Basado en un argumento de Tom Holland para la película “Noche de miedo” (1985), esta nueva versión intenta refrescar la idea de un relato que tuvo un buen efecto en las audiencias ochenteras y que en esta ocasión se acomoda a la moda del vampirismo que plaga el cine actual.

Siguiendo las mismas líneas trazadas por su antecesora,  “Noche de miedo” (Fright night) entra en la vida de un joven de nombre Charlie que ha podido superar las flaquezas de la marginalidad y empieza a ser popular en la escuela, cuestión que lo va separando del que fue alguna vez su mejor amigo.

Pero las cosas para este joven empiezan a oscurecerse cuando un nuevo vecino se muda al lado de su vivienda sin sospechar, en un principio que este es un vampiro.

La situación empieza a cobrar forma cuando se percata de que varios de sus amigos de escuela empiezan a desaparecer, creando una especie de duda en cuanto a la verdadera identidad del vecino.

Después de observar que en la casa de al lado pasan cosas extrañas, Charlie llega a una ineludible conclusión sobre la verdad que rodea a su vecino.

Con un buen uso de las claves del terror y más de las sutilezas del subtema del vampirismo, el filme recorre un camino que al principio parece no tener definición, pero que de un momento a otro inicia una carrera veloz en la presentación de la lucha para derrotar al vampiro.

Colin Farell asume un rol que lo coloca en un buen  nivel con respecto a los demás, y me atrevo a asegurar que es la gran salvación de este filme.

 Sin su sutil estilo de abordar al personaje le confiere muchos puntos a su favor, puesto que no le interesa emular a todos aquellos actores que han interpretado a este personaje.

 “Noche de miedo”, fuera de las convencionalidades que puede acusarse, es un filme entretenido y de buena factura argumental.