Balaguer visitó zona de combate y cambió el mando operativo contra Caamaño
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Los días martes 6 y miércoles 7 de febrero de 1973 fueron suficientes para saturar el poblado de San José de Ocoa de militares y policías que estaban permanentemente en las calles y muy celosos de cualquier conversación y sobre todo reunión de más de dos personas.
Los integrantes de los partidos opositores ya estaban detenidos o escondidos, mientras que la confrontación militar en las montañas no daba ninguna esperanza para las Fuerzas Armadas y el gobierno.
En una acción que retrata plenamente la disposición del entonces presidente Joaquín Balaguer de conducir en persona la orientación que condujera a la liquidación física del grupo guerrillero, el gobernante abordó un helicóptero miliar y recorrió, con paradas en distintos puntos, la zona por la que incursionó la guerrilla y recabó personalmente información sobre sus componentes para en horas de la noche hablar al país por radio y televisión y denunciar una trama subversiva contra el gobierno constitucional.
Su resumida intervención en la televisión fue un informe de este viaje y un intento claro de involucrar a Juan Bosch y a José Francisco Peña Gómez, los dos principales líderes del PRD que habían ido a la clandestinidad, en la recepción del grupo guerrillero y en los planes para desestabilizar al gobierno.
Balaguer estaba convencido, como a su vez lo estaba el Grupo Asesor de Asistencia Militar (MAAG) de Estados Unidos en el país bajo la jefatura del coronel Brian J. Bosch, de que el desembarco por Azua era una distracción para facilitar la llegada de Caamaño con mucho más tropas por otro punto del territorio nacional y levantar la Capital y otras ciudades más importantes.
Por eso Balaguer dice en su discurso: “Hace apenas algunas horas regresé de las zonas del municipio de San José de Ocoa en donde actualmente se desarrollan algunas acciones subversivas que realiza el grupo de guerrilleros que desembarcó presumiblemente la madrugada del sábado último en la playa de Caracoles, de la provincia de Azua. Después de conversar por algunos momentos con los altos jefes militares que han recibido la misión de erradicar de esas zonas estas actividades anti-dominicanas, inspeccioné personalmente, en compañía del Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas y del Jefe de Estado Mayor del Ejército, el sitio en que el lunes último (día 5) se produjo el primer choque sangriento entre una patrulla militar y el grupo de guerrilleros”…
Balaguer agrega que siguió en helicóptero visitando los lugares donde por señalizaciones de los mapas dejados por los guerrilleros en el yate se proponían atacar. “Conversé en los sitios donde se realizan las operaciones con rasos, sargentos y campesinos de las zonas aledañas. La impresión que traje de esta rápida visita al lugar en que se desarrolla esta nueva aventura sediciosa contra la paz de la República es sencillamente lo que militarmente se denomina “una operación de distracción”.
Para Balaguer, lo que había en las montañas era una acción tendente a “obligar al gobierno a concentrar en esas zonas (montañosas) la mayor cantidad posible de efectivos militares para dejar sin suficientes elementos de defensa la capital de la República y otros puntos del país en que ese grupo, presumiblemente, se propone abrir nuevos focos subversivos”.
De su lado, el coronel Brian J. Bosch dice que los asesores militares norteamericanos estuvieron convencidos de que el desembarco por Azua era un fuego de distracción para facilitar la entrada de Caamaño muy probablemente por el norte con una fuerza considerablemente mayor y tomar una gran ciudad en el inicio del plan insurreccional.
Esa convicción tanto de los asesores militares estadounidenses como de Balaguer hizo movilizar fuerzas militares por aire, mar y tierra a lo largo de la costa norte y sur del país en espera del grupo mayor, mientras que en la Capital y Santiago fueron adoptadas medidas especiales de patrullaje y ocupación de planteles escolares y el campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Como puede verse, Balaguer reaccionó a las primeras bajas provocadas por la guerrilla el día 5 de febrero de 1973 con una inspección personal en el teatro de operaciones, con un discurso a la nación anunciando que había un plan subversivo procedente del exterior dirigido por Caamaño y señalando a Bosch y a Peña Gómez de tener en conexión con la guerrilla.
Como elementos de prueba hablaba de una fotografía “del cabecilla de la revuelta del 24 de abril en compañía de su querida o de su esposa legítima”, de un escrito firmado por el mismo Caamaño, parques de guerra y de boca, mapas, explosivos y manuales de táctica militar.
Junto a esas líneas gruesas de conducción, Balaguer había adoptado en la mañana de ese día 7 la decisión de relevar al general Elio Osiris Perdomo Rosario de sus funciones de comandante de la Tercera Brigada que tenía su puesto de comando en Ocoa y de comandante de Operaciones en la persecución del grupo insurrecto.
El desespero de Balaguer por acabar con el foco en la montaña era proporcional al temor de que nuevas fuerzas desembarcaran en el territorio nacional o que se levantaran más hombres armados en Santo Domingo o Santiago.
Por eso Balaguer designa al capitán de navío Manuel Ramón Montes Arache jefe del patrullaje en la Capital y al capitán Héctor Lachapelle Díaz en Santiago. No hay que olvidar que esos dos militares formaron parte del mando de Caamaño en la Guerra de 1965 y fueron sus principales lugartenientes hasta poco después de que el jefe constitucionalista se estableciera en Cuba para preparar el retorno al país.
Poco tiempo después ellos abandonaron el lado de Caamaño y volvieron a ponerse a disposición de las Fuerzas Armadas, por lo que Balaguer accionó para que ellos se definieran públicamente contra su antiguo jefe y así lo hicieron.
Pero no solo Balaguer y Brian J. Bosch con su equipo estaban convencidos de que la guerrilla contaba con respaldo, sino que la totalidad de los oficiales de las Fuerzas Armadas suponía que Caamaño no se atrevería a coger el monte contando solo con ocho hombres.
El general Ramiro Matos González consignó en el libro “El guerrillero y el general, diálogo entre adversarios”, escrito por él y Hamlet Hermann, que “prácticamente todos los oficiales superiores decíamos: Es imposible que esa gente esté sola ahí. Algo viene de fuera o algo hay en la ciudad. Se consideraba una locura que ocho hombres se atrevieran a enfrentarse a todo el poderío de las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional. Algo grande tenía que haber alrededor de ese desembarco, pensábamos nosotros”.
¿Cómo se hizo el relevo del general Perdomo Rosario ese miércoles 7 de febrero de 1973?
En horas de la mañana de ese día a la radio operada en una de las casas de campaña (en realidad lonas de camión fijadas en tierra por estacas) colocadas en toda la cuadra al este del cuartel de la Policía Nacional de San José de Ocoa llegó un pedido que había que asistir de inmediato.
Un diminuto soldado, desprovisto de armas, salió hasta el mismo frente del cuartel de la Policía y se paró frente al teniente coronel Manuel de Jesús Sánchez Cuevas, y le dijo:
-Coronel Sánchez, le llaman de M-1.
El oficial reaccionó sorprendido: -Ten cuidado con lo que estás diciendo. ¿Tú estás seguro que me llama M-1?
-Sí, señor, lo llaman de M-1.
Dirigiéndose al encuentro con el soldado que estaba parado en atención como a seis pies de distancia para ir a contestar a la radio, el coronel Sánchez finalmente advirtió: -Mira, M-1 es el Presidente de la República. Si no es M-1 que me llama vas a tener problemas.
Pocos minutos después ya era de conocimiento la destitución del jefe de Operaciones, Perdomo Rosario, y en su lugar fue colocado el general Juan René Beauchamp Javier, a quien se le asignó como segundo al mando al general Ramiro Matos González, entonces subjefe de la Fuerza Aérea Dominicana y con experiencia en lucha antiguerrillera.
El mismo Sánchez Cuevas fue designado jefe de Inteligencia al servicio de los mandos operativos que estaban en las montañas.
Aunque Matos González declaró posteriormente que ese día fue llamado a la sede de las Fuerzas Armadas por el general Pérez y Pérez, quien le pidió que se alistara porque ambos irían hacia Ocoa, era obvio para él que quien hizo la designación de Beauchamp y la suya fue el propio presidente Balaguer quien dirigía al hilo la confrontación con la guerrilla.
El general Matos González tenía la convicción de que la destitución de Perdomo y su nombramiento vino directamente de Balaguer y así lo escribió en libro antes citado: “A mí me parece que el relevo del general Perdomo no fue una decisión de la Secretaría de las Fuerzas Armadas, ni de la Jefatura de Estado Mayor del Ejército. Eso tiene que haber sido una orden proveniente del Palacio Nacional. Sólo el Presidente de la República podía hacer una exigencia de resultados militares a tan breve plazo y aplicar una sanción de esa naturaleza. Esa fue, supongo yo, la primera reacción del doctor Balaguer ante la escasez de resultados que obtenían los responsables de dirigir la lucha contra la guerrilla… El Presidente de la República no pareció estar conforme con los resultados de las acciones dirigidas por el general Perdomo y se nos designó creyendo que podríamos acabar con el levantamiento de inmediato”.
Con las decisiones de Balaguer y los nuevos jefes operativos sobre el terreno, lo que caracterizaba la situación era que la guerrilla había golpeado primero provocando tres muertos y tres heridos, contra un herido leve (Lalane José) y pese a que las Fuerzas Armadas declaraban que tenían al grupo dentro de un cerco táctico, lo que realmente pasó fue que la pequeña tropa de Caamaño eludió el contacto y los militares no los podían ubicar con precisión.