Pedro Almodóvar es y siempre será Pedro Almodóvar. En su filmografía no hay tapujos al momento de presentar cualquier tema por más tabú que sea. Es un cine amoral que no juzga ni prejuzga a sus personajes.

Amante de las cosas díscolas, retorcidas, pero siempre muy humanas. Por eso Almodóvar será siempre él, un director que ha sabido presentar sus temas con el más mínimo asomo de rubor.

Después de una larga trayectoria con películas que han tratado los más diversos relatos, inspirados siempre en los bemoles de la misma existencia, este director manchego viene con un guión que yo lo puedo catalogar como una historia vieja en un Almodóvar nuevo.

Puesto que la historia de Los amantes pasajeros más bien se puede ubicar en un punto de su trayectoria antes de filmes como La flor de mis secreto o Todo sobre mi madre (obra culmine en su carrera). Porque su historia se parece más al Almodóvar de antes que el de ahora.

Es como si fuera un guión engavetado por muchos años y rescatado de ese baúl de escritos por acabar.

Almodóvar toma la excusa de la avería de un vuelo a México DF de un Airbus 340 de la compañía Península, para meter en a una serie de personajes variopintos para que, al verse cerca con la posible muerte, vayan sacando sus secretos más íntimos.

Esta especie de Ángel exterminador (reverencia al maestro Buñuel), es lo que ayuda a este director a pasar lista por sus más reiterativas ideas sobre el sexo, el amor, la bisexualidad y la pérdida de la inocencia (o virginidad en este caso) con la combinación de una dirección artística estridente en colores.

Con algunos momentos de gracia y otros de bajones narrativos, Almodóvar hace ligero un relato que puede parecer irreverente en algunos momentos, pero que mantiene lo que siempre ha expresado su director sobre todo lo que es humanamente narrable.