Título original: El practicante. Año: 2020. Género: Drama/Thriller. País: España. Dirección: Carles Torras. Guion: David Desola, Héctor Hernández Vicens, Carles Torras. Elenco: Mario Casas, Déborah François, Celso Bugallo, Raúl Jiménez, Pol Monen. Duración: 1 hora 34 minutos.

“El practicante” parte de una inquietante ambigüedad moral que persigue al personaje principal hasta las consecuencias más significativas dentro de un relato que hurga en la psiquis humana retorcida.

El director Carles Torras (Callback, 2016) muestra la labor que realiza Ángel (Mario Casas) quien trabaja como paramédico de emergencias a bordo de una ambulancia. Tras sufrir un grave accidente, su vida junto a Vane (Déborah François) inicia un descenso hacia unos lugares oscuros y obsesivos.

Los celos y la desconfianza se van apoderando de él y su relación con Vane, que lo desvincula de toda sanidad mental. La primera parte de la historia se fijan ciertos elementos que van perfilando la psicología de Ángel, como esos pequeños fetiches que recoge