Colaboración especial de Melody Valdez

Ángeles grises es un poemario donde recaen los recuerdos, subyace el lecho del desamor y la angustia. La desesperación y el querer sentir envuelven al sujeto lírico en un estado de duelo por ese amor que no pueden acariciar sus manos y esa persona que ya no está.

Está compuesto por veinte acertijos donde las palabras allí plasmadas quisieran recobrar vida y saltar a una realidad distinta a la que se quiere describir; consigo, también están los escritos a veinte Ángeles en los cuales se ve reflejada la tristeza y soledad que nos transmite la auora.

Es curioso observar la manera en la que ella añora a ese Ángel, ese, dueño de sus sufrimientos, que se ha marchado y la ha dejado con el corazón hecho trizas. Utiliza este ser espiritual, refiriéndose a esa persona que ha dejado su vida gris:

“Digamos que me marcho

y tropiezo con el sueño que nos unió

que abro los ojos y se deshacen en el polvo Digamos que me marcho

y no logro armar el rompecabezas de nuestras vidas que tomo la última copa del recuerdo

y que toco con mis lágrimas la puerta que no cerraste

Digamos que me marcho…” (página 13) “Antes que la hora ejecute nuestra partida quitaré los hilos que nos atan

saldré a la calle sin el disfraz de nuestras vidas agitaré el mediodía que juega a sorprendernos echaré cal para cubrir la falta de los dos compraré un sueño barrio abajo

con un yo en mi infancia que se niega a concluir” (página 28)

Yendo a un punto de vista más directo, citando del mismo poemario diría que, en estos versos se hace notable como la autora se aferra a ese “contigo”, es como si quisiera soltar y al mismo tiempo no dejar ir. La línea del amor y desamor que vive en estos escritos es delgada, pero muy perceptible. Ella vive en ese recuerdo, sin embargo, quiere poner fin a ese hilo que la ata al desvelo y a esa espina que no tuvo la oportunidad de sacar de su alma.

De manera general, en sus acertijos se destacan, llantos inconclusos y un amor de puntas al precipicio. Se ve la imagen de una mujer herida, golpeada por lo que se supone que debía hacerla florecer, “el amor”.

Ella da a notar desde el principio que en su ser solo abunda la tristeza y que se encuentra en una encrucijada donde sus sentimientos pesan más que su bienestar. Aferrada a esa memoria, vive noches tenebrosas envueltas en nubes grises. La melancolía la desviste y día tras día le hace el amor y la hace suya:

“No me digas que sólo tienes ángeles blancos o negros. Entonces únelos, señor, y dámelo gris, como yo”.

(página 37)

Cabe destacar que una persona gris es aquella que siente tristeza en su andar o que simplemente pasa por desapercibida. En este pequeño fragmento ella se define como alguien gris, destacando que en su vida hace falta esa ilusión, esas ganas de vivir, ese “Ángel”.

En esta parte del poemario es sorprendente como ella vincula lo espiritual con lo terrenal y juega con el pensar del lector mediante la forma en la que escribe. Puedes pensar que ella se refiere a una persona en carne propia, así también como a un espíritu y ahí es donde radica lo interesante de estos poemas:

“Alguien me espera, y tú me detienes. Miras el reloj envejeciendo tu rostro. Sabes que es hora, que una caricia más pondría en evidencia que no estás en el conteo de San Pedro, sabes que, si pasan lista, no tendrías justificación para él. Sostienes la noche aferrándote a mis latidos, no quieres partir y devoras como nunca un porqué que te obliga a renunciar a mí” … (página 41)

Sabemos que un Ángel es un ser espiritual, libre de pecado. Resultaría imposible siquiera imaginarse el emparejamiento de un humano con dicha divinidad, sin embargo, la autora en lo que escribe hace que esto sea posible y en estos versos se patentiza el lazo que une distintos mundos y es lo que hace su lírica acogedora y sin desperdicios.

Finalmente, puedo decir que el matiz y la esencia que Ysabel Florentino quiere transmitir en Ángeles grises no se pierde. Es un poemario profundo que te lleva más allá de lo que lees. A pesar de ser un tanto triste, no comprende ideas que divagan en el vacío.

La viveza de la llama de un dolor que golpeaba cada madrugada de aquella mujer, el vivir bajo el retrato de una sombra que había perdido su esplendor, mensajes que quedaban en un desierto, miradas que se entrecortaban en el aire, residuos de amor y un Ángel que simplemente soplaba los recuerdos, es todo lo que define este poemario titulado “Ángeles grises” de Ysabel Florentino.