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Era evidente que ante la convicción de los militares dominicanos y norteamericanos de que el desembarco guerrillero de Caracoles no podía ser un hecho aislado y había la duda de si ya Caamaño estaba en el territorio nacional -opinión que compartía Balaguer- el gobernante buscaba todos los medios para informarse directamente del curso de los acontecimientos.
Por eso, exactamente una semana después del primer recorrido en helicóptero militar por la zona donde operaba la guerrilla, Balaguer volvió a su rol de informarse directamente en el teatro de operaciones: Ocoa y las montañas al noroeste.
Con el deseo de acabar con la guerrilla de inmediato, Balaguer vuelve a Ocoa y visita zonas rurales en helicóptero militar, vuelve a conversar con oficiales y soldados buscando formarse un juicio lo más cercano a la realidad. Ese día los militares lo reunieron con varios guías campesinos en La Horma, a los que el gobernante interrogó cual si se tratara de un analista de inteligencia.
¿Por qué Balaguer vuelve a la zona de operaciones tan rápidamente?
Creo que dos hechos podrían explicarlo convincentemente: los militares no lograban volver a chocar con los guerrilleros pese a que tenían la orden de aniquilar al grupo de inmediato a cualquier costo y por cualquier medio y porque los asesores militares de Estados Unidos recibieron una información precisa y comprobable de que era Caamaño quien estaba en las montañas.
Para Balaguer era crucial saber con certeza si era Caamaño el jefe y por eso se dedicó a interrogar personalmente a campesinos que vieron a guerrilleros, lo mismo que a soldados que los perseguían desde hacía una semana sin volver a chocar, pese a que los informes de los jefes militares de que estaban cercados y próximos a aniquilar.
Un factor que debió complicar las conclusiones de Balaguer sobre todo esto, eran los contenidos de los mensajes que enviaba el profesor Juan Bosch a los medios de comunicación desde los lugares donde estaba escondido.
Ya sabemos que pese a que Federico Lalane José le informó a Bosch el día 3 de febrero de 1973 que era Caamaño quien había desembarcado y le dio la fuente de su información en la presencia en la ciudad de Santo Domingo de uno de los guerrilleros que vino en la expedición (Carlos Toribio Peña Jáquez), desde el primer momento el entonces líder del PRD se convenció de que no podía ser cierto (era lo que le convenía, no lo que marcaba la realidad) porque el muy conocido Emilio Ludovino Fernández le merecía más credibilidad que el desconocido guerrillero y el hermano de Rafael Tomás Fernández Domínguez le había dicho frente a José Francisco Peña Gómez que Caamaño respaldaba la línea política del PRD que era la de llevar al presidente Balaguer a su propia legalidad.
Frente al pueblo dominicano y en su intercambio con los dirigentes perredeístas, Bosch mantuvo la prédica de que no había tales guerrilleros y que se trataba de un invento de Balaguer para sacarlo a él del país al igual que a Peña Gómez.
Por eso dice claramente en su primer mensaje manuscrito entregado a los medios el 5 de febrero que tanto el pueblo como el PRD estaban sorprendidos por la noticia del desembarco guerrillero, porque ninguno de sus dirigentes “tenía la más remota idea de que se preparaba un hecho semejante”.
Un “hecho semejante” puede ser en el imaginario popular (que Bosch conocía mejor que nadie) algo insólito, inexplicable, que nadie podía compartir, y de inmediato hace su primera orientación a la militancia del PRD: “Todo perredeísta permanecerá ligado al organismo al cual pertenece. Hay que mantener el Partido organizado y unido contra viento y marea, sin dejarse agitar por nadie que no sean sus líderes naturales”.
No hay que ser un experto para entender que ese nadie es cualquier persona, desde Caamaño que estaba al noroeste de El Cercado, San José de Ocoa, hasta otra que lo apoyara en su lucha, y que esos líderes naturales eran solo dos: Juan y Bosch.
Por si quisiera agregar más confusión ante un hecho evidente y del que estaba totalmente informado y primero que los militares y Balaguer, Bosch termina su primer mensaje desde donde estaba escondido con la consigna de “¡Organización y unión para luchar contra los enemigos de la Patria!”.
El perredeísta de a pie debía interpretar que los enemigos de la Patria son los invasores que en este caso no lo eran, pues se trataba de dominicanos que venían a luchar armas en mano contra el gobierno, aunque fuera constitucional, pero no era a sojuzgar la soberanía de la Patria como lo hicieron los soldados haitianos en 1922 y los norteamericanos en 1916 y 1965.
Mientras Bosch “orientaba” a la militancia de su partido y a la parte del pueblo que le creía en la duda de la existencia de guerrillas bajo un líder tan popular como Caamaño, dio un paso político en forma oculta que era digno de que se conociera antes de su muerte y que lo revela el coronel Brian J. Bosch, jefe del Grupo Asesor de Asistencia Militar (MAAG) de Estados Unidos en el país.
En su libro “Balaguer y los militares dominicanos”, publicado originalmente en inglés en 2007 y luego en español por la Fundación Cultural Dominicana en el año 2010, el agregado militar de Estados Unidos escribió en la página 263:
“El día ocho (de febrero de 1973) hubo un mayor esclarecimiento acerca de la guerrilla por parte de una fuente inesperada: Juan Bosch, quien estaba escondido. Le envió a la Embajada norteamericana, a través de intermediarios, una explicación por escrito sobre su actual posición política, en la cual incluía una declaración de que los guerrilleros realmente habían desembarcado el 2 de febrero y que sólo un insurgente había procedido hacia la capital, no dos como había reportado el Presidente Balaguer. Bosch sostenía que había obtenido esa información el 3 de febrero (un día antes que las Fuerzas Armadas), pero que él y el PRD no estaban involucrados en la expedición”.
En otras palabras: al pueblo dominicano y a los perredeístas que tuvieron a Caamaño como líder cuando el depuesto presidente estaba en Puerto Rico durante la Guerra de 1965 Juan Bosch les decía que eso de la guerrilla era un invento de Balaguer para sacarlo a él y a Peña Gómez del país, mientras a la embajada de Estados Unidos le escribió que los guerrilleros realmente habían desembarcado el 2 de febrero… pero que él y el PRD no estaban involucrados en la expedición. ¡Tremendo líder!
Solo hay que suponer qué pensaría Balaguer cuando el secretario de las Fuerzas Armadas, contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes; y el jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional, general Enrique Pérez y Pérez, le informaban que los norteamericanos sabían a “ciencia cierta” que era Caamaño con siete hombres sin mochila que estaban cercados en las montañas de Ocoa.
Sin duda que Balaguer quería y podía ver la zona de operaciones para determinar cómo extinguir a los guerrilleros, neutralizar al PRD, informar todo eso al país y al mundo el 27 de febrero ante el Congreso Nacional y preparar su reelección un año después. Por eso prefería exponerse con frecuencia a ir a Ocoa y a las montañas donde debía estar la guerrilla.
Mientras los guerrilleros escalaban las estribaciones más altas de la cordillera Central en busca de poblados inexistentes tratando de obtener alimentos y contacto con la población cobijada por extensos pinares (donde no se produce nada que sirva como alimento), en Ocoa, Constanza, Padre Las Casas, Barahona, Azua, Baní, Santo Domingo, Santiago y otras ciudades, había una ocupación militar que impedía y atemorizaba el libre tránsito.
En Ocoa, ningún vehículo público o particular podía salir de la ciudad hacia la zona rural al norte y al oeste del poblado. Los que salían desde ahí hacia el Cruce de Ocoa en la Carretera Sánchez, al igual que los que entraban, eran minuciosamente registrados –equipaje, cargas y personas-, mientras en la ciudad nadie podía hacer reuniones ni caminar siquiera en forma sospechosa.
Un hecho ilustra el control militar que había en la ciudad. Una noche que debió ser la del día 9, en el extremo sur de la calle 27 de Febrero de Ocoa, en el sector Pueblo Abajo, donde ya terminaba la zona urbana y comenzaban los potreros de Los Cachones de Lalo Read, una patrulla militar sintió un susurro en el interior de una casa. Un cabo tocó a la puerta por el frente mientras los otros dos soldados tomaban el control de los dos callejones y pidió abrir la puerta de inmediato.
Cinco o seis hombres que estaban en su interior jugando a los dados salieron huyendo hacia el potrero, los soldados hicieron fuego y en el acto cayó traspasado en el pecho por una bala 7,62 de fusil FAL el jovencito Wilson Danilo Mejía, quien era y es mi amigo. Recogido e interrogado por los soldados y ante la evidencia de que no se trataba de una reunión conspirativa, fue llevado al Hospital San José y tras una cirugía sin complicaciones porque el proyectil pasó su cuerpo sobre el corazón sin tocar la clavícula, logró recuperarse en una semana.
Diez días justos corretearon montañas los guerrilleros viendo a los soldados casi a diario, sus helicópteros y hasta escuchando las conversaciones, pero las tropas del gobierno no chocaron con ellos hasta la noche del día 15 cuando sintieron los pasos de Mario Nelson Galán Durán, puntero de vanguardia de la pequeña columna comandada por Caamaño, cuando se acercaba a una emboscada situada en una hondonada justo al lado oeste de la carretera Ocoa-Constanza, en Sabana Quéliz, y fue recibido con fuego en ráfaga de ametralladora, lo que retoma los combates y el futuro de la guerrilla que continuaré en la entrega cuatro de cinco.
@FelipeCiprianp