Escalera para Electra (1) se escribe bajo el trauma (2) encarnado en las intervenciones norteamericanas de 1916 y 1965. Aída no niega el interés histórico de la novelística anterior; la diferencia radica en que desde el discurso colonial, propone una versión que hurga en la suma de influencias derivadas de las ocupaciones. Sin desligarse del tono de protesta la escritora reniega del idealismo filosófico oficial y a su vez, opone la realidad épica y citadina de la literatura que registra la gesta de Abril 1965.
Pero Escalera no es una abstracción. Al marcar distancia desde un trasfondo campesino, la escritura asedia un segmento desahuciado por la literatura de vanguardia. Regularmente, el escrito de la revuelta recurre a lo rural para referir los puntos de entrada de las expediciones cívico militares que intentaron atacar el nepotismo, desde Trujillo a Balaguer. Aquí es necesario anotar que el interés de la literatura dominicana por La Capital, por lo barrial (3), es también resultado de los procesos de industrialización derivados de la Segunda Guerra Mundial y el rápido crecimiento urbano experimentado en Santo Domingo durante el período comprendido entre el 1960-1980. Conviven en el imaginario local la representación de una ruralidad áspera y carente, retratada de forma ejemplar por Juan Bosch, Pedro Mir o Marrero Aristy, y la idea pastoral del campesinado noble y naive. Lo anterior hace necesario analizar el tratamiento que Escalera confiere a esta realidad. En “Una escalera para Aída”, Manuel García Cartagena ofrece una oportuna definición entre lo real y la ilusión, a partir del tono épico en los textos de abril contra el aspecto humano que resalta en la narrativa de la escritora,
Definir la literatura como ilusión es el recurso desesperado de quienes acostumbran a oponer la realidad a la ilusión, por no atreverse a asumir el carácter radicalmente ficticio de toda realidad y del pacto social que constituye toda especie de realidad (4).
El crítico desmonta el carácter marxista de la literatura del sesenta, en donde se requiere una posición revolucionaria (slovo-la palabra activa) de quien escribe; al mismo tiempo subraya cómo Aída plantea esa revuelta desde el lenguaje sin aminorar el carácter subversivo. Prueba de ello es uno de los epígrafes (5) que da inicio al texto y que va firmado por la autora: “Y volverme valiente para luchar por la liberación de mi país”.
La escritura que recoge la gesta busca legitimarse mediante la institución del héroe y la propuesta de un ser social reeducado en cuanto a lo político. Ciudadanos y ciudadanas deben despertar ante la corrupción y el instrumento es el texto, que a su vez busca reflejar el estado decadente con una fidelidad de bitácora. Siendo la poesía autosuficiente, en donde gran parte del trabajo cognitivo depende del imaginario del lector, se cree que la novela hace mejor servicio a los fines ilustradores del texto revolucionario. Lo dice Eddy, el interesante narrador en De abril en adelante, novela de Marcio Veloz Maggiolo:
Entre el ye-ye y la revolución, entre el go-go y el socialismo. No puedo explicarme cómo se predican ideas revolucionarias vestido como un señorito de la burguesía. Oye, me dice, creo que Alberto piensa escribir novela; dice que los cuentos… ¡Bah!, que la novela es lo que vale. Ahora está enfrascado con Luckáks (6).
En Escalera no se predica, puede incluso decirse que el lenguaje accidentado, traumático del texto, se esfuerza en la confusión, constituyéndose en ráfagas referenciales. La novela cuenta con la información de quien lee; más que instruir, busca encontrar al lector, coincidir en las diferencias y en el discernimiento. Si bien los lugares de acción son Grecia y Moca del 1967, la biógrafa de Swain, establece un distanciamiento teórico en cuanto al ser de la dominicanidad y los mitos del Mediterráneo clásico:
ATENAS/VERANO 1967 PRIMERA TARJETA POSTAL: Visita: Esrectheion. Pórtico de las Cariátides. AMIGOS: como un tanteo mi Electra es la de Eurípides. A pesar de todo, el interés que presentaría un examen más profundo de los detalles y variaciones del caso Swain, recuerdo, a propósito de Frazer, que en la vieja Guinea Alemana el que mataba… Cariños Helene.
