MADRID, España.- Para Ángeles Mastretta "La emoción de las cosas", su última novela, supone una especie de liberación, un "ajuste de cuentas" con su pasado que le sirvió para "poner en orden" su vida.
Aunque inicialmente no pensaba escribir una novela, en el transcurso de su creación los textos autobiográficos que la integran acabaron convirtiéndose en "una suerte de novela", según cuenta la mexicana en una entrevista con Efe en Madrid, en la que revela que comenzó su escritura hace tres años, cuando murió su madre.
"Escribirlo fue algo que me curó mucho", afirma Mastretta (Puebla, México, 1949), quien subraya que su elaboración, junto con el blog que escribe en el diario El País, le sirvió para tener "mucha actividad diaria" y para que gente de todo el mundo empezara "a estar cerca" de ella y a interesarse por "las tontadas" que ella quisiera decir.
En "La emoción de las cosas" (Seix Barral) Mastretta recupera destellos de vida desde tiempos de sus abuelos en torno a un gran secreto familiar: el silencio de su padre a su vuelta a México tras luchar en Italia durante la Segunda Guerra Mundial.
A través de 89 narraciones cortas, la escritora ensambla en una especie de diario su infancia, la vida de sus antepasados italianos, de sus abuelos, de sus padres y la suya propia con sus cuatro hermanos en su México natal.
"Decidí que en este libro solo cabían la familia y la literatura y con esa mirada armé la novela", asegura la autora de grandes éxitos literarios como "Arráncame la vida", "Mal de amores" o "Mujeres de ojos grandes", para quien "La emoción de las cosas" es, sobre todo, un libro "de las emociones, de la memoria, un camino" hacia su pasado.
En la novela, sus antepasados, sus padres y sus hermanos aparecen "espontáneamente", revelando el papel que cada uno ocupaba en su familia, aunque la escritora reconoce que "es muy difícil, casi imposible, hablar de los libros que uno escribe".
"Cuando uno habla de un libro que escribió lo reinventa, cuenta otro", afirma Mastretta, quien el próximo miércoles recibirá el Premio Pluma de Plata de los libreros de Euskadi (norte de España) y el 1 de junio firmará ejemplares de su obra en la Feria del Libro de Madrid.
En su opinión, "La emoción de las cosas" es "un libro de memorias, regido por la memoria", por lo que advierte "del peligro" de que los textos que escribe ahora sean, sin pretenderlo, una continuidad de este por su empeño actual en "darle vueltas a la vida".
"Creo que este libro no me dejó limpia de memoria, pero sí de la urgencia o la necesidad de contar cosas de mis papás y mi infancia", subraya la escritora mexicana, quien se muestra convencida de que en los libros de ficción "siempre está el escritor".
Ángeles Mastretta reconoce que antes la "enojaba" que le dijeran que hacía "literatura de mujeres", al considerar que no existe una literatura "deliberadamente escrita para mujeres", aunque precisa que lo que ha ido asumiendo con el tiempo es que escribe "desde el punto de vista de la mujer".
Aunque reconoce que no llegó a descubrir esa parte de la vida de su padre en Italia, silenciada por este, asegura que su última obra le ha servido para que le dejara "de importar; me dejó de afligir. Si alguien me lo quisiera contar estaría contenta de oirlo, pero ya no tengo esa deuda pendiente, me he quedado en paz con esa parte de mi pasado", dice.
"Si él -que murió cuando Mastretta contaba 19 años- no quiso contarnos de ese pasado, a mi qué me importa, por qué tengo yo que indagar en algo de lo que él nunca quiso hablar", se pregunta la escritora, quien asegura que cerró ese capítulo tras dar con una antigua novia de su padre en Italia que le contó las emociones vividas junto a su padre pero que tampoco quiso hablar de la guerra.
La mexicana habla del "cariño mutuo" que existe entre México y España y cree que "Mujeres de ojos grandes" tuvo tan buena acogida entre los españoles porque hablaba de mujeres "precisas" en pueblos pequeños, de "emociones muy certeras" con las que se vieron identificados los ciudadanos de este lado del Atlántico.
Mastretta asegura que no le cuesta "ningún trabajo" desnudar sus intimidades en sus obras, algo que justifica por su propensión a "platicar" y por concebir sus libros como "extensiones" de su vida y, sobre todo, de sus largas conversaciones diarias con los que la rodean.