Vanna Ianni, es una intelectual, filósofa y socióloga que ha dejado su impronta en el pensamiento dominicano, por su apego a la dimensión crítica y transformadora del pensamiento y su presencia en el espacio publico nacional. Ha sido profesora del Departamento de Filosofía y del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, desde mitad de los años setenta hasta finales de los ochenta. Posteriormente, profesora de Sociología económica en la Università degli studi di Napoli L’Orientale y de Metodología de las ciencias sociales en la Pontificia Università Gregoriana (Italia). Desde los años ochenta ha sido consultora de Naciones Unidas, de la Comisión europea, de Gobiernos nacionales, Asociaciones y ONG. En este rol, con mandato de la Comisión europea, ha suportado la sociedad civil de Guinea Ecuatorial en su aspiración a avanzar en los procesos de salida del autoritarismo.

La importancia reconocida al argumentar colectivo, a un espacio público abierto y plural, ha motivado su presencia en periódicos y revistas, sea italianos sea dominicanos, presencia caracterizada por una atención particular hacia los temas internacionales. En República Dominicana ha sido codirectora de dos suplementos culturales: Pantalla, periódico La Noticia, y Centauro, periódico El Sol.

Vanna Ianni

Hoy día, reside en Italia y sus intereses se dirigen principalmente hacia el estudio de la democracia, de la sociedad civil, de los procesos de descentralización, de desarrollo y cooperación al desarrollo. Autora de numerosos libros y ensayos en distintos idiomas, sus publicaciones más recientes incluyen los textos: Actores y conflictualidad social. República Dominicana años 80. Páginas inéditas (Universidad Autónoma de Santo Domingo 2015); (ed.), Lo sviluppo nel XXI secolo. Concezioni, processi, sfide (Carocci 2017). Algunos de sus ensayos pueden descargarse en:

https://unior.academia.edu/MariaVannaIanni

 

Andrés Merejo (A.M). : Me sitúo en la década de los ochenta cuando usted impartía docencia en la escuela de Filosofía, época en la cual unos cuantos  estudiantes de Filosofía llegamos a fundar el taller Carlos Mariátegui en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y estudiamos su libro de carácter filosófico y epistémico sobre Marxismo y no Marxismo”(1980), en el que salen a relucir toda una visión crítica y no dogmática de las obras de K. Marx, junto a otros textos de tradición marxista. En dicha obra hay una selección de textos: de matriz marxista como “Los manuscritos de economía y filosofía”; las “Tesis sobre Feuerbach”, de Marx y Engels, los “Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci” y el “Materialismo Dialectico y Hegel” de Lucio Colletti entre otros y de no marxista como “La Fenomenología del Espíritu” de Hegel, “La lógica de las ciencias sociales” de Popper y “Sobre la lógica de las ciencias sociales” de Adorno, y algunos más. El libro hoy quizás pueda ser visto como si fuese una recopilación de ideas para un debate, situado en el pasado, tras la ocurrencia del derrumbe de toda esa tradición escolástica del marxismo, pero en aquellos tiempos se interpretó y valoró como una crítica a la tradición paleomarxista, como usted siempre la clasificaba. ¿Cómo ve usted el pensamiento de Marx y la filosofía en esta era del cibermundo global? ¿Sigue haciendo una relectura de ese marxismo crítico, a la luz de estos tiempos cibernéticos?

Vanna Ianni (V.I):

Gracias Andrés, por recordar aquellos años ochenta, muchos más mucho más lejanos que el tiempo cronológico que nos separa de ellos. Una época hoy desaparecida. Voy a responder a tus preguntas empezando por el libro Marxismo y no marxismo cuyas apuestas eran más de una y que voy a recordar: – poner en evidencia las limitaciones de la práctica, en aquel entonces predominante en la UASD, de utilizar manuales como fuente casi única de estudio; – proponer una lectura no escolástica del pensamiento de Marx que escapara al simplismo del materialismo dialectico y, más en general, a las incrustaciones que encubrían la complejidad de los análisis marxianas; – cimentarse en una relectura de la historia de la filosofía  hecha a partir de la perspectiva trazada por el filósofo de Tréveris. El subtítulo del texto era explícito al respecto: Lecturas filosóficasde Marx a Platón. ¿Logré mi propósito? Creo que, en parte, si, lo logré. Quisiera al respecto rememorar que del texto hubo dos ediciones, la segunda, cuatro años más tarde que la primera, incluía también, por primera vez, significativamente, trozos del pensamiento de Mariátegui y de Nietzsche. ¿Podríamos considerarla una señal de una cierta influencia alcanzada por la antología? Me lo pregunto.

