Basada en la adaptación del musical que lleva el mismo nombre y, a su vez, tomado de la novela homónima del escritor francés Víctor Hugo, esta producción ha sido una de las más emblemáticas de las tablas de Broadway con más de 25 años de presentaciones.
Tengo que confesar que no soy amante a los musicales, aunque reconozco que algunos recientes trabajos en este género como “Chicago” o “Moulin Rouge” han aportado vertientes importantes.
Era evidente que el director Tom Hooper (El discurso del Rey) sabía que poseía en sus manos un material valioso para hacer un filme musical, o más bien dicho, un melodrama cantado.
Un de las virtudes fundamentales de “Los Miserables” es su elenco, encabezado por Hugh Jackman que desde el inicio del filme muestra sus dotes para el canto con una soberbia interpretación del presidiario Jean Valjean. Con Jackman se encuentra Russell Crowe quien expone su mejor lado al interpretar al guardia de la prisión Javert, el eterno perseguidor de Valjean.
Pero es Anne Hathaway, tras los breves minutos que ofrece en la pantalla, es que deja una huella imborrable para cualquier espectador. Su interpretación de la canción “I Dreamed a Dream” con la utilización de un solo plano, es un ejemplo de cine dramático puesto que ella tiene que dejar expresado todo su dolor en esa interpretación.
Con esta y otras virtudes es que “Los Miserables” circunda su historia en la más de dos horas de metraje, llenando cada espacio con música e impactantes interpretaciones.
Y es notable que Hooper entendiera el mensaje de la historia escrita por Hugo, un relato de superación, de redención y de amor en un sentido de estricto apego a lo moral.
Influencias del teatro y de la puesta en escena de grandes filmes se deja sentir en esta adaptación creando una atmósfera de indiscutible belleza.
También es un trabajo que se tendrá presente por la esencia humana aportada a través de los personajes de Jean Valjean, Fantine, Eponine y Javert.