El intelectual Cesar Cuello Nieto es filósofo de la tecnología y la articulación de esta con lo social, político y el desarrollo sostenible y ambiental. Cuello Nieto, estudio filosofía con énfasis en teoría sociológica en la Universidad Lomonosov de Moscú, Unión Soviética. Tiene maestría en Historia de la Ciencia y la Tecnología, con énfasis en filosofía de la tecnología y transferencia tecnológica, en la Universidad Politécnica de Nueva York y un Ph.D. en urbanismo y políticas públicas con énfasis en desarrollo sostenible y gestión ambiental, en la Universidad de Delaware, Estados Unidos. Lleva cerca de 40 años vinculado al quehacer académico, la investigación, la gestión de proyectos de desarrollo social y medioambiental, particularmente en la República Dominicana, en Costa Rica y Estados Unidos. Laboró por más de 20 años en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), donde, además de docente e investigador desempeñó las posiciones de decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades y decano de investigaciones.
Fue director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Programa de la República Dominicana (2010-2014). Desde el 2011 funge como Coordinador del Jurado y el equipo de investigadores del Premio Innovadores de América. Lleva más de 30 años vinculado a la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) como docente e investigador y en donde también ha sido Coordinador de la Comisión de Autoestudio y Evaluación Institucional (2005-2008), Coordinador del programa de máster y doctorado en Filosofía en un Mundo Global con Universidad del País Vazco-UASD (2005-2010), miembro del equipo de la División de Reforma Institucional de la Dirección General de Planificación y Desarrollo Institucional (DIGEPLANDI) (2015-2018), miembro del Comité de Investigaciones de la Facultad de Humanidades (2017-2018), entre otras funciones, como la de miembros del Observatorio de las Humanidades Digitales de la UASD.
Ha publicado varios libros, entre los que se cuentan: “Prácticas de Gestión Humana en la República Dominicana” (con Miguelina Vera), Intec, Santo Domingo, 2006; “Desarrollo Sostenible y Experiencias Costarricenses”. Editorial de la Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica, 2011; La Compleja Existencia de la Tecnología. Banco Central del República Dominicana, Santo Domingo, 2012. Ha realizado investigaciones en diversos tópicos de sus especialidades y escrito diversos artículos en revistas y otros medios impresos y electrónicos de España, Estados Unidos, Costa Rica y la República Dominicana. Actualmente investiga sobre el tema “Gestión del Capital Intelectual en la UASD”.
Andrés Merejo (A.M): En mi texto de 2008: La República Dominicana en el ciberespacio de la Internet. Ensayo filosófico cibercultural y cibersocial (1995-2007), realizo un recorrido por el mundo cibernético y sus implicaciones en la sociedad dominicana, que va desde la inserción del ciberespacio a la cultura-lengua – sociedad – poder; además de explicar que los trabajos que usted realizó sobre tecnología computacional tienen un enfoque filosófico y que estos se pueden encontrar en la revista Ciencia y Sociedad (INTEC), los cuales datan de 1986. ¿Cuáles razones le sedujeron para enfocarse por la filosofía de la tecnología, en un tiempo en que la nación dominicana no estaba insertada en el ciberespacio- cibermundo, ya que como sistema este comenzó a perfilarse entrando el siglo XXI?
Cesar Cuello Nieto (C.C.N).
Interesante pregunta, me da la oportunidad de retrotraerme a los orígenes de mi interés por el tema tecnológico en sus dimensiones humana, social y filosófica. En fin, este interés no nace en la República Dominicana, sino que viene desde los últimos años de mi estadía en la antigua Unión Soviética, mientras estudiaba filosofía en la Universidad Lomonosov de Moscú. Allí discutíamos mucho, por lo general de manera positiva, sobre la ciencia y la tecnología y su rol en la construcción de la “sociedad socialista desarrollada”.
En estas discusiones surgía siempre de forma obligada la tesis del Partido Comunista de la Unión Soviética de la “construcción de la base técnico-material”, como premisa de la sociedad comunista. Oficialmente se decía que las condiciones técnicas y materiales de esta sociedad, es decir, la base o infraestructura, ya estaban construidas, que solo faltaba completar la superestructura, y de manera particular, la conciencia social correspondiente al elevado nivel de desarrollo alcanzado por la base técnica y productiva, de la cual, la ciencia era un factor integrante indispensable.