En el caso del Taller José Carlos Mariátegui, al contrario, el impacto fue más visible, por los menos por un corto periodo. El compromiso de un grupo de estudiantes, acompañados por mí y del cual tú fuiste parte, como bien recuerdas, todos muy motivados en la proyección de una visión de la filosofía como eje de transformación cultural, fue fuerte y admirable. Organizamos, como recordarás, no solo conferencias y encuentros sino, también, la publicación de un boletín, Materiales filosóficos, dirigido a abrir el país a las reflexiones más nuevas e interesantes que animaban el debate internacional. A veces nosotros mismos traducimos textos todavía no aparecidos en español. Recuerdo todavía hoy, con gran satisfacción, la traducción y reproducción del ensayo de Foucault sobre la revolución francesa, escrito precisamente en aquellos años. Fue un trabajo cultural difícil, sin recursos y contracorriente, dirigido a hacer salir la filosofía de las arenas móviles de un marxismo reducido a letanías estériles, recitación, catequesis. No lo olvidaré.

Vanna Ianni

En cuanto al pensamiento de Marx, otro tema acerca del cual preguntas, entiendo que en este siglo XXI, tan distinto del pasado, ha adquirido una valencia distinta. Se trata, cabe recordarlo, de un pensamiento complejo sobre el cual se han sedimentado estratificaciones múltiples y que ha sufrido distorsiones, además, por intereses políticos de diferentes tipos. Marx, filósofo, político, activista, historiador, economista, desplegó su reflexión según etapas que vieron prevalecer uno u otro de sus intereses y perspectivas de análisis. La sucesión de los eventos, además, como recuerda Branko Milanovic, ha influenciado la lectura de esta complejidad. El compromiso de Engels con la publicación de las obras inéditas de Marx y con la difusión de su conocimiento, la primera guerra mundial y la revolución bolchevique con la relevancia adquirida en lo sucesivo por los países del Sur, el capitalismo globalizado del siglo XXI, han marcado el ámbito y el carácter de las interpretaciones avanzadas. Marx ha llegado de este modo a adquirir, después de la segunda guerra mundial, una influencia política nunca lograda por ningún pensador, aunque caracterizada por el opacamiento y la distorsión de la lucidez y articulación de su pensamiento. Hoy, después de la implosión de los países de socialismo real y la trasformación radical de China que conserva del comunismo solo el autoritarismo de la llamada dictadura del proletariado, Marx, ya sin el aura del profeta o el carisma del político, se reafirma como un pensador de los más grandes pensadores de la historia de la filosofía y de las ciencias sociales. Se revela uno de los más consistentes analistas y críticos del capitalismo, del cual supo sacar a la luz sus contradicciones y tensiones, su inestabilidad, sus crisis, aunque muchas de sus tesis, como aquella de la homogenización creciente de los explotados, muestren hoy sus límites históricos.

Por último, me preguntas acerca de los focos de mi reflexión actual. En un mundo que cambia y se muestra imprevisible, te diré que trabajo principalmente sobre los temas de la democracia y del desarrollo, releídos ambos como ejes para tratar de esbozar el perfil de una sociedad mejor. Para entreverlo, modesta y cotidianamente, sin la pasión de la revolución soñada, más bien con dudas e incertidumbres recurrentes, la atención dirigida a reconocer sus posibles brotes en el presente y la imaginación tendida a esquivar la tentación de confundir la aspiración hacia una “sociedad mejor” con el más limitado compromiso a favor del “mejoramiento” de la sociedad actual.

A.M.:

En la década de los ochenta usted escribió el opúsculo “Masas y Revuelta” (1984), donde realizó un diagnóstico del “estallido popular” de los días 23,24, y 25 abril de ese año. Este acontecimiento histórico sobrevive en la memoria de la sociedad dominicana a pesar de la agudización de las obstrucciones democráticas y la “privatización del propio Estado”, tal como deja bien claro en su texto y cuando dice: “No es el exceso de democracia, como tampoco el instrumentalismo de una democracia–engaño, la coordenada política que demarca la crisis actual. Son las interrupciones. Los bloqueos y los detenimientos en el proceso de la democratización los que generan desagregación y particularismos sociales, multiplicando los intereses y las constelaciones”.  ¿Estas reflexiones de hace más de tres décadas, entra en el proceso de lo que he definido como transido en nuestra sociedad de hoy?   ¿Cómo valora las puntualidades de “La dominicanidad transida entre lo real y lo virtual” (2017)? ¿Algún horizonte posible que desbloquee y pueda expandir los espacios democráticos dominicanos?

