(A.M): Retomando la importancia de la educación en entornos virtuales, caracterizada por el aprendizaje permanente y donde los profesionales y los trabajadores del conocimiento pueden seguir estudiando a lo largo de toda la vida, sin tener que volver a las aulas. ¿Cuál es el nuevo modelo de maestro y de alumno?
(J.M.G.F): Un maestro parado frente a una clase con 30 o 50 chicos y chicas de cualquier edad, hablando y tratando de que todos estén atentos a lo que él o ella dicen es una metodología obsoleta. Ellos ya no quieren esto. El mundo que los espera afuera no les da tiempo para esto. Además, muchas de las cosas que los profesores les están tratando de enseñar las tienen a un click de distancia. No en vano se dice que hoy en día la memoria no se encuentra en el cerebro sino en la punta de los dedos. Los alumnos ya no pueden ser vistos como esos receptáculos vacíos que los profesores debían ir llenando poco a poco hasta que quedaran "listos" para la siguiente etapa.
Muchos de los Programas Educativos Institucionales (PEI) de colegios y universidades, dicen tener al estudiante en el centro de todas las actividades, pero si uno escarba un poco, más allá de estas declaraciones y observa el comportamiento de los docentes y de cómo son las clases, las actividades, los exámenes, nos damos cuenta en un alto porcentaje de los casos que lo que se enuncia no es cierto y que el estudiante es el menos importante de todos los actores en la cadena educativa. El estudiante, en muchos casos, tiene una participación marginal en su propio proceso de adquirir el conocimiento. No se ha querido comprender que todo ha cambiado y el estudiante podría, de manera autodidacta, con las herramientas que hoy tiene a su disposición, ser el verdadero artífice autodidacta de su propio conocimiento y aprendizaje. El profesor debería ser tan sólo un mediador o un facilitador del proceso dentro de una comunidad de indagación tal como lo propugna el programa de Filosofía para Niños y Niñas.
(A.M): Cuando los alumnos interactúan entre ellos, para aprender indagar y hacer tarea escolar en el ciberespacio y en las redes sociales, desarrollan empatía y se apoyan y se ayudan los unos a los otros. ¿Por qué no hacer lo mismo para que busquen por sí mismos lo que queremos que aprendan?
(J.M.G.F): El maestro/a debería convertirse en un partero del deseo de conocimiento. El aprendizaje tiene que ser visto como una aventura propia y la competencia y el reto deben ser contra sí mismos, no contra los otros alumnos. Los errores deberán ser estimulados, no castigados. Un chico que no se equivoca no puede aprender.
Esto es lo que desearían todos los docentes que pasara con sus alumnos, que estudiaran con tanto ahínco que repitieran todo una y otra vez hasta que tengan el problema superado o el conocimiento adquirido. Lo que nos está diciendo este ejemplo y esta comparación no es otra cosa que el aprendizaje se produce cuando hay interés y ganas de aprender.
(A.M): Ante un mundo educativo virtual interactivo, donde el tutor se familiariza con el perfil de cada uno de sus alumnos y estos son los responsables de su propio aprendizaje y tiempo. ¿Qué deberíamos saber los profesores/as ante esta realidad social? ¿Cómo despertar ese interés y esas ganas en los alumnos?
(J.M.G.F): Lo primero, es entender algo que parece una perogrullada. No aprende quien no quiere aprender. No aprende quien no está interesado en aprender. Aunque, como decía, parezca una tontería, esta es la base del desinterés de los alumnos/as. Y muchas veces no están interesados porque no entienden para qué les sirve lo que les quieren enseñar. No entienden la utilidad práctica, en un mundo cambiante como el de hoy, donde la información está a un click; para qué les puede servir, por ejemplo memorizar ciertas cosas o datos si pueden acceder a ellas cada vez que las necesiten. Lo que verdaderamente necesitan saber es cómo y cuándo buscarlos. Es decir entender cuándo y para qué sería útil esta información y entonces sí acceder a ella.
Cuando observemos a los chicos y chicas chateando, jugando o simplemente utilizando los dispositivos que tienen a su alcance, no los increpemos para que no lo hagan. Unámonos a ellos y más bien solicitémosles que nos muestren lo que están haciendo, que nos expliquen y que nos instruyan. Tal vez así, poco a poco podremos participar y unirnos a esta gran revolución de la búsqueda del conocimiento y del aprendizaje por cuenta propia. Incentivémoslos a hacerse preguntas, hagámosles preguntas, pero no les demos las respuestas. Estimulémoslos a trabajar con otros en la búsqueda de estas respuestas y soluciones. Retémoslos a encontrar las respuestas por sí mismos, utilizando esa tecnología que ya manejan tan bien en sus vidas diarias. En otras palabras volvámonos cómplices y no enemigos de esas herramientas que tanto bien le hacen y le harán a la humanidad.
Pienso que Filosofía para Niños está a la altura de las circunstancias actuales y juega un verdadero papel como un Programa de Filosofía que nace en el siglo XX pero contando con todos los recursos de la Filosofía tradicional, los avances de la pedagogía y psicología hasta la actualidad.
Notas relacionadas:
Andrés Merejo: Diálogo filosófico con José Manuel Gutiérrez Fernández (3-4)