Todo esto me generaba muchas preguntas, algunas de las cuales no era posible, y ni siquiera concebible, debatirlas en aquel entorno tan controlador del pensamiento y las ideas. Por ejemplo, me cuestionaba sobre el excesivo entusiasmo de la élite gobernante por la ciencia y la tecnología como elementos de las fuerzas productivas que condicionarían el advenimiento de una nueva cultura y con ello, una nuevaconciencia social e individual. Sobre todo, porque toda esta retórica contrastaba con el comportamiento y aspiraciones de muchos jóvenes, incluso de los que estudiaban conmigo, que era tener y consumir cosas que su sociedad no les estaba proveyendo y que solo se conseguían en el Occidente capitalista desarrollado.
En fin, ese discurso que sobredimensionaba en rol de la ciencia y la tecnología me parecía un franco determinismo científico y tecnológico, que no tenía mucha diferencia de la concepción moderna del progreso social de origen baconiano y saintsimoniano, que dio base a la ideología del progreso social de la sociedad capitalista, en la cual, el bienestar social y la felicidad humana tenían una derivación inmediata del desarrollo de la ciencia y la tecnología, con la consiguiente conquista, control y sometimiento de la naturaleza por los humanos. Me cuestionaba, además, sobe el “tipo de hombre”, o de ser humano, para actualizarlo al lenguaje de género de hoy, que se quería edificar en aquella sociedad, ¿cuáles serían sus valores, sueños y aspiraciones? ¿Qué había pasado con el “hombre nuevo” del que hablaran algunos bolcheviques destacados al inicio de la Revolución y en cuya construcción la ciencia y la técnica jugarían un papel preponderante? Pero también, me inquietaba el tema de la alienación humana y su vinculación con el desarrollo de la ciencia y la tecnología. ¿Son estas suficientes para superar la alienación humana o son también factores condicionantes de la alienación que hay que contrarrestar y superar? Conocía muy bien el planteamiento de Marx en torno a este tema. Como Francis Bacon, Saint-Simón y otros clásicos del pensamiento social y filosófico moderno, Marx también concibió a la ciencia y la moderna industria como medios para la emancipación del ser humano tanto de las fuerzas sobrenaturales como de las fuerzas de la naturaleza. Y es que en medio del monopolio de las ideas ejercido por la religión católica y del rol pasivo asignado al individuo y a las instituciones sociales, la idea del progreso social con base en el desarrollo de la ciencia y la tecnología era para Marx, sin dudas, una aspiración revolucionaria.
En cuanto a la tecnología, de manera particular, Marx entendía su extraordinaria importancia para el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores y para el aumento de la productividad del trabajo, pero consideraba, que en el sistema capitalista, basado en la división del trabajo, la apropiación privada de los medios de producción y los productos del trabajo, la tecnología, más que en un medio de liberación se convierte en un mecanismo de explotación y alienación humana.
En la sociedad capitalista, según lo exponen Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, el trabajador se ha convertido en "un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje". Entonces, para Marx, el progreso de la ciencia y la tecnología no es malo en sí mismo, todo lo contrario, es beneficioso, lo que lo pervierte es el carácter que éste asume en las condiciones del capitalismo. Por eso, para superar su carácter alienante hay que eliminar su base clasista, colocando los medios de producción bajo el control y al servicio de toda la sociedad.
Con todas estas inquietudes e interrogantes retorné a la República Dominicana al concluir mis estudios en la URSS en 1978 y me enrolé como profesor de filosofía y sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Pero allí estos temas no se discutían, la oportunidad de continuar trabajando el tema tecnológico desde la perspectiva social y filosófica se me presentó solo al ingresar como docente al Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), en 1982. Allí comencé a impartir la asignatura “Quehacer Científico”, que se daba en el “Ciclo Propedéutico” en dos niveles (I y II) y a interactuar con el núcleo de profesores del “Área de Quehacer Científico”, particularmente, Fernando Ferrán, Nélida Cairo, Andrés Molina, entre otros. Con éstos, produjimos una guía didáctica para la asignatura y una antología con un conjunto de textos de autores que trataban la ciencia y tecnología desde diversas perspectivas. Trabajando los tópicos de esta asignatura pude profundizar en el conocimiento las ideas de autores como Jean Ladriere, Mario Bunge, Paul Ricoeur, Tomas Khun, Jorge Sábato, Francisco Sagasti, Amilcar Herrera, John Bernal, Erick Fromm, Herbert Marcuse, entre muchos otros.
