Todos lo que pasamos de los tá largos conocemos esta esquina ubicada frente al Cuerpo de Bomberos,  al inicio de Avenida Mella.

Desde hace tiempo, el edificio y la propia esquina permanecen congelados en el tiempo.

Si hacemos ficción,  a mi me da por pensar que en su interior se escuchan conversaciones indistintas Voces que chocan con otras.

Una de las fantasmales conversaciones podría ser algo así como “Allá abajo, por la Palo Hincado, están repartiendo armas. Nos invadieron los gringos y un tal Pichirilo y su gente están repartiendo hierros a tó el mundo ¿vamos o nos quedamos? ¿tú te atreves?

Vainas que le dan a uno por pensar al observar este edificio que creo todavía es Polanco Radio, vencido por la vida online. En sus días de esplendor se convirtió en uno de los espacios comerciales por excelencia para la compra de artículos electrónicos al menudeo y por mayor.

La Avenida Mella es una locación permanente para el rodaje de películas. Sus transeúntes y los eternos vendedores de libros, discos en vinilo, relojeros, pócimas para el calembo y   mamajuana para lo mismo,  son actores de muchas vidas. Ocultan deseos truncados, noches de tarantines y barras olorosas a ron y caricias,  desgarros de amor y el privilegio de haber visto en vivo y director a Daniel Santos , El Inquieto Anacobero, cantando Dos Gardenias en el Antiguo Cine Lido.

El edificio de Polanco Radio, en caso de que no exista la tienda, podría ser un centro cultural para la Zona Colonial, San Carlos y barrios colindantes.

Alguien dijo en las redes sociales que el edificio, como muchos otros semiabandonados en los alrededores, costarían una millonada sus adquisiciones para convertirlos en teatros, etc.

No lo dudo. Lo cierto es que necesitamos más centros culturales y menos bancas de lotería.

Los tiempos están plagados de improvisación, prisas y productos culturales que permanecen menos que un chicle en la boca de un niño. Nada tiene valor, y si lo tiene, se borra con un paño de cocina y un salivazo.

Sería buena idea erigir centros culturales en espacios de naturaleza natimuerta.  Y pendejo yo creyéndome el cuento de que eso alguna vez pasará.