Título original: Julieta. Género: Drama. Dirección: Pedro Almodóvar. Guión: Pedro Almodóvar (Relatos: Alice Munro). Reparto: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta, Darío Grandinetti, Rossy de Palma. Duración: 1 hora 36 minutos. Clasificación: + 12 años. País: España
El realizador manchego Pedro Almodóvar ha evolucionado en la misma trayectoria en que han evolucionado los temas que toca en sus películas.
Desde aquellas alocadas situaciones con un objetivo claro de pura provocación a través de un variopinto mundo de personajes, hasta los temas más centrados en la relación materna, su filmografía ha sido todo un viaje por las más variadas manifestaciones humanas.
“Julieta” es su película número veinte y la tercera adaptación que hace de un texto ajeno. Las anteriores están en “Carne trémula” (1997) y “La piel que habito” (2011).
Este reciente filme es un esfuerzo intelectual que hace el cineasta con la procura de mantenerse fiel a sus principios argumentales, donde las mujeres siempre serán las preferidas dentro de su universo.
“Julieta” es una adaptación de los textos de la escritora canadiense ganadora de Premio Nobel Alice Munro, quien en sus textos “Destino”, “Pronto” y “Silencio”, hace una serie de revelaciones con relación a una madre que, al perder contacto con su hija, decide reinventar su espacio mental recodándola a través de un ejercicio epistolar.
El filme posee una exquisitez en su puesta en escena donde las zonas dramáticas adquieren significado en la medida que la historia va penetrando en la misma piel de los actores. Con magníficos guiños como aquella admiración que el realizador profesa por Chavela Vargas.
Almodóvar ha seleccionado a las actrices Emma Suarez y Adriana Ugarte para representar a Julieta en las dos etapas de su vida. Ambas adquieren un sentir distinto en sus posiciones temporales. Ugarte no se observa a sí misma como la causante del destino de su hija, mientras que Suarez corrige los entuertos psicológicos de su personaje para determinarse en un plano de múltiples circunstancias.
Ellas se convierten en las musas del realizador con la intención de interpretar ese mundo almodovariano que se distingue en cada espacio que él mismo diseña para ellas.
Junto a estas es grato también apreciar la presencia del actor argentino Darío Grandinetti y de Rossy de Palma, su más fiel actriz de los inventos dramáticos.
El filme posee una exquisitez en su puesta en escena donde las zonas dramáticas adquieren significado en la medida que la historia va penetrando en la misma piel de los actores. Con magníficos guiños como aquella admiración que el realizador profesa por Chavela Vargas.
La música de Alberto Iglesias y la fotografía de Jean-Claude Larrieu remiten al estilo clásico de los dramas de los años cuarenta estadounidenses donde todo se construye a través de las acciones de los personajes y de las líneas marcadas dentro de su argumento.
Quizás no sea lo más extraordinario de este director, no obstante su capacidad para envolver a los espectadores siempre ha sido su mayor destreza.