Steven Spielberg se vale esta vez del guionista Tony Kushner, quien a su vez basa su historia en el libro “Team of Rivals: the Political Genius of Abraham Lincoln” de Doris Kearns Goodwin, para acercar al público hacia una de las figuras más emblemáticas de la historia norteamericana.
La película trata sobre Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos y los últimos meses de mandato para introducir la decimo tercera enmienda a la Constitución, que tenía como único objetivo abolir la esclavitud en todo el territorio.
Si ser un drama biográfico lo que hace Spielberg es tomar este contexto histórico y revelarlo ante el público como si fuera un espacio formal y hasta didáctico donde los acontecimientos van a pivotar sobre este tema.
El filme inicia con la escena de una batalla donde ejércitos del norte y del sur se enfrentan en un cruel combate, para luego revelar inmediatamente la figura de Lincoln quien conversa con dos soldados negros, contándoles algunas anécdotas de su pasado.
Esta fase introductoria sirve para iniciar un discurso fílmico largo y tendido donde lo argumentativo es lo que prevalecerá en todo momento.
Esta situación escogida por Spielberg y el guionista Kushner somete a la película a un estadio de formalismo en su estructura que quizás pone en peligro la atención del público hacia todo el contexto histórico y al proceso de introducción de la emancipación en la constitución norteamericana.
Las escenas de batalla quedan suprimidas para lograr la atención precisamente el tema que el director quiere que se ponga atención. Spielberg prescinde de la opulencia y parafernalia innecesaria y reduce su visual a planos cortos y precisos, teniendo una dirección artística simple, rara para este tipo de exposiciones.
El interés del director en posicionar a Lincoln como el hombre de la película sin sustraer algunos aspectos esenciales que lo hagan ver como un ser real, un hombre de su época. Para esto se vale de la personalidad del propio actor Daniel-Day Lewis, un soberbio actor que garantiza atención hacia él sin dañar el trabajo de su personaje.
Lewis no trata de reinventar un personaje que de por sí posee sus propias características, más bien se ajusta a su molde sin remediar si puede ser convincente o no. La valentía de este actor es asumirlo como un hombre y nada más.
Para esto, el trabajo en la fotografía de Kaminski, lo dibuja de una forma que pueda sacarle el mejor ángulo, sacando el perfil adecuado a su figura y teniendo en cuenta la proporción de su contextura.
Junto a él denotan tres figuras como la de Sally Field como la señora Lincoln, Tommy Lee Jones, un personaje que se distiende sin dificultad y que pone su sello en su actuación y la de James Spader, actor perdido y que Spielberg lo rescata para puntualizar un personaje con gracia.
“Lincoln”, como filme cumple con su objetivo, aunque su propio metraje pueda cansar al espectador el cual no tenga más remedio que asumir la voluntad de hacer un repaso histórico por este acontecimiento político norteamericano.