SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Después de aportar uno de los filmes de terror de mayor impacto dentro de nuestra filmografía como lo fue “Andrea”, Rogert Bencosme da su segundo paso y deja caer esta nueva producción cinematográfica que tiene como título “Lascivia”.

La historia toma a una mujer de nombre Alejandra, y por demás novicia de un convento, que decide aportar su esfuerzo para que un grupo de niños no se queden sin su proceso de escolaridad en la comunidad Palma Herrada.

No obstante, su presencia en esa comunidad despierta el interés sexual de uno de los poderosos personajes del lugar que siempre la mantiene con insinuaciones. Dentro de este contexto se encuentra la llegada de un joven al lugar, nieto de una amiga de Alejandra.

La presencia de este joven en el lugar va desatando una serie de sucesos donde sus intenciones, aparentemente inocentes en un principio, se convierten en un torbellino de incidentes que afecta grandemente la integridad de Alejandra.

Este planteamiento argumental es que Rogert procura establecer bajo un contexto bucólico, mostrando las bellezas de los paisajes de Moca y sus alrededores, característica del cine provincial. Independiente de esto, los problemas de guión hacen de este producto enflaquecer en su desarrollo por varios desatinos en su narración.

No comprendo porque el personaje de Alejandra tiene que ser una novicia (quizás para plantear su inocencia casta), puesto que esto no necesariamente tiene que apoyar la seriedad de ella frente a las maldades que tiene que enfrentar.

Además sus diálogos se sienten recitados y con poca fuerza de convencimiento que, en algunas ocasiones, parece ser una cátedra de moralidad.

El joven que llega a la comunidad, interpretado por Johnny Paulino,  se muestra al principio como un inocente personaje, pero que después se va convirtiendo en un violador y asesino, pero sin marcar adecuadamente el arco evolutivo.

Johanny Sosa por su facilidad de expresión juega mejor con sus cualidades histriónicas; mientras el  actor Juan Carlos Camacho como Pedroso, logra en algunos momentos la sutileza de su personaje como el villano de la narración, comportándose como tal, aunque con pocos signos de fuerza orgánica.

Efectos especiales, para salvar algunos escollos de la narración, desmeritan la labor del filme por la precariedad en que están expuestos.

No siento mucho que este filme para Rogert sea un salto cualitativo, aunque puedo intuir que él y su hermano Frankeli pueden definir mejor la posición que ellos ocupan dentro del proceso del cine dominicano.