En 1984 el director Tim Burton, a la sazón director de animación de la casa Disney, escribió, produjo y realizó un cortometraje de 25 minutos titulado “Frankenweenie”, la historia de un jovencito que, tras la muerte de su perro, decide revivirlo utilizando los impulsos eléctricos.

Como toda una parodia a la novela clásica de Mary Shelley, Burton logró crear un estilo particular y marcó lo que sería, tiempo después, su carrera como director. Pero tal hazaña solo le valió ser despedido por la compañía por ser un material demasiado terrorífico para los menores.

El hecho, en vez de amilanarlo, lo que provocó fue la decisión de un talentoso director de continuar y lograr alcanzar un estilo creativo que hoy en día es admirado por millones de fanáticos en todo el mundo.

No obstante, Disney lo reivindicó en el 2007 cuando firmó un contrato para producir un largometraje basado en la historia del cortometraje dando como resultado una producción extendida de ese anterior trabajo.

Basado en un argumento del propio Burton y Leonard Ripps, “Frankenweenie” es una historia sobre un niño y su perro. Después de la repentina muerte de su mascota Sparky, Víctor decide revivirlo utilizando ciertos métodos científicos.

El intenta ocultar su creación, pero cuando este sale hacia el vecindario, las cosas empiezan a cambiar por el descubrimiento de tal proeza.

Burton, a diferencia de su cortometraje que estuvo apoyado en personajes reales, esta vez se decanta por la técnica del stop-motion con plastilina, un clásico método de animación elaborado cuadro por cuadro, ya trabajado por el director en otras realizaciones como “Pesadilla antes de Navidad” (1993) y “El cadáver de la novia” (2005).

De esta manera le permite ser más reverencial al género, puesto que le facilita llevar la historia hasta límites de profundidad estética y temática.

Homenaje fiel al clásico de Frankenstein, este animado asume la responsabilidad de dar oportunidad para jugar con varios elementos tanto de la animación en sí como del género del terror.

La escena de la preparación para el experimento es una de las mejores logradas, la que es asumida con un ritual estético impecable de luces y sombras y de la excelente musicalización de Danny Elfmann, compositor habitual de Burton.

Lo demás es un jugoso panorama donde Burton expone sus mejores claves y su amor por ambos géneros que le ha valido convertirse en uno de los directores más representativos del cinema norteamericano.