Así creció mi entusiasmo por el estudio a mayor profundidad de los aspectos sociales y filosóficos de la tecnología y con ello, mi deseo de irme a realizar estudios de postgrado en esta temática. En diciembre de 1984 obtuve una beca de la Fulbright y en enero del siguiente año viajé a los Estados Unidos a cursar estudios de maestría en el ámbito señalado. Estaba consciente que en el país no existía mayor preocupación por los temas que me interesaban, pero confiaba en volver y trabajar para que esto fuera posible.
(A.M): En ese mismo texto que escribí me refiero a Carl Mitcham en cuanto como él enfoca la Filosofía de la tecnología en el ámbito de la Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) y que en su libro ¿Qué es Filosofía de la tecnología? (1989) construye un discurso de la historia de este saber en el campo tecnológico, específicamente sobre las Humanidades y que según él, fueron las humanidades que concibieron a la tecnología y no la tecnología que concibió las humanidades. Además de reflexionar sobre Rousseau y la crítica que este hace a la concepción filosófica sobre el progreso científico y tecnológico, que de acuerdo a la ilustración contribuyen automáticamente al avance de la sociedad, por ende a la unificación de la riqueza y la virtud. Cómo conocedor del pensamiento de Mitcham ¿cuál ha sido su relación con él? ¿Cómo usted articula ese enfoque filosófico de la tecnología con el mundo digital y virtual de estos tiempos?
(C.C.N).
Fue mientras estudiaba el idioma inglés en la Universidad de Pittsburgh, previo a mi entrada a la maestría, cuando tuve mi primer contacto con Carl Mitcham. Uno de mis profesores de inglés me había asignado la realización de un ensayo crítico sobre un tema de mi interés que yo debía seleccionar y decidí escribirlo sobre filosofía y tecnología, específicamente: “Enfoque filosófico y multifacético de la tecnología”. Me interesaba hacer un enfoque de la tecnología no sólo desde la perspectiva filosófica, sino a la vez, multidisciplinaria, con el fin de aproximarme lo más posible a lo que era su realidad ontológica como entidad no solo concreta, sino al mismo tiempo abstracto. Me sumergí en la biblioteca de la universidad y comencé a revisar y estudiar textos sobre el tema. Y fue allí donde me tropecé por primera vez con el nombre de Carl Mitcham. Todavía no dominaba muy bien el inglés, pero con el auxilio de diccionarios y la ayuda de un amigo estadounidense con el cual compartía la casa donde vivía logré entender algunos textos de Mitcham y de otros filósofos y pensadores de la tecnología como Jacques Ellull, Lewis Munford, Landon Winner, Albert Borgmann, entre otros. Este amigo me ayudó también a contactarme con Mitcham, quien en ese momento era el director del Philosophy and Technology Study Center en la Polytechnic Universiy of New York, cuya sede principal estaba en Brooklyn. Mitcham me concedió una cita en su oficina y unos días después viajé a Nueva York para entrevistarme con él. En la reunión estaba también, invitado por Carl, el doctor Rumualdas Sviedrys, un historiador de la ciencia y la tecnología de origen lituano, profesor de transferencia tecnológica y quien sería luego mi mentor en el segundo énfasis de mi maestría, que era, precisamente, transferencia de tecnología.
Después de conocer y conversar con Carl Mitcham decidí que el primer énfasis fuera “filosofía de la tecnología”. En interacción conmigo, Mitcham y Sviedrys diseñaron un programa de maestría ajustado a mi interés particular, que incluía asignaturas relacionadas con la historia de la ciencia y la tecnología, innovación tecnológica, transferencia de tecnología y prospectiva tecnológica por una parte y, con la filosofía de la tecnología, por otra parte. Entre las asignaturas relativas al ámbito de la filosofía de la tecnología puedo mencionar, entre otras: “Tecnología y Sociedad”, “Filosofía y Computadoras”, “Filosofía de la Tecnología”, “Filosofía y Literatura”, “Filosofía de la Tecnología en Ortega y Gasset”, “Ética y Tecnología”.
Con respecto a mi relación con Carl Mitcham, uno de los énfasis de tu pregunta, con decirte que no sólo me impartió varias de esas asignaturas, sino que me vinculó a la comunidad de filósofos de la tecnología dentro y fuera de los Estados Unidos, se puede tener una idea de la gran cercanía que tuvimos.
