espada y los arcabuces Cuando el gringo se cagó sobre los cantares de mi Biblia Y quiso cambiar mi acento y arrebató mis utopías y atropelló de mis mujeres su vientre de primavera y la borracha miel de sus besos. . . Y me obligó a oler su mierda”. (III)

En resumen, con su antilenguaje, rebeldía y reinterpretación de la historia patria en Salve cósmica, el poeta Julio Cuevas revisa y replantea el componente africano de nuestra cultura, escamoteado de la historia oficial. Y con su ideología racial y cultural en mente, vierte al lenguaje de la negritud la experiencia humana del africano esclavizado en las plantaciones del Caribe imperial, esta vez en la persona de Olivorio Mateo.  Recrea en el Cristo, apóstol y profeta negro de San Juan, parte de la historia de dicho esclavo como víctima del verdugo español que lo tiranizó en épocas de la Conquista, pasando por la de los taínos y sus deidades caribeñas, la del negro cimarrón, hasta llegar a la de "Papá Liborio", el “Duarte negro”, con quien Cuevas cierra su relectura del elemento de la identidad africana en el dominicano.  Reactualiza en su decir poético la palabra que ha heredado como un nuevo Calibán de estos tiempos, con su variante caliboun –un vocablo gitano que significa negro–, el cual impreca al Próspero de La tempestad shakesperiana ambientada en el Caribe. Resiste la figura del colonizador europeo en el legado cultural que le ha tocado por accidente de la historia, al colocarse del lado de la sufrida herencia africana que ha recibido en su espíritu, personificada en 'Olivorio Mateo'.