Zama

Título original: Zama. Género: Drama. Dirección: Lucrecia Martel. Guión: Lucrecia Martel (Novela: Antonio Di Benedetto).  Reparto: Daniel Giménez Cacho, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Lola Dueñas. Duración: 1 hora 55 minutos. Clasificación: + 14 años. País: Argentina.

“Zama” dirigida por la realizadora argentina Lucrecia Martel (La ciénaga, 2001) película que nos ocupa dedicarle este análisis, es uno de los más insuperables ejemplos de cómo se aborda ese complejo proceso intersemiótico (literatura a cine) que muchas veces puede llevar al fracaso cualquier intento si no se conoce las reglas que rigen ambos mundos.

Tomando la novela de Antonio Di Benedetto publicada en Buenos Aires en 1956 y ambientada en la América colonial, Martel construye un mundo ficticio a partir de las claves que le ofrece la novela, interpretando libremente los intersticios que están justificados en cada una de sus páginas, respetando el contexto de la historia, pero hurgando en todas las posibilidades que ofrece el lenguaje fílmico.

“Zama” cuenta el desarraigado por la espera de un ascenso que nunca llega a Diego de Zama, un funcionario del imperio español del siglo XVIII en la Sudamérica colonial. Su espera de Asunción a Buenos Aires se convierte en su propio yugo existencial donde, sumido en la lentitud del tiempo, va perdiendo toda esperanza.

La película no maneja una estructura narrativa formal, ella se vale del uso de texturas y densas atmósferas visuales y sonoras colocadas de manera simbólica para romper con el rigor uniforme del proceso fílmico para entablar un diálogo desaforado con el público.

Este retrato del hombre colonial americano se posterga a sí mismo para llegar a la reflexión de la alineación presente en la vida de los que fueron a las tierras del Nuevo Mundo a buscar la gloria, pero quedaron atrapados dentro de un marasmo de promesas, de pactos, de revoluciones y de mestizaje violento.

La animalidad juega su rol simbólico y específico donde la realizadora anuncia al público de que lo que observa puede ser real o no, y donde los enigmas fantásticos se entrecruzan con la forma en que se devela la ironía. Por ejemplo, cuando una llama se presenta varios lugares detrás de Zama, como un aparente recordatorio de la irrealidad que envuelve la vida de este funcionario.

Los diálogos escritos por Martel tienden a mantener la textura polisémica de cada frase expresada por los personajes, los que desvelan la psiquis interior de la mentalidad de ese conquistador que ha caído en las zarpas del tiempo, donde la comunicación entre la colonia y la corona se convierte en un abismo de espera.

Zama así lo siente y sabe que no puede hacer nada más allá de lo que el tiempo impone, por eso su recurso de internarse en una expedición para dar caza al temido Vicuña Porto, se convierte en un viaje que lo interna más profundo por los rincones de la soledad como aquel que también hiciera Charlie Marlow en la novela de Joseph Conrad.

El juego entre lo visual y lo sonoro rompe con esa lectura convencional, no se adapta a los rigores normales de narración. Por eso el sonido del ambiente que rodea a Zama adquiere una dimensión focal de aquellas cosas que traducen otros aspectos de la realidad.

Esto provoca, además, que la concepción temporal de los hechos, se estiren o plieguen según la voluntad o las circunstancias, cuestión que motiva en el espectador a que aspire la atmósfera de limbo en que se encuentra el personaje de Zama interpretado por Daniel Giménez Cacho, soberbio e introspectivo quien ofrece una calidad extrema a su personaje.

Brillantez expositiva es lo que se puede deducir de una obra como esta, marcada por una carrera de una realizadora que ha impuesto su sello, su identidad dentro de esta colorida amalgama cinematográfica presente en el cine latinoamericano.