Título original: La Grande Bellezza. Género: Drama. Dirección: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello. Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi y Isabella Ferrari. Duración: 2 horas 22 minutos. Clasificación: + 16 años. País: Italia
Paolo Sorrentino (Il divo, 2008), premio del jurado en Festival de Cannes, ha propuesto en “La gran belleza”, una hermosa travesía a través de los lugares más emblemáticos de una Italia bellamente fotografiada por Luca Bigazzi.
Esto le ha servido de justificación para sobrellevar un filme que se decanta por una interpretación a lo moderno y, en evidente relación, con “La Dolce Vita”, a la que el largometraje de Sorrentino recuerda o incluso homenajea en varios de sus más significativos momentos.
Si Fellini había considerado que la Italia de su época era una especie de teatro simulador y decadente, Sorrentino no escapa a esta visión. Más bien busca dentro de la decadencia, un atisbo de hermosura que le mantenga las ansias por el oficio.
La interpretación del protagonista, responsabilidad de Toni Servillo, ha conseguido establecer una mirada, desencantada y melancólica, de alguien que recuerda con nostalgia el pasado glorioso de la ciudad a la que ama.
“La gran belleza” sigue los pasos de Jep Gambardella, un escritor de 65 años, que se inserta en los más diversos círculos de intelectuales, políticos, arribistas y personajes decadentes y superficiales con la apreciación de no ocultar el hastío de una sociedad italiana que ha sobrevivido a su pasado glorioso imperial.
La cámara transporta al público por los más significantes vericuetos citadinos de una urbe plagada de monumentos donde el pasado se mezcla con un presente que, al parecer, no ha modificado el modo de pensar.
Sorrentino no busca esclarecer ciertas cuestiones narrativas en cuyos saltos establece un ritmo que lleva al espectador al deleite, pero no a tener una historia moldeada por las circunstancias. El realizador toma especial precaución en cómo debe verse el filme que en cómo contarlo.
Fondo y forma se superponen en un discurso abarcador con todas sus complejidades y sencillez, dejando a un lado cuestiones figurativas para ofrecer un deleite visual con varios aciertos y algunos fallos dejados adrede para que el público no entienda la totalidad de la obra.