Título original: La La Land. Género:Musical. Dirección: Damien Chazelle. Guión: Damien Chazelle. Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend, Rosemarie DeWitt, J.K. Simmons. 2 horas 7 minutos. Clasificación:+ 12 años.País: USA
Con estructura de cine musical, “La LaLand” es un filme que camina entre lo nostálgico, el homenaje y la valentía de hacer un cine que no pretendía enarbolar los evangelios de la industria, pero la óptica de su director Damien Chazelle ha hecho que la misma industria se haya decantado en tremendos elogios a una pieza fílmica que hoy rebota entre la mayoría de las categorías de los premios Oscar.
No es que Chazelle, que ya manifestó su estilo en la formidable “Whiplash” (2014), sea el realizador que haya convencido a una gran audiencia y a los críticos de que se puede asumir proyectos que puedan restablecer olvidadas tonalidades de un cine que en su época reflejó las apetencias de un cine que necesitaba convertir los sueños en cancanes de esperanzas al ritmo de un cascabel entre los pies.
Es loable que este joven director alentara una condición de materializar un aspecto íntimo del género musical, estableciendo su propio parámetro sobre la suerte existencial de sus dos protagonistas principales. Ese riesgo nostálgico fue importante para llevar más allá las riendas de una historia que, aparentemente, puede resultar simple, pero en su interior es un dejo de pura tristeza.
Su impactante secuencia de apertura es un idílico momento de extremo asentamiento de lo que el propio musical ha pregonado siempre. La elegancia rítmica acompañada de vueltas coreográficas que, en este caso, se hacen complicadas pues fueron filmadas en pleno interestatal de la ciudad de Los Ángeles.
Luego el filme rebusca en las particularidades del screwball para colocar a dos personajes en busca de la realización del sueño, el anhelo de ser estrellas. Sebastián, un aficionado pianista de jazz y Mia una aspirante a actriz y dependiente de una cafetería, buscanvehementemente convertirse en reconocidos artistas.
Es natural que caiga sobre su propio peso las referencias que el propio director quiere reflejar en su película. Ahí está Stanley Donen (Cantando bajo la lluvia, 1952) o Vincente Minnelli (Un americano en París, 1951). Pero más que eso su estilo reproduce otras tonalidades frecuentes en la cinematografía europea como “Los paraguas de Cherburgo” (1964) de Jacques Demy.
En cuanto a su partitura, el trabajo de Justin Hurwitz adereza muy bien el cuadro dramático con esas ricas piezas de jazz que hablan de la misma crítica que el personaje de Sebastián aprovecha para verter en sus diálogos. Se hace evidente cuando el personaje de John Legend lo invita a su grupo, teniendo él la esperanza de tocar verdadero jazz, pero lo que produce el grupo es un estilo moderno que huye a las reglas clásicas del mismo género.
En todo este panorama están los intérpretes Emma Stone y Ryan Gosling quienes son los buscadores de ese sueño y para ellos, el director quiso no hacer que su conquista hacia las audiencias sea a través de complicadas coreografías, más bien los coloca en una posición de amateurs en el baile. No tratan de emular a Fred Astaire, Gene Kelly o Gingers Rogers y Debbie Reynolds, ellos son simples criaturas que se conjugan con las luces angelinas de una ciudad que lo puede ofrecer todo, pero a la vez puede quitarlo todo.
Ahí está el quid final de la historia, un relato contado en clave musical con aparente mordisco al cine melancólico que posee la atracción necesaria para evocar profundos sentimientos.