Después de esperar ocho meses llega la segunda parte del capítulo final de una de las franquicias para adolescentes más famosa de la historia del cine mundial. Dividida en dos partes, “Harry Potter y las reliquias de la muerte”, concluye la historia que una vez inició un niño huérfano dentro de la escuela Hogwarts.

No es de dudar que su autora J.K. Rowling creó uno de los personajes de literatura juvenil de mayor atracción de los últimos años. Con siete e igual número de filmes Harry Potter está considerado todo un fenómeno de literatura y de cine, que ha cargado las arcas de  Warner Bros y de la propia autora de millones de dólares.

Este último episodio comienza con el joven Harry continúa con su misión de destruir a Lord Voldemort (un magnífico Ralph Finnes). Ahora, ayudado por sus compañeros Harry se encuentra en una carrera a contrareloj para acabar con su mayor enemigo.

Esta historia reduce la complejidad del bien contra el mal en un enfrentamiento maniqueista, aproximando a los dos personajes principales y colocando sus intenciones de frente a frente en la pantalla.

Reconozco que no soy fanático de esta saga ni en su literatura ni en su versión cinematográfica, pero debo reconocer que en ambos campos esta historia se ha servido con los más importantes recursos de atracción frente a unos lectores y cinéfilos que han asumido este producto de entretenimiento como parte de la visión de su generación.

Todas se han caracterizado por la unificación de los recursos de efectos especiales y de diseño de producción. En ambos casos los episodios siempre han tenido un excelente nivel de ejecución, sin importar el atractivo que hayan tenido cada volumen.

David Yates, quien dirigió dos capítulos anteriores de esta saga, no inventa nada fuera de lo que ha caracterizado a sus antecesoras, más bien camina sobre lo construido y completa un capítulo que cierra el círculo que una vez fue abierto con “La piedra filosofal”.

Como siempre la partitura de Alexandre Desplat, quien  repite como compositor de la música, otorga un buen cierre a la saga. Desplat rebusca en lo que ha significado la complejidad de la serie y construye un mundo musical bastante sonoro, subrayando con ciertos matices la importancia que poseen las escenas de batalla, sin desmeritar otros pasajes de la historia.

El joven actor Daniel Radcliffe tendrá ahora más tiempo para meditar qué será su carrera sin Potter. El tiene talento para superar este trauma que espero se concentre en personajes con  mayor caracter y disposición.

La conclusión de esta saga deja un sabor de nostalgia para todos sus fanáticos y un respiro para los demas que, como yo, tuvo que soportar su terrible carga mercadológica durante estos últimos diez años.