La factoría de la Marvel Comic es una de las más rentables dentro del negocio del cine. Sus personajes han gozado del seguimiento incondicional de millones de fanáticos que consumen y seguirán consumiendo las aventuras de sus personajes.

Thor, en los últimos años, ha sido uno de los más favorecidos puesto que desde su nueva versión en el 2011, su participación en el episodio de Los Vengadores (2012 y ahora en esta secuela, lo ha afianzado por encima de los demás superhéroes del universo Marvel.

En Thor: El mundo oscuro, el dios mitológico continúa luchando por restablecer el orden universal, pero fuerzas adversas le impedirán cumplir con tal misión.

Este planteamiento es una justificación para verter sobre la historia una serie de efectos visuales, parafernalia estilística que define aún más el poder del mercadeo y la línea de producción que se viene realizando con este personaje.

Al igual que los demás prototipos de la Marvel, Thor es lanzado hacia una universalidad de contenido que se posiciona dentro de un mercado que le es altamente favorable por los millones de seguidores en todo el mundo.

Este producto masificado viene de la mano de Alan Taylor un buen artesano que ha dirigido series como  Juego de Tronos y Bored to Death y el filme Palookaville (1995). Taylor trata de equilibrar el tiempo y el ritmo de las escenas que, después de un aburrido espacio dedicado al planeta Asgard, explosiona en la recta final con un juego explosivo de acción y efectos visuales.