Andrés Merejo

V.I.:

Los procesos dominicanos de democratización se caracterizan por su particular limitación y lentitud. Significativamente, los principales momentos de crisis de los últimos decenios (bloqueos del sistema electoral en 1978 y 1986) quedaron superados gracias a pactos protagonizadas por los líderes de los partidos que se contendían el poder: las otras fuerzas políticas y, en primer lugar, la sociedad, permanecieron al margen. Reconozco el rol positivo que pueden ejercer, en la democratización, los “pactos no democráticos” más o menos formalizados, rol que tiene en América Latina comprobaciones empíricas numerosas; pienso en los pactos que en aquellos mismos años ochenta suportaron la salida del autoritarismo en Uruguay, Chile y más tarde en Nicaragua y Salvador. Sin embargo, en el caso dominicano, los pactos presentaron sistemáticamente un carácter particularmente restringido, en el número de los actores implicados, en el tiempo y en la dimensión institucional. Los protagonistas fueron exclusivamente los hombres-cúpulas de los principales partidos. De su parte, desde los años setenta la sociedad dominicana presentó ciclos, diría, de movilización que nunca, sin embargo, llegaron a concretizar un movimiento social y, mucho menos, un movimiento popular. Un ejemplo de esto lo representa el ciclo 1984-1986. Faltó en aquel entonces la capacidad de trasformar la protesta en organización insertada en una visión distinta de orden social. En efecto las fuerzas políticas y sociales que planteaban a sí mismas como alternativa no tenían proyectos y propuestas de futuro lo suficientemente claros. Muy a mi pesar diría que es lo que está volviendo a ocurrir hoy, con Marcha Verde y sus acciones en las que la indignación moral encuentra dificultades para convertirse en sujeto político en condición de abrir espacios nuevos en el horizonte nacional. ¿Un eco de En Marche! en República Dominicana? No creo. En la República Dominicana las marchas se han sucedido pero el programa político ha quedado indefinido. Y, cabe recodarlo, la misma protesta moral, aún la más importante y justa, peligra si no identifica en tiempos no largos objetivos claros y compartidos de cambios institucionales, mecanismos que garanticen políticas de transparencia y rendición de cuentas. En caso contrario queda solo un malestar que rueda sobre sí mismo dejando que todo permanezca igual mientras crecen la inseguridad y la corrupción.

La fragmentación, la ocasionalidad, la débil visión de futuro, son propias de la vida nacional. Justamente tú, en la atribución da la categoría “transida” a la dominicanidad, pone en evidencia este predominio de la puntualidad. Por esto he apreciado de manera particular tu consecuente reconocimiento de la alegría, de ese “estado emocional fugaz, que se evapora en un momento” como expresión del prevalecer del momentáneo en el quehacer dominicano, como apropiadamente escribes.

Por otra parte, el discurso sobre los déficits de la democracia dominicana es, en estos primeros decenios del siglo XXI más complejo que en aquellos ochenta. Entonces los escenarios internacionales, y no sólo latinoamericanos, registraban la presencia de procesos democráticos en expansión, lo que Huntington llamó la “tercera ola” democrática. Pocos años más tarde las diferentes democracias salidas de aquella “ola”, ya evidenciaban límites que los estudiosos trataron de captar agregando al término democracia distintos adjetivos como “difícil”, “sin libertad”, “delegada”. Hoy, por dondequiera, la democracia manifiesta una crisis estructural, profunda, en la que se sobreponen y enlazan crisis de representatividad y crisis de participación mientras el espacio público se fragmenta y debilita. Por esto los escenarios dominicanos actuales no encuentran en América Latina o en otras áreas geopolíticas, indicios, sugestiones, pistas que los ayuden a superar sus fragilidades. Estamos en un paso de época difícil y escarpado, y la opción democrática para mantenerse y prevalecer requiere de una mezcla de razón y de apego a la libertad y la equidad que me recuerda aquella “razón apasionada” de la que nos hablaba Espinosa. El horizonte dominicano, también en este aspecto, me parece, lamentablemente, débil y volátil.