Después de dirigir aquel relato cargado de parábola existencial titulado Distrito 9 (2009), Neill Blomkamp vuelve a una historia futurista, y esta vez acompañado de una parafernalia más sofisticada para hablar sobre la Tierra y su futuro no muy halagador.

Teniendo como protagonista a Matt Damon, garantía para que el público se interesa por este filme, Elysium se traslada al año 2154 donde la Tierra ha sido prácticamente devastada por la contaminación y la insalubridad, pero esto parece no importarle a una pequeña población de ricos y adinerados que viven muy plácidamente en una estación espacial, donde poseen todos los lujos y privilegios de una clase alta.

Mientras que en la Tierra todos los servicios no negados, en especial lo referente a la salud. Por eso existen unos grupos que tratan siempre de llegar hasta Elysium, de manera clandestina, para resolver sus precariedades.

El problema es que los ricos no permitirán que estos lleguen hasta sus tranquilas villas. Para esto tienen a la encargada de la seguridad, interpretada por Jodie Foster, que no permitirá que esto suceda.

Pero las cosas dan un giro especial cuando Max, el propio Damon, que trabaja en una fábrica de ensamblaje de robots, sufre un accidente que lo condena a la muerte. Hecho que lo obliga a liderar una misión para robar unas informaciones altamente clasificadas y con esto conseguir ir a Elysium y poderse curar.

Este filme desperdicia algunas buenas posibilidades como la alcanzada por Oblivion (2013) puesto que busca plantearse dentro de un panorama más de acción que de crítica de la humanidad.

Posiblemente, el sustrato social que plantea este filme, quizás el que incomoda, es el que plantea que la clase privilegiada hable inglés y francés, mientras que el resto de la población desamparada anclada sobre el planeta sea mayormente negra y latina.

Fuera de esta imaginación hasta racista, se está frente a un filme que pudo sobrellevarse mejor y no sostenerse por fórmulas batidas que la colocan dentro de un producto solamente aceptable.