Del panorama del Festival de Cine Francés que se desarrolla en los cines Fine Arts nos llega este drama que evoca mucho aquel cine estilístico y de argumentos íntimos muy populares en los años 60, cuando una cantera de jóvenes cineastas, bajo la bandera de la Nueva Ola, irrumpió en el panorama francés.
En este caso el realizador Stéphane Brizé, asumiendo cierto presupuesto argumental narra la historia de Jean, un obrero albañil que tiene una vida normal con su esposa e hijo. Pero una aproximación sentimental con Véronique, la profesora de su vástago, lo impulsa a explorar una condición que trasgrede su apacible existencia.
Esta historia pequeña, aparentemente inocua, revela muchas variantes en la exploración de la condición humana. Brizé toma su tiempo para abordar los personajes. Por un lado el albañil que, dentro de su poca aspiración intelectual, abruptamente se encuentra motivado por la profesora culta, solitaria que también encuentra en él un resguardo a su vida transitoria como profesora suplente.
El balance entre ambos está marcado por un drama romántico tímido, sin aspavientos ni prisas. Sólo dibujado por sutiles gestos que ellos van descubriendo en su relación. La aceptación de ambos, dentro de este episodio, es vital para comprender una relación que puede convertirse en cualquier momento en distante, subrayado por silencios y ese lenguaje no verbal que surge de improviso.
La música, justificación argumental, es el hilo que los une. Ella poseedora de una cultural musical aceptable, puesto que hasta asume el violín como instrumento imprescindible dentro de su soledad. El, con una cultura promedio, descubre el deleite por el instrumento. Terreno donde ellos se hacen auténticos.
Las consecuencias de esta relación no es preocupación para Brizé, puesto que él plantea la situación y es la misma situación que lleva a las mismas consecuencias. Todo queda como estaba, aunque nada parecer ser igual.
Ese mensaje queda explícito en la secuencia final y Brizé lo deja así establecido. “Mademoiselle Chambon” es un digno comienzo para un ritual cinematográfico que todo buen cinéfilo debe disfrutar.