(Para los padres y abuelos que dejan huella. No hay espacio ni tiempo que puedan desvanecer su esencia.  K.C.)

Yina Guerrero
Yina Guerrero

Hay una complicidad entre abuelos y nietos, cual si la barrera de la edad no existiera. En Mi abuelo tiene ocho años, una hermosa historia escrita por Yina Guerrero, esta conexión se hace más que evidente.

La autora nos habla de la llegada del abuelo Max al hogar de Diego, ya que el anciano necesitaba cuidados especiales luego de “haber olvidado cómo llegar a su casa”. Este hecho desconcertó al niño, que se preguntaba “cómo alguien tan mayor olvida su camino.” Para calmarle, su madre le respondió que “era culpa del alemán”, confundiéndolo aun más.

Sin embargo, Diego estaba feliz de tener a su abuelo tan cerca, y como éste era “madrugador por excelencia”,  pasaba mucho tiempo con él, conversando, inventando y  jugando, como si tuvieran los mismos años. Aunque le impacientaban sus olvidos y cambios de humor, nada lo separaba de él. Ni el hecho de que su abuelito frecuentemente olvidaba su nombre o que cuando iniciaban un juego, como el de buscar a un fantasma dentro del armario, de pronto se iba y no recordaba qué estaban haciendo, ni cuando por momentos insistía en que él no era su abuelo.

Hasta que un día el anciano desapareció con la bicicleta roja del pequeño. Diego salió a buscarlo por el vecindario y, cuando por fin lo encontró, le regañó diciendo que “estaba muy mayor para andar en bicicleta”, a lo que el abuelo respondió que él “solo tenía ocho años”.

El pequeño no soportó y exigió a su madre una explicación. Ésta respondió que el alemán al que se refería era la enfermedad de Alzheimer.

De pronto, todo se aclaró en su mente y, acercándose a su abuelo, tomó sus manos arrugadas entre las suyas y mientras acariciaba “sus dedos ásperos por la vida y el trabajo”, le preguntó si lo recordaba. El anciano, sonriendo y mirándole a los ojos le dice: “Eres mi nieto Diego”.

Yina Guerrero nos ha brindado una historia sin desperdicios, narrada con fluidez y belleza, comprensible para el joven lector. Sin sonar aleccionadora, ha tocado un tema que muchos prefieren ignorar, hasta que alcanza a alguien cercano. A través de ella, se sensibiliza y muestra que el conocimiento, amor, paciencia y comunicación son clave para mantener el vínculo con el recuerdo indeleble de afecto y calidez, y que solo está a la distancia de una mirada o un roce.