Momento I

Tiene cuatro letras y no me deja ir: "Tony". De mi adorada amiga Belkis Ramirez acabo de recibir esta más que sentida imagen de 1997, en mi departamento de Prenzlauer Berg: con la misma Belkis, con Tony Capellán, Jorge Pineda y Pascal Meccariello en unos días de muchísimas pasiones. Venían de la Dokumenta de Kassel y los fui a recoger en la estación del Zoologischer Garten de Berlín. Y estaban ahí, como monjes, como luceros. Mi casa era de una sola habitación, con un sanitario que quedaba entre los dos pisos, con una tina de baño que era como una gaveta que se sacaba de debajo del lavamanos, todo bien puro "República Democrática Alemana". En un momento Belkis comenzó a sacar una caja de herramientas que no sé cómo cargaba, y me reparó la puerta del baño. Le puso un candado. La calefacción, puro caos. Pascal que perdía una y otra vez el tren y regresaba a la casa en desorientación full. Jorge, siempre extasiado, con sus miradas barahoneras -con un mar no visible, pero al fondo, no muy lejos. Tony, siempre como en un balcón, viéndolo todo y poniéndolo subtítulos o voces en off a nuestros pensamientos. Si hay cosas que tengo agradecer en esta vida, una de ellas es la de haberme concedido la amistad de estos amigos durante tantos años de corre-corres, saltos, apretoncitos, amor sin comprobante de pago, a la candelá. Gracias, querida Belkis, por esta foto tan tocante!!

[22 de enero, 2018]

De izquierda a derecha, Belkis Ramírez, Tony Capellán, Miguel D. Mena, Jorge Pineda y Pascal Mecariello en Berlín, 1997.

Momento 2

Las amistades más amplias son las de a todo momento: esas en las que una sonrisa es una obra de arte, una palabra un pedazo de mármol bien tallado, un abrazo un momento sinfónico y sin toses. Con Chiqui, Belkis, Tony, Jorge y Pascal he aprendido lo que es crear, querer, compartir, alternativamente.

Cada vez se me dificulta comprobar las ausencias, los vacíos. Eso es lo que uno más hace cuando la gente más querida se te va. Entre nubes a tus visiones, ves miríadas de momentos felices, te sientes tan desolado como si te dejaran esperando con tu traje de marinerito en un desierto. Cariño y ausencias son fatales.

Han sido muchas las montañas rusas desde aquellos finales de los 80, cuando vía Tony descubrí a Belkis. La arquitectura, el arte, fueron sus pasiones. De la primera se fue alejando mientras de la segunda fue asumiendo la parte más táctil: el grabado. Aquella exposición junto a Tony Capellán y Alex Guerrero en Casa de Teatro fue más que memorable: comenzaba una nueva era en el arte dominicano. Si Fran Almánzar había constituido el espacio de la memoria, pensando la dureza de los años del balaguerismo, esos nuevos grabadistas subrayaban los nuevos aires democráticos.

Tony se fue a la campaña de alfabetización a Nicaragua en 1980 y luego se movió a Nueva York. En su ausencia, apareció Jorge Pineda y más tarde, a finales de aquellos años, Pascal Mecariello. Oficialmente eran la “Generación de los 80”, pero para mí fueron más que eso: artistas trans insulares, la primera avanzada de un arte escéptico, brillante, vital, ante todos los órdenes.

Las enseñanzas de la puertorriqueña Consuelo Gotay fueron básicas para Belkis Ramírez. Por ahí andaba también la artista argentina Graciela Azcárate, reforzando con su creatividad el naciente colectivo de mujeres creadoras.

Colaborando con proyectos editoriales de Chiqui Vicioso y Julia Álvarez, compartiendo su obra con movimientos de reivindicación social, Belkis siempre destacó por sus amplísimos niveles de armonía. Fue de esas artistas que no se tiraba al medio local, y que sin embargo, con el tiempo, fue logrando un amplio reconocimiento internacional. Ya al virar hacia el siglo XXI, estos creadores, a los que se unió otra creadora muy especial, Raquel Paiewonsky, formaron el Colectivo “Quinta Pata”.

Las paletas de las mujeres creadoras fueron creciendo junto a Belkis Ramírez. Ya no estuvo tan como mujer: Quisqueya Henríquez, Mónica Ferreira. Lo más significativo fue su papel central, tanto como artista, consejera, disfrutadora de los aportes de los otros artistas. Digamos: única en su bondad, en su alegría, ese pajarito con sombrero que era Belkis Ramírez siempre te deslizaba su ternura, su sonrisa, su sinceridad a borbotones. Fuese en Noveau o en la Galería de Arte Moderno o en Casa de Teatro, cuando la veías sabías que ya tenías tu escondite, tu cómplice, tu garantía de felicidad, de escape, como si subieses a una azotea con flores mientras debajo algún King Kong estuviese haciendo de las suyas.

Belkis Ramírez, Tony Capellán, María Paredes, Pascal Mecariello en la Fiesta del Libro 2003 en el Palacio Consistorial de Santo Domingo. [Foto: Miguel D. Mena]

Momento 3

Nada lo dejaba al azar mi querida Belkis. Aun así, todo se nos hizo muy rápido en los últimos seis meses: dolencias, un diagnóstico equivocado, un tratamiento que no era, mientras ella no se nos deshacía entre consultorios y pruebas y salas de espera.

Uno siempre espera un milagro.

Uno siempre se resiste a las ausencias.

Uno no se empequeñece, vuelve a ese punto-niño, a la indefensión, a las lágrimas, a lo que no baja por la garganta, a la desolación, a un Santo Domingo cada vez más minúsculo, menos tuyo y más de la noche, más de la nada.

¿Qué pasó Belkis?

¿Por qué?

[16 de mayo, 2019]

Belkis Ramírez, Tony Capellán, 2003. [Foto: Miguel D. Mena]