Él es un ser humano excepcional, sencillo, considerado, solidario y respetuoso de la identidad, el pensamiento y diversidad cultural con la que estaba en contacto tanto en la comunidad de filósofos de la tecnología como en la gran urbe newyorkina donde vivía. Recuerdo de nuestro primer encuentro que lo que más le impresionó de mí, y así me lo expresó, fue que siendo de un país subdesarrollado, había vivido y estudiado en la Unión Soviética y ahora estaba viviendo y estudiando en los Estados Unidos. Impresionante, exclamó, tienes en tu haber experiencias de tres mundos, eso es envidiable, espero sepas sacarle el máximo provecho a esa condición tan particular de tu vida. Una sólida amistad surgió entre los dos durante esos años trabajando juntos.
Luego de mi regreso a Santo Domingo, me visitó aquí y dictó algunas conferencias. Mitcham no sólo me integró a su centro de estudios, sino que también facilitó mi entrada como miembro a la Society for Philosophy and Technology, lo que me permitió participar en los congresos, conferencias y debates sobre filosofía y tecnología que se daban dentro y fuera del país. Pero él no quería que yo fuera un participante pasivo de esos debates, sino que me introdujo en ellos. Me orientó sobre cómo escribir en inglés artículos y reseñas de libros sobre los temas de filosofía y tecnología, algunos de los cuales se publicaron en anuarios y revistas de la Society for Philosophy and Technology. También traduje al español algunos textos suyos, entre estos, un artículo titulado “Qué es la Filosofía de la Tecnología”, publicado en Ciencia y Sociedad 11(3):244, septiembre 1986 y el libro, con el mismo nombre: Qué es Filosofía de la Tecnología, publicado por la Editorial Anthropos de Barcelona, España en 1989. En esta obra, Mitcham quiso, como él mismo lo expresa en el prefacio, “llamar la atención sobre un campo de reflexión en desarrollo que está contribuyendo decisivamente a la comprensión del mundo tecnológico en el cual estamos inmersos”. En el libro, Mitcham nos ofrece una panorámica de la filosofía de la tecnología en tres perspectivas, la primera de las cuales es un enfoque histórico-filosófico, en donde esta nueva disciplina es abordada desde el mismo origen del término “Filosofía de la Tecnología”, acuñado por el filósofo alemán Ernst Kapp. Luego se adentra en la evolución histórica de las dos principales tradiciones de la Filosofía de la Tecnología: la ingenieril y la humanística.
La “filosofía de la tecnología ingenieril”, según Mitcham, es el análisis de la tecnología desde dentro y la comprensión de la forma tecnológica de existir-en-el-mundo como paradigma para entender otras formas del hacer y el pensar humano. En tanto, la “filosofía de la tecnología de las humanidades” es una serie de intentos de los filósofos de esta rama por fundamentar la primacía de lo no técnico sobre lo técnico. En este sentido, según Mitcham, podría decirse “que fueron las humanidades las que concibieron a la tecnología y no la tecnología la que concibió a las humanidades”. Lo que Mitcham quiere decir siguiendo a los pensadores de esta corriente es, precisamente, lo contrario de lo que sostiene la concepción ingenieril de la tecnología, esto es, que no es la tecnología la que define el curso del quehacer tecnológico y humano en general, sino que es el ser humano a partir del amplio espectro de su visa social el que define. De esta manera, la perspectiva de la tecnología desde las humanidades le sale al paso a cualquier intento de determinismo tecnológico.
La segunda perspectiva de la filosofía de la tecnología es un examen analítico de los cuestionamientos que hacen las humanidades a la tecnología, enfocándolos desde el punto de vista de las principales ramas de la propia filosofía, principalmente de la ética. La tercera perspectiva se centra en la ética de la responsabilidad como sustrato moral de la tecnología. Si bien en la década de los ochenta el tema del ciberespacio no era aún una realidad, lo cierto es que en el debate sobre el uso responsable de la información en una sociedad informatizada, tratado por Mitcham en su libro, ya se delinean en general las bases para la discusión ética de los problemas que crea esta nueva realidad que el desarrollo tecnológico hace posible, particularmente, con relación a la privacidad. Esto último queda evidenciado en esta pregunta formulada por él: “¿Cuáles son las directrices éticas para la creación, difusión y utilización de información, no solamente en y con ordenadores, sino en y con todo medio procesador de información, desde el teléfono y la radio hasta la televisión y los satélites artificiales?” Para Mitcham, el uso de la tecnología de la información en la toma de decisiones es consustancial a la ética de la responsabilidad.