Título original: Lucy. Género: Ciencia Ficción/Acción. Dirección: Luc Besson. Guión: Luc Besson. Reparto: Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Choi Min-sik, Amr Waked, Yvonne Gradelet, Jan Oliver Schroeder, Julian Rhind-Tutt, Pilou Asbæk y Analeigh Tipton. Duración: 1 hora 40 minutos. Clasificación: + 12 años. País: Francia

Descabellada como divertida así puedo definir esta locura fílmica de uno de los productores y directores de mayor éxito en Europa como lo es Luc Besson.

Desde aquellas incursiones dentro del género del drama de la acción como “La Femme Nikita” (1990), El profesional (1994) o “El quinto elemento” (1997), Besson siempre ha tratado de ser coherente con lo que planeta. No importa lo tanto que extreme el argumento, siempre busca la mejor manera de contarla.

Con “Lucy”, sus intenciones buscan otras formas de recorrer el mundo de la ciencia-ficción sin limitarse en cuestiones de la ortodoxia científica.  Por eso está de lado de la cinematografía y no en la mesa de experimentaciones de la ciencia.

Besson parte de la premisa de que el ser humano solo utiliza el 10% de su capacidad cerebral, y si llega a manejar toda la potencialidad de su cerebro, nadie podría vaticinar los resultados. Pero en la mente de este realizador se hace posible y para esto está este filme para jugar a esa posibilidad.

Su protagonista es Scarlett Johansson quien da vida a una mujer obligada a transportar una droga sintética de alta concentración dentro de su estómago que, por un violento encuentro, absorbe parte de su contenido convirtiéndola en una súper humano.

Besson, con la utilización del montaje alegórico y de contraste, va introduciendo los datos científicos que le permiten aderezar el relato.

En la primera parte Johansson muestra su mejor lado histriónico que luego se pierde cuando su personaje cambia  a la naturaleza de una súper mujer, teniendo sus rasgos y actitudes sin emoción alguna (reminiscencia de la femme Nikita).

El resto del filme es una visión hiperbólica de una realidad que el propio Besson construye con buenos y malos, teniendo al actor Choi Min-sik como personaje estereotipado, pero necesario para el relato.

Morgan Freeman es el científico que representa la potencialidad de la idea en términos de la ciencia que termina descubriendo los resultados de su propia hipótesis.

Recomiendo que no busquen explicación alguna a esta interpretación de un director que, aunque extralimita sus convicciones, lo único que le interesa es jugar con las reglas del propio cine.