Joseph Kosinski llega a su segundo largometraje después de “Tron Legacy” (2011), basada en su propia novela gráfica aún no publicada, “Oblivion”.

Como en todos los filmes de ciencia-ficción esta no habla mucho de ese futuro inalcanzable, más bien es una redundancia a los fijos temas sobre los anhelos humanos por una sociedad mejor y a las implicaciones darwinianas sobre el progreso y evolución humana.

En este caso el filme se somete a un virtual mecanismo entre la sociedad pasada y la futura, donde ambas se aproximan a un debate social sobre la depredación del planeta y las consecuencias funestas de esta acción.

En este contexto el actor Tom Cruise es Jack Harper, uno de los últimos mecánicos de aviones no tripulados destinados a la Tierra. El es parte de una misión de vigilancia de los gigantes mecanismos que extraen recursos vitales de una Tierra ya devastada por innumerables guerras.

Kosinski, amante de las formas arquitectónicas, sugiere un panorama donde la alta tecnología convive con las ruinas de un mundo casi aniquilado. Esta disparidad ofrece una perspectiva adicional al contexto argumental.

Lo demás sin ser un estudio existencial, juega con las apetencias del un público que sabrá lo que este material trae, ya con la propia presencia de Cruise. Actor que busca siempre convertirse en héroe por circunstancia sin importar la parafernalia que rodea a su filme. El trata de salir siempre bien establecido.