Título original: The Shape of Water. Género: Fantástico. Dirección: Guillermo del Toro. Guión: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor. Reparto: Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins. Duración: 1 hora 59 minutos. Clasificación: + 14 años. País: USA
Para algunos puede resultar un tanto difícil entender el universo mágico del realizador mexicano Guillermo del Toro.
Su fidelidad a su propio estilo e imaginación lo ha colocado como un experto artífice de fábulas donde pululan esos seres que él ha creado o simplemente lo había soñado ya, muy atrás, cuando apenas era un niño en su natal Guadalajara.
Su cine es más que una referencia constante a los mitos de monstruos, hadas, faunos y cualquier elemento vivo donde prevalezca la ilusión o la fantasía.
Hay películas dentro de su filmografía que han hablado con distintos niveles de estas manifestaciones artísticas de Guillermo. Desde “El laberinto del fauno” (2006) o “El espinazo del diablo” (2001), su tratamiento a temas subyacentes que describen más a un mundo idílico que al mundo real, son establecidos dentro de un control astuto en que cada elemento diseñado y manifestado posee una función semántica de múltiples interpretaciones.
Con “La forma del agua” Del Toro no trata de quedarse en la anécdota simple sobre dos personajes opuestos que llegan a establecer un vínculo sentimental que va más allá de las convencionalidades de una sociedad moralmente opuestas a las transgresiones religiosas y raciales, él busca la reflexión de cómo el mundo ha cambiado en la aceptación a lo extraño y desconocido.
No es casual que el relato se coloque en Estados Unidos, en plena Guerra Fría, para poder justificar su discurso de lo que se considera políticamente correcto en algunos casos. Una historia encerrada en ese frío laboratorio como si fuera una caja hermética donde se fragua la celebración a lo imposible y la aceptación a lo diferente.
Aquí el realizador deja colocada a Elisa, una joven muda que trabaja como conserje en un laboratorio donde tiene el encargo de cumplir con las labores de limpieza. Pero estando allí descubre a un hombre anfibio traído desde la región amazónica donde los lugareños lo consideran un dios. Elisa inmediatamente establece una conexión emocional que cada vez se hace más fuerte, haciéndola romper con cualquier regla establecida.
Del Toro se interesa en implantar los componentes necesarios para mostrar de qué están hechos los arquetipos de la sociedad. Por un lado, está la figura recta del militar y de aquel que está obligado a realizar el trabajo bajo sus directrices, tratando de mostrar la familia ideal.
Pero también se preocupa por mencionar aquellos pequeños dramas sostenidos por el amigo artista homosexual de Elisa o la compañera de trabajo de esta.
Sally Hawkins, como esa mujer menuda, no es la imagen de la princesa típica de los cuentos de hadas que se enamora de la bestia, ella es simplemente ese humano que busca el amor sin recargos. Michael Shannon se convierte en el villano del cuento, el obstáculo para ambos, Octavia Spencer, como la compañera de Elisa, es su soporte esencial y Richard Jenkins como ese amigo artista es la cara de la prudencia; y hasta Doug Jones, como el hombre anfibio, esa especie de monstruo de la laguna negra, juega su papel fundamental para imprimirle matices que van desde lo reptil hasta lo sublimemente humano a su personaje.
Así se forma un complejo universo de caracteres que se mueven por una delgada línea trazada donde el homenaje al cine silente y musical se cuela por las paredes de ese restringido mundo. Por esto, este filme logra conquistar, nuevamente, la buena apreciación que tengo de este imaginativo director.