“La lucha de Ana” es una de las propuestas más reveladoras del cine dominicano de los últimos años. Este filme puede perfectamente acompañar a “Jean Gentil” y “La hija natural” como parte de esa marca notable de distinción dentro del cine criollo.

Alejado de las complacencias mercadológicas que inundan el sentido común de la manera de hacer cine en el país, este filme va por un  camino más arriesgado. El drama es su mayor riesgo y a la vez su mayor virtud.

La historia se centra dentro del contexto marginal de una mujer de nombre  Ana, la que mantiene a su único hijo vendiendo flores del Mercado Nuevo de la avenida Duarte.

Un día, por un accidente fortuito, su hijo es asesinado. Esto la obliga, entonces, a iniciar un calvario en busca de justicia para su hijo, pero como no la consigue por la vía legal, intentará conseguirla por su cuenta.

Bladimir Abud, de una manera directa y sin ambages, introduce la historia por el lado de la venganza y a la vez de la justicia.  El contexto marginal de la historia le proporciona muchas oportunidades de auscultar la idiosincrasia del barrio, de los marginales y de las pocas posibilidades que tiene los de debajo de poder hacer justicia frente a cualquier atropello.

Bladimir trata de revertir el discurso y plantea el coraje latente de una mujer que, aunque puede que tenga todo en su contra, encuentra salida a su sed de justicia. La venganza, en este caso, no es planteada por una mera síntesis de su marginalidad, más bien puede verse como la capacidad de una mujer de enfrentar el sistema social en que vive y en que está sometida.

Hay que tener en cuenta que el causante de la muerte de su hijo viene de un individuo de clase alta y acomodada y aquí puede que existan unas implicaciones sociales que sería objeto de otro estudio sociológico del tema.

No obstante, puedo vislumbrar las intenciones autorales de Bladimir al identificar roles sociales a través de los personajes. La impunidad de la clase alta frente a la negación constante de los desposeídos de contar con un sistema que lo respalden. Aunque la resolución puede reflejar un apuro narrativo y deje al espectador algunas dudas de lógica.

Independiente de esto se puede ver una preocupación en el uso de la cámara para contar el relato, mayormente montada en steadicam para crear esos amplios planos secuencias. Una forma narrativa poco usual en el cine dominicano.

El máximo valor que posee este filme es la interpretación de la actriz Cheddy García, orgánica y efectiva que se somete al escrutinio visceral y deja tantas ganas en la pantalla que es difícil obviar su entrega.

Junto a ella un elenco de actores como Antonio Zamudio, Miguel Ángel Martínez, Mario Lebrón, Karina Noble, Marquis Leguizamón, Víctor Checo, Jalsen Santana y Pericles Mejía, encuentran cada uno un espacio adecuado para sus respectivos roles.

Bladimir como egresado Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, ha podido dar un salto adecuado con esta ópera prima. Anteriormente ya había trabajado en la práctica académica de ofrecer varios cortometrajes como “Prenda” (2008), “Un joven llamado Juan Bosch” (2009), “Intachable” (2009), y “Si yo pudiera salvarte” (2010).

Por eso no es casual que su salto al largometraje haya sido un paso normal dentro de su desarrollo como cineasta.

Personalmente recomiendo este filme porque va solucionando ciertas deficiencias dentro del cine nuestro y puede convertirse en una valorizada cinta que marca diferencias.