Helene biografía, narra los acontecimientos de la vida de Swain; mantiene un récord de sus viajes, con los que va desde el campo caribeño hasta una Grecia hundida en la depravación de valores. Las relaciones establecidas con la cultura mediterránea no se detienen en el mito; la escritora incluye una contemporaneidad que complementa el aspecto trascendental de la escritura.
El cuadro de recursos escriturales se completa con referencias al lenguaje trágico ilustrado en la obra de Eurípides, poeta que “vivió en una época de la cultura griega dominada por una profunda crisis” (7). Desengañada ante la realidad de lo humano, la obra euripídea se ocupa del ser y sus motivaciones; imposibilitada de instruir, se concentra en las razones que impulsan el acto. De este ejercicio se concluye que todo lo humano coincide en un conjunto de motivaciones primarias. La pluralidad de las motivaciones permite a Cartagena Portalatín concebir al personaje como un elemento funcional: un conjunto de deseos y cualidades moldeadas a partir del ser social como objeto de estudio. Pero aunque estas construcciones están hechas a base de sus familiares y allegados, la ficción desvirtúa el sentido privado o personal: sin importar qué tanto la escritura mimetice su entorno, sería un error creer que quien crea ficciones hace una reproducción total de la realidad (8). Así, Aída compone una novela de personajes arquetípicos y justifica la tenacidad de sus actos en el plano de la ficción. En cuanto a lo cotidiano, lugar y tiempo llegan a convertirse en ejemplos para puntualizar clausura y paranoia. La ficción, por otro lado, es libertad. Mario Vargas Llosa lo asegura en la introducción de su estudio sobre Juan Carlos Onetti,
Querer ser otro, otros, aunque sea de la manera vicaria en que lo somos entregándonos a los ilusionismos y juegos de disfraces de la ficción, es emprender un viaje sin retorno hacia parajes desconocidos, una proeza intelectual en que está contenida en potencia toda la prodigiosa aventura humana que registra la historia (9).
Escalera se escribe desde una concepción de libertad que niega una sucesión implícita. Es esta una novela de planteamiento dudoso, cuestiona un canon que responde a normas dictatoriales y promueve un pensamiento vertical, organizado por la figura paternalista. En la novela se le hace también frente al texto revolucionario como promotor de la resistencia ante la injerencia norteamericana. Escalera mostrará oposición a estas realidades.
Hay que coincidir con García Cartagena cuando afirma que en esta novela “el singular manejo de los planos narrativos y discursivos (…) se eleva, en lugar de rebajarse, a la altura de epopeya”. Aída propone la ficción como el instrumento para ahondar en la naturaleza del sujeto mediante un axioma de tiempo; la Helene dominicana cuenta un drama personal -biografiar es escribir una persona- mientras propicia las bifurcaciones y coincidencias que dan acceso a la sociedad caribeña y colonial en la Isla de Swain.
La escritura acompaña a Helene en sus travesías; así registra el regreso a lo remoto, en donde supuestamente se encuentran las formas para reordenar las conjeturas tradicionales de un presente desolador. La biógrafa deja la isla claramente decepcionada ante la injusticia que gobierna su entorno. Los textos exponen la incomodidad ante las maniobras poco congruentes de sus allegados; esto se compara con el desorden político y social en la isla, con la inconformidad ante lo colonial: “El camarero de a bordo me trae una coca-cola. La tomo con desgano y mal humor. Veo hacia abajo y pienso que los peces son gringos. Que todo lo que trago es gringo. Y que la mierda que me sale también es gringa”.
Esta aversión hacia lo norteamericano gravita alrededor de un personaje ominoso en el sentido onomástico y onomatopéyico: Swain es rasgo propio de la ambigüedad. Aquí lo nominal es terreno fértil para las interpretaciones; véase incluso cómo el origen del nombre procura alterar la significación, “A María Sacramento, la mujer del lechero, se le quedó pegada a la cabeza la fonética de cosas que decía de rutina y cuyo significado inventaba (…) Sin más sentido o significado que el suyo propio gritó: SWAIN”. Durante el nacimiento de la criatura la sirvienta grita, repite un disparate, fonema residual del habla escuchada en casa de un funcionario norteamericano durante la primera ocupación. Se establece así la cuestión del inglés y su influencia en la República; a lo anterior la escritora responde con idiosincrasia:
La paloma tan poniendo en lo yayale
cuan lo juén a bucai huevo cuale…
La paloma tan poniendo en lo guandule
cuan lo juén a bucal huevosazule.
Es esta la pauta (auto)reflexiva constante en la biografía de Swain. A cada asomo del lenguaje mancillado por el idioma extraño, se responde con rasgos de identidad. Swain es la articulación de los opuestos que caracteriza la novela. Para ello, Helene le despersonaliza erigiendo el personaje como entidad de violencia, otro de los aspectos sobre los cuales se concentra la novela. García Cartagena concluye que,
La despersonalización de Swain conviene a los intereses del proyecto narrativo de Aída Cartagena Portalatín: el empeño con el que la autora destaca el carácter violento de Don Plácido, la manera sutil y certera que crea la intriga en torno a la culpabilidad de este último en la muerte a machetazos de Chano.
Entre las reinterpretaciones de este nombre que suena bonito y sofisticado, Swain10 también se asocia al cerdo y todo el imaginario que esa palabra confiere. Lo anterior, añadido a una fuerte personalidad femenina, es lo que en Escalera da pie a la culminación de los excesos y a la creación de un inventario de los males provocados por la fisura vigente en el cuerpo de la nación. Mientras la retórica revolucionaria asume lo femenino como La patria, la virilidad del canon literario en Dominicana responde a la invasión proponiendo un padre universal de nuevo bajo la sombra de un prohombre. Eddy, el narrador en De abril en adelante, critica este ejercicio al retratar la figura del macho:
¡Hola Papá! le dije. Mis palabras lo irritaron, lo sacaron de quicio. Lanzó las gafas contra el piso donde se hicieron pedazos los vidrios verdiazules. Mire, carajo, dijo gritando, ¡Póngase en posición de atención! Qué papá ni qué papá ¡coño!
Varios son los símiles entre la novela de Veloz Maggiolo y Escalera. Ambos textos anulan las prácticas narrativas habituales de su entorno. Estas obras interesan por tener un carácter caribeño e individualista. Sin divorciar del todo al ser de lo social, de lo científico, estas novelas aprehenden el desasosiego ante los embates de la memoria; enfrentan las lecturas conservadoras que perviven incluso en los segmentos más vanguardistas.
En Escalera, los personajes están unidos por el núcleo contradictorio maldad-esperanza; mientras en De abril, el individuo se mantiene entre la partida y la nostalgia. Para estos personajes el exilio es de naturaleza política y económica aunque el viaje es predominantemente voluntario; hay fuertes diatribas entre formar parte de un grupo y la ventaja de no pertenecer. Ambas escrituras se desprenden de los cuestionamientos al concepto del “Yo”, lo cual es tan oportuno como paradójico si se toma en cuenta que los tiempos promueven la colectividad y la toma de conciencia de clase. Pero, ¿cuál es el paralelo más significativo de estas novelas? Más allá de la sumatoria historicista, estas escrituras proponen la reconstrucción de los hechos mediante anécdotas ejemplares y mitificaciones. La grandeza de estas novelas radica en el manejo de las coincidencias entre el arquetipo dominicano y la historia, desde lo local hacia lo universal. Así se recrea una mitología -una poética- de la media isla y esto, en vez de atraso, significa ascenso. Me adhiero al concepto aristotélico observado en el ejercicio poético de Aída: se trata de referir la angustia y la alegría del presente mediante la poesía. Todorov afirma que “la obra literaria es la expresión de ‘algo’ y el objetivo del estudio consiste en llegar a ese ‘algo’ a través del código poético” (11). El arte encierra alma y ésta se expande en el mito.
No se trata de la fabulación del pasado: el mito, alejado del maquillaje institucional, insufla la novela con el peso de lo real, que es individual en tanto incumbe la totalidad. Finalmente, la comparación con De abril, permite hacer hincapié en el aspecto na(rra)cional de Escalera: primero, la caracterización del sujeto de la dominicanidad, sus retos y tabúes, sus vicios, excesos y esperanzas; lo segundo es el asedio transgeneracional, tanto al cuerpo literario (la novela: confluencia y desborde de movimientos y géneros literarios) como al cuerpo literal (la violencia y la asignación de los roles femenino-masculino en la cultura y sociedad).
Notas
- 1. Cartagena Portalatín, Aída. Escalera para Electra. Miguel de Mena. Berlín: Ediciones del Cielonaranja, 2003. Todas las notas de la novela serán tomadas de esta edición.
- El estudio de la avanzada colonialista de los Estados Unidos como una lesión al cuerpo na(rra)cional adquiere matices distintivos en el caso Caribe. La escritura boricua, como pocas, ha analizado con detalle este fenómeno. Tómense como referencia los ensayos de los ya citados Luis Felipe Díaz y Juan Gelpí.
- La investigadora Rita De Maeseneer se interesa por los desplazamientos del sujeto literario en Dominicana; la belga insiste en una crítica enfocada en lecturas alternas al trujillato y el balaguerismo; se preocupa por las geografías escriturales, mostrando una iluminadora carta de ruta de la dominicanidad, desde las relaciones espaciales rural-ciudad, hasta los aciertos y contradicciones de lo que se tiene por diáspora. Véase De Maesenner, Rita. Seis ensayos sobre narrativa temporánea dominicana. Santo Domingo: Publicaciones del Banco Central de la República Dominicana, 2011.
- García Cartagena, Manuel. “Aída Cartagena Portalatín de Noche y de Día.” Aída Cartagena Portalatín: Dossier. Miguel de Mena, Ed. Santo Domingo: Ediciones del Cielonaranja, 2010.
- El estructuralismo racionaliza el texto estableciendo la importancia del contenido y de la forma. Así como se busca un orden conceptual para el género literario, se destacan los aspectos exteriores de la obra. Gerard Genette, en Umbrales, compone un muestrario lógico de los mismos. En este inventario el epígrafe es considerado un exergo al borde de lo escrito; una partícula que sitúa el texto y demarca una nebulosa separación entre autor y narrador. Desde esta posición estratégica el epígrafe sugiere, emplaza. Véase, Umbrales. Trad. Susana Lage. México, D. F.: Siglo XXI Editores, 2001.
- Veloz Maggiolo, Marcio. De abril en adelante. Santo Domingo: Ediciones de Taller, 1975.
- Eurípides. Tragedias II: Las suplicantes-Electra-Orestes. Trad. Ed. José Alsina Clota. Barcelona: Editorial Bruguera, S. A., 1982.
- “En todo texto representativo, el lector ‘cree’ que el personaje es una persona.” Véase Ducrot, Oswald y Tzvetan Todorov. Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Trad. Enrique Pezzoni. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2003.
- Vargas Llosa, Mario. El viaje a la ficción: El mundo de Juan Carlos Onetti. Madrid: Alfaguara, 2008.
- Pueden hacerse múltiples interpretaciones de este nombre; en el inglés también se le relaciona con lo campesino, rústico, pastoril; admiración, solicitación. Véase Merriam Webster’s Collegiate Dictionary. Massachussets: Merriam-Webster, Incorporated, 1996.
- Todorov, Tzvetan. ¿Qué es el estructuralismo? Trad. Ricardo Pochtar. Buenos Aires: Editorial Losada, 1975.