Rey Andújar es un joven escritor dominicano radicado en Chicago, USA. Un orgullo nacional, ya que, debido a su talento ha obtenido merecidos premios por su obra. Es escritor de narrativa – ficción, pero también realiza ejercicios de crítica y análisis de obras, los cuales publica en diversas plataformas y en la sección de opinión de este medio. En su amplio rango de trabajo literario, Rey ha trabajado sus textos adaptándolos al teatro y al cine. Es asociado artístico de Aguijón Theater y director editorial de la revista Contratiempo. En la actualidad ejerce como docente de historia y literatura latinoamericana en la Universidad Governors State University. Algunos títulos de su autoría son: Los gestos inútiles (Premio Alba Latinoamericano de Novela 2015-Cuba) Candela (Alfaguara – PR Pen Club Awards 2009); Amoricidio (FIL-Santo Domingo premio de ficción 2006) y Saturnario (Premio de Literatura de Ultramar NYC-2010).
Muy amablemente Rey nos ha concedido un pedacito de su valioso tiempo para respondernos algunas curiosidades acerca de su labor como escritor y gestor cultural.
¿Desde cuándo se manifiesta el trabajo de escritura dentro de ti?
En mí fue primero la lectura y los acentos. Recuerdo que mi comprensión del mundo era a partir de lo que estaba escrito, o cómo estaban escritas las cosas. Luego vino el oído, ciertas combinaciones y sobre todo los acentos. Mi lugar favorito de niño eran los aeropuertos y trataba de visitarlos cuantas veces me fuera posible. Ahí me perdía escuchando distintos colores y tonalidades. Empecé a leer de todo, muy variado y muy temprano, sin juicios de tipo: esto es literatura, esto sí, etc. Mis primeras lecturas fueron muy instintivas. Todavía lo son, en cierto modo, hoy día.
¿Cómo empezó el proceso y cuándo finalmente aceptaste que eres escritor?
RA-Salí de Santo Domingo con variados intereses. Un estudiante multinteresado. Viajé y volví, tropecé y casi me rompo la cara. Tomé la decisión de establecerme en Puerto Rico y allí decidí, no necesariamente cambiar de profesión, pero sí mirarla de otra manera. Seguí trabajando en restaurantes y hoteles y junto con la práctica de la escritura, estudié y trabajé teatro, completé un doctorado y escribí un par de libros. Luego me mudé en Chicago en donde he redondeado otras cosas y me he dedicado a escribir y dar clases, básicamente. Escribo de todo, un poco a la loca, otro poco a lo bestia. Como ves, dominicana es mi casa, Puerto Rico mi escuela y Chicago el taller. No creo que haya un momento definitivo de iluminación en el que uno diga pam, soy esto y ya. En mí las cosas se han ido forjando poco a poco. Soy escritor al escribir. Mi trabajo es tratar de arrancarle la ceremonia y la emoción a ese acto, todos los días… hacerlo lo más cotidiano posible.
Tal y como hemos mencionado en la introducción, es sabido que has sido ganador de varios premios importantes de narrativa ¿Cómo afecta esto las musas, las investigaciones para nuevos trabajos?
RA-Cada proyecto viene con su ritmo y su tema. Mi trabajo es encontrarlo y tratar de acoplarme a ese flujo. Para eso hay que estar muy atento y los premios pues distraen un poco. Pero son buenos, son en cierta manera una garantía de lectura. Lo mandas a un premio porque quieres ganar, bueno sí, pero si te fijas, es en cierta forma una garantía de que alguien lo va a leer. A veces el premio te ayuda a salir de cierto círculo, cierta visión de la escritura. Me pasó con el más reciente en Cuba, el ALBA de Narrativa. Estar allí en un salón con jóvenes de toda Latinoamérica discotiendo una novela tan Caribe como esa, escrita en Chicago, te da otra perspectiva de tu propia búsqueda.
¿Hasta el día de hoy, cual ha sido el libro que más tormento dio para ser finalizado?
RA- Pues fíjate tormento para nada. A veces las cosas se trancan, pero hay que abordarlas con calma. Luego uno va aprendiendo a buscar esos momentos de dificultad, que son muy buenos para el texto. Digamos que el libro que escribí con la cabeza más serena fue mi tesis de grado sobre Aída Cartagena Portalatín y su Escalera antillana. Mucha lectura y muchas ideas bien sugestivas, y al mismo tiempo la presión de tener que hacer un texto condensado. Trabajé ese libro muy delicadamente, sí. Y creo que es el libro mejor editado que está. Lo editó un poeta cubano, Jorge García de la Fe, y otro poeta, Carlos Roberto Gómez Béras, de Isla Negra. Quizá quedó tan bien porque lo trabajaron dos poetas, ahora que lo escribo lo pienso… qué bien.
¿Cuándo integraste el teatro y la puesta en escena / performance a tu trabajo escritural?
RA-Trabajé con Loraine Ferrand en Santo Domingo, dentro de su taller del Laboratorio del Cuerpo del Actor. Esta investigación corporal es parte integral de mi escritura, que está muy ligada a la relación del cuerpo y el lenguaje. En vez de decidirme por un género, como escritor, me interesé por una geografía más vasta. Por eso mi trabajo puede ser considerado un disparate o una tontería para mucha gente. Yo no les discuto porque es verdad, yo trabajo muy cerca de esas áreas. Es en esa falta de seriedad que yo he podido encontrar los medios para expresarme. No me ha importado el miedo o el ridículo porque yo vivo en él y todo eso funciona para mí. Mis aspiraciones son increíblemente pedestres. No me interesan las estatuas, sino los momentos breves, el gesto inútil y el músculo estirado, cansado, tembloroso en el momento de quiebre, de falla, de error. La conciencia de que mi cuerpo va a decaer, que está destinado a la soledad, sobrepasa cualquier tipo de emoción que la literatura del pasado mañana pueda ofrecer. Y sin embargo yo escribo como si fuera morirme al próximo minuto, lo que es al tiempo algo muy dramático y verdadero.
¿Es complicado llevar un texto que es en su esencia narración a teatro? ¿Qué tan laborioso es ese proceso?
RA- Esos procesos son delicados y nada creativos en principio, ya que para mí es necesario ajustar ciertas cosas para que la historia que se va a contar se adapte al medio. En ese manejo los trabajos sufren cambios para los que hay que tener la mente muy abierta. Candela está siendo adaptada al cine, yo estoy adaptando La sangre de Philippe y acabo de escribir un guión con una idea que no es mía, sino que he sido contratado para adaptar esa idea. Recién he estrenado mi obra Adverses y me sorprendió para bien la manera en que adaptaron el guión. Yo para ello sigo una regla de San Agustín: en lo innegociable, la unidad, en lo debatible, la variedad y en todo, caridad.
¿Habrá una diferencia entre Rey Andújar el escritor y Rey Andújar el artista del performance?
Ninguna. Todo va al mismo pie.
¿Escribes poesía?
Leo mucha poesía, la declamo, con la voz un poco engolada, pero la declamo. Y sí he escrito poemas para proyectos y performances, hay poesía en mis cuentos y novelas, también hay canciones y recetas de cocina. No me considero poeta. Yo he tenido la suerte de conocer dos o tres y me di cuenta ahí mismo, de que yo no lo era. Yo soy en realidad un farsante o un embaucador. Embaucador me gusta más. Más del lado del ilusionismo o el descuidismo que de la bella moral y la justicia literaria. Como ciudadano, la ley, ok. Como escritor, yo soy un bandido.
¿Existe algún texto fundamental que haya marcado o hecho cuestionar tu visión como escritor? ¿Cuál y por qué?
Muchos. Para mí es más o menos una época. Más que gusto, te puedo mencionar a los que recurro con frecuencia, y es porque son textos y lecturas de uso. Y más que autores o autoras, son líneas de pensamiento. Mi inteligencia acerca del intelecto y el lenguaje empezó con Yourcenar y Cortázar. Luego vino el Boom, al que leí más por las referencias que encontraba. Rulfo, Rosario Castellanos. La literatura y la historia argentina, sus influencias en la dominicana. La cultura mexicana, la estadounidense, las traducciones barcelonesas, Hilma, Julia de Burgos, Aída, los paquitos, las fotonovelas. Ahí empieza para mí la geografía de la soledad en mi escritura.