No es casualidad que nuestras sociedades eleven al artista a la categoría de un Dios. Un artista mediante el dominio de ciertas técnicas crea nuevos mundos fantásticos o bien imita el que ya existe.

Con el avance de las nuevas tecnologías como la fotografía o la cinematografía en el siglo XIX, que plasmaban la realidad con más fidelidad y además permitían producir nuevas realidades, los artistas plásticos de occidente tuvieron que reinventarse.

Así surgieron movimientos como el impresionismo, el cubismo o el arte abstracto. Pero cuando el ingenio plástico se agotó a principios del siglo pasado, hizo su entrada el maravilloso arte conceptual al que le debemos invaluables piezas artísticas como “Comediante” (la famosa banana en el arte pegada con cinta adhesiva a una pared) o mi preferida “Mierda de artista” de Piero Manzoni.

Ya en el 1961, Manzoni era un férreo crítico del arte conceptual sin imaginarse que cien años desṕúes seguiríamos venerandolo y abriéndole cada vez más espacios. Sin lugar a dudas, presentar un urinario en 1917 era toda una hazaña, seguir presentándolo bajo otras formas y lecturas en el siglo XXI crea un poco de cansancio y aburrimiento.

Acelerar el uso de las nuevas tecnologías en la creación artística es elemental para los artistas de mi generación

Era una excusa para la generación anterior a la mía, los llamados baby boomers, porque muchos no tuvieron acceso a las nuevas tecnologías que hoy todos tenemos al alcance de nuestras manos, sobre todo los nacidos en países subdesarrollados.

Esto les llevó a  seguir repitiendo técnicas milenarias que se han usado desde hace 45 mil años para hacer arte rupestre, como el cerdo en las cuevas de Leang Tedongnge; técnicas que fueron hartamente dominadas hace siglos atrás por grandes maestros del arte cuyos cuadros cuelgan ahora en los museos más prestigiosos del mundo.

Lo que debemos tener en cuenta es que desde la aparición de las primeras manifestaciones artísticas,  el arte ha estado íntimamente ligado al avance tecnológico, por ejemplo al descubrimiento de nuevas pigmentaciones o de la cámara oscura. Hoy en día, tenemos nuevas tecnologías al alcance de nuestras manos, nuevas herramientas inexploradas para hacer arte. Sin embargo, la gran mayoría de los artistas de mi generación se quedan con pinceles y pigmentos, con moldes y readymades.

Pero por suerte en otras regiones del mundo hay un pequeño grupo mirando hacia el futuro. Desde la misma fecha en que Manzoni proclamaba su hastío por el arte conceptual, teníamos la exposición “Cybernetic Serendipity” en la que por primera vez se utilizaba la cibernética con el propósito de hacer arte.

Otra nueva forma de creación artística son los videojuegos. Desde los años ochenta de la década pasada, cientos de artistas han creado mundos inimaginables o realidades alternas combinando talentos multidisciplinarios. En los últimos años esta forma de arte ha dado un salto hacia la realidad aumentada y la realidad virtual, donde cobrará cada vez un mayor impulso. Juegos como “Doom” o “Monument Valley” han sido reconocidos por su gran valor cinematográfico y estético.

También existen numerosos ejemplos de creadores que incorporan las nuevas tecnologías a las artes tradicionales haciendo del espectáculo de la danza, del teatro o de las instalaciones una experiencia totalmente innovadora. Un ejemplo de ello son los trabajos de Miral Kotb.

Hoy en día, grandes pioneros utilizan la inteligencia artificial para crear todo tipo de piezas artísticas, como Ahmed Elgammal y Stephanie Dinkins. Hasta las grandes casas de subastas venden arte realizado con inteligencia artificial, en la que el ser humano desarrolla los algoritmos y la máquina crea el resultado apuntalando una inminente realidad: la máquina nos ha superado hace mucho tiempo en estas áreas.

Acelerar el uso de las nuevas tecnologías en la creación artística es elemental para los artistas de mi generación, sobre todo en mi país y sobre todo para que sus creaciones no pasen sin penas ni glorias por la historia del arte universal. Para trascender más allá del salón de una familia adinerada o de un museo que nadie visita necesitamos más innovación en el arte.