(Crítica de cine de Félix Manuel Lora)
Título original: Relatos salvajes. Género: Comedia negra. Dirección: Damián Szifrón. Guión: Damián Szifrón. Reparto: Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Oscar Martínez. Duración: 1 hora 59 minutos. Clasificación: + 16 años. País: Argentina/España
Damián Szifrón, cuya experiencia televisiva determina la creación de la teleserie “Los Simuladores” (2002-2003), inicia una carrera cinematográfica con un par de filmes como “En el fondo del mar” (2003) y “Tiempos de valientes” (2005), y que ahora salta al reconocimiento mundial con un “relato” no menos que “salvaje”.
“Relatos salvajes” es a su vez un compendio de muchas cosas y con pocas explicaciones a un tema cómo es la violencia social o la violencia que se refleja en cada uno de las personas producto de las exclusiones que viven millones en todo el mundo.
Szifrón construye una especie de fábula comercial que, como Esopo moderno, intenta reflejar las costumbres y veleidades humanas a través de un conjunto de personajes que fácilmente pueden ser reconocibles dentro de esta fauna social en que se vive.
La película consta de seis episodios distintos sin conexión narrativa, pero zurcidos por un tema en común que la hacen tener un grado de uniformidad argumental.
El primer episodio es un ejercicio de humor negro y de ironía que puede resultar de la “casualidad” aparente cuando en un mismo vuelo comercial coincide un grupo de personas que tiene un lazo común con un tal Pastenack, sujeto que los coloca en el mismo trayecto de una tragedia anunciada.
Inicio trepidante para un mosaico alternado con la intriga, la comedia y la violencia. Los demás episodios se van construyendo basado en la misma premisa, pero situándose cada uno en el contexto que le corresponde.
Un ingeniero experto en demoliciones hace su propia justicia ante la injusticia del sistema burocrático; una moza y una cocinera de un parador de mala muerte revelan un ajuste de cuentas contra un funcionario corrupto; un casamiento que va hacia la catástrofe por un estallido de celos y revelaciones; una tragedia familiar provoca una negociación de doble moral frente a un accidente, y una inusual historia de acción en la carretera termina con una hipótesis ambigua.
Estos ejemplos determinan un camino singular por el cual el realizador somete al público a seguir irremediablemente. Su particular visión de la violencia es más bien una perspectiva simple y llana frente a un problema profundo y complejo.
Aunque Szifrón no llega a completar la moraleja, deja su espacio dentro de un contexto manejable, sin conclusiones reales, sólo ironizando situaciones para provocar reflexiones.
Su factura comercial habla de cierta garantía estética al abordar los temas donde su cinematografía muy bien cuidada y su musicalización (Santaolalla), construye un paquete industrial de buen nivel.
Todo lo demás es un ejercicio provocativo de lo que se puede llegar cuando las situaciones estallan y las consecuencias que esto puede resultar.