“X-Men” ha sido uno de los productos de mayor trascendencia de la Marvel Comic. La idea de una raza de mutantes plantea muchos aspectos filosóficos de la evolución de la raza humana.

Este ha sido el sustento de esta serie que tuvo su lugar preponderante en las revistas y que en el cine se ha convertido en una exitosa franquicia.

Después de unos cuantos episodios cinematográficos, ahora se hace una precuela para contar el origen de muchas de las situaciones que el público ha conocido.

Teniendo al director Matthew Vaughn, como responsable de llevar este episodio a buen término, la saga de mutantes vuelve a interpretarse teniendo algunas partes de su trama ancladas a las historietas y otras ideadas directamente para el filme.

El trasfondo histórico para esta ocasión es la crisis de los misiles de 1962, cuando Estados Unidos descubrió que la Unión Soviética estaba instalando misiles en Cuba. Este contexto de la Guerra Fría sirve de base para dinamizar una historia que cuenta con varios elementos a su favor.

La misma parte de la juventud del profesor Xavier y Eric Lensherr (Magneto), antes de convertirse en rivales y cuando unieron sus fuerzas para ayudar a los demás mutantes a aceptar su naturaleza.

El filme presenta un buen ritmo, focalizando su potencialidad en llevar una historia atractiva para el público conocedor, en captar nuevas audiencias y que defina la naturaleza de su dinámica como historieta.

A parte de algunos guiños como la presencia cameo Jackman como Wolverine o Carrie-Ann como Mystic, la historia queda condensada a ofrecer nuevos detalles de la saga.

Quizás esto es lo que la hace atractiva: situarla bajo un contexto diferente a las demás y establecer parámetros distintos de utilización de los recursos narrativos.

Si ser la mejor de la saga, “X-Men: primera generación”, le da un nuevo impulso que seguramente continuará su presencia en la pantalla grande.