El cine de Pedro Almodóvar siempre será interesante, ya sea por sus personajes o por la historia que envuelve a estos. Desde aquellas primitivas incursiones con filmes como “Folle… folle… fólleme Tim!” (1978) y “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980), es mucho lo que este director manchego ha podido lograr en el cine y dentro de su propio cine, puesto que él posee una forma particular de decir las cosas que es difícil ser indiferente a sus propuestas.

En esta ocasión Almodóvar incursiona dentro de un par de géneros ajenos a su labor, pero que en él su toque queda intacto. “La piel que habito” es una incursión dentro de los territorios prohibidos como lo es el  terror y la ciencia-ficción.

Este proyecto es la adaptación cinematográfica de la novela Tarántula de Thierry Jonquet publicada en 1995 y, tras años moldeando la historia, logra un texto fílmico que no deja a nadie inmutado.

En esta historia Antonio Banderas encarna el papel de cirujano sin escrúpulos de nombre Robert Ledgard quien, después de perder a su esposa en un accidente automovilístico, se dedicada al estudio y experimentación en la elaboración de una nueva piel sintética que puede proteger a la persona de todo tipo de agresiones.

El filme es contado con un extremo flashback que explica la situación original en la que el público tiene pocas referencias para entender el momento actual, puesto que si este filme hubiera sido contado linealmente el efecto revelador no tuviera sentido.

Por eso, la preocupación de Almodóvar es tratar de crear la atmósfera para los personajes y luego situarlos dentro del nivel correspondiente. Banderas y Elena Anaya se combinan de una forma tal que le imprimen veracidad al tema.

Aunque la historia puede resultar grotesca y hasta retorcida, en manos del director se hace legible y con un buen  grado de suspenso. Contada como si fuera un filme de clase B y como si fuera en blanco y negro, Almodóvar consigue estudiar muy bien la psicología de los personajes para recrear un ambiente sórdido funcionable.

La única referencia cinematográfica clara y directa de este filme ha sido revelado por su propio director al señalar que la misma se encuentra en  el filme francés “Les yeux sans visage”. (1960) de Georges Franju, un thriller con un “lirismo tenebroso” como lo afirmara una vez el crítico español Carlos Boyero.

Aderezado de buena música de bolero y una delicada fotografía que ayuda al marco conceptual del filme, “La piel que habito”, aunque puede ser muy criticada por el público, es un cine elaborado por un director maduro que no le teme a las experimentaciones argumentales.