SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La XXVIII Bienal se constituye ahora en un privilegiado campo de admiración de público, estudio de quienes cursan estas artes e investigación de parte de críticos y todo puesto en un solo lugar. Tal es su valor.
El evento de este tipo es el más antiguo de América, por su creación en 1942 por iniciativa del entonces director general de Bellas Artes, Rafael Díaz Nietzchse, creador del movimiento moderno de las artes en la República Dominicana, es un patrimonio cultural que debe ser respetado y analizado a fondo, en virtudes y debilidades, para su superación a corto o largo plazo.
La Bienal debe ser visitada y respaldada por el público durante los tres meses que permanecerá disponible en tanto un espectáculo de arte, con altas y bajas, pero que sin duda es la muestra más completa de la producción artístico-plástica criolla.
El laudo de premiación es justo en el marco del universo plástico dejado por el jurado la selección, que recibió 606 proyectos, y que aprobó unos 200, de entre las cuales diez fueron premiadas por sus méritos y condiciones estéticas.
Algo no conecta
Pero, de alguna forma, allá en el fondo de la garganta, queda, ácido y latente, el sabor de que algo falta. No es que haya sido injusto el resultado final. No. Fue justo en sentido amplio. Es que algo queda suelto en la relación general de lo presentado.
¿Estaremos a la altura, con el grueso de estas obras de la Bienal, de Arco Madrid, el mercado del arte visual que en la capital española marca una pauta mundial y en la que vimos desfilar en sus galerías hace 20 años, piezas similares a lo que aquí seguimos teniendo como “lo último”.
Falta avanzar mucho más en las corrientes de vanguardias plásticas. Sigue pendiente el desafío de la actualización, lo que no resta valor a ninguna de las propuestas premiadas. Sentimos que sigue esperando una consagración del arte visual dominicano.
Los ausentes
De entre las firmas plásticas que son una marca, hay dos perfiles: las que sabemos que enviaron sus proyectos, como el caso de Pedro José Gris, y que no pasaron el criterio de los jurados de selección, (vaya usted a saber por cuales razones, justas o injustas de buen criterio o criadas por la “mala crianza” de las desavenencias personales, tan propias de un medio estrecho y hostil de sus entretelones) y aquellas firmas que se abstuvieron de presentar obras por el deseo que se destaque el nuevo talento, porque no querían competir o porque lo les dio el tiempo o las ganas de hacerlo.
Evaluación de los premios
Raúl Morilla, con su instalación Claustro para el Edén Morilla convoca encierro, soledad, opresión y silencios.
La instalación, ubicada en la planta 0 (sótano, al lado del patio Español) del Museo de Arte Moderna, constituye un trabajo de una enorme demanda conceptual y de elaboración con la sincronización y producción visual de sus elementos de video, jugando con el desnudismo masculino sin alborotar pieles sensibles. Merecido el laudo.
El jurado de premiación fue integrado por Jorge Severino; Danilo De los Santos; y como invitada internacional, la catedrática en la Universidad Bordeaux Montaigne, directora del Centro de Investigación Carhisp (AMERIBER), Michèle Dalmace.
El maestro de la plástica nvitado de honor es Fernando Peña Defilló, creador visual con una sólida formación y ejercicio tanto en el país como en Europa, y de cuya obra se inauguró una muestra en la galería del Palacio de Bellas Artes como parte del programa de la Bienal.
Tony Capellán, instalador y poeta, es el invitado especial. Sus instalaciones, ubicadas en una sala especial, se basan en la recolección de materiales desechados y recogidos a la orilla del mar. La pena es que la principal no se pueda apreciar por no contar con un punto de vista a una altura que facilite su mejor perspectiva.
La lógica mandaba que fuera ubicada en el piso O, ¿sótano?- de MAM para que se viera desde todos los pisos. Capellán es el tipo de artista coherente y auténtico que ha desarrollado mil batallas a partir de su forma de ser. Nobleza estética y militancia desde sus criterios, le adornan.
Los nueve Premios Igualitarios, cada uno con 250 mil pesos de dote, por en las categorías, fueron asignados así:
Acciones plásticas resultó ganador “Microcosmos VI”, del artista Joan Jiménez; una de las más actualizadas visuales expresiones en la Bienal y consistentes en el desarrollo de su concepto. Tiene sabor a calidad por el desarrollo de sus formas.
Cerámica correspondió a “Solo azul”, de Cristian Tiburcio, con un trabajo de técnica elaborada al detalle y evidenciando un dominio total de la técnica. Armonía en sus formas.
Escultura, “M3”, de Delio García, re-elaboración a partir de la cabeza de una excavadora mecánica, a la que otorga independencia conceptual para transformarla como una criatura mecánica que amenaza o acentúa el drama de la espera.
En dibujo, gana la obra titulada “Vaina mía”, de Magno Laracuente.
Fotografía, “Heredad”, de Angelita Casals, que reivindica ternura, complicidad filial, conexión generacional y compromiso social. Realismo rural manejado con acierto y que da cuenta de un ojo fotográfico para escenas producidas con criterio.
Instalación: “«Saudade»”, de Ginny Taulé Paiewonsky, uno de los más finos trabajos de la Bienal que, jugando con luces tenues y formas acabadas, transmite un discurso intenso e interminable, oleadas de sensaciones invaden a quien se deja arropar por su ambiente de soledad estética para remover el tema de la violencia de género en torno al símbolo de la cama que puede ser de relaciones de poder o de intensa pasión, todo depende.
Obra Gráfica: “La pena que nos une (serie Feminicidio)”, de Julio César Peña, grito visual que rasga el alma de un artista varón que se identifica frente a la epidemia de violencia contra las mujeres. Noble en su elaboración, es expresión de actualidad técnica y cuidado del virtuosismo que demanda su elaboración.
Pintura, “Desplazamiento involuntario”, de Carlos Baret, una fina elaboración que sugiere la desestructuración del ser humano a partir de una disección geométrica, que apunta la precisión de su técnica y la fuerza inspiracional de su motivo.
Video y/o multimedia,”Luna Klolousky”, de Martín López (Estos trabajos los comentaremos más adelante).
Las menciones de honor
Fotografía “Cada cabeza es un mundo” de Guadalupe Rodríguez Ortega;
Dibujo titulado “En un soplo” (tríptico)” de Inés Tolentino; Obra gráfica “Dominicón: un baño de pueblo en gráfica” de Raúl Recio.
Apertura política
Quedan atrás los tiempos en que se limitaba el planteamiento político plástico crítico, admitiendo, por parte de jurado de selección, piezas de un alto contenido que ilustra y denuncia hechos de la realidad, tal cual ocurre con la pieza No ha lugar, así se evacúa una sentencia, del artista dominicano residente en NY, Diogenes Abreu, quien la envió por Gadejo, en el convencimiento de que sería rechazada. Abréu debe haberse llevado el susto de su vida al verse seleccionado y en un punto muy destacado de la Bienal (al descender las escaleras hacia el sótano. El jurado le dio una lección de tolerancia y responsabilidad, al admitirla.
Pintura y escultura
Siguiendo una lamentable tendencia internacional, la pintura, en tanto arte noble y la escultura, siguen perdiendo espacios. Hay buenas piezas, pero son pocas, en relación con las propuestas no tradicionales y se van destacando más por escasas que por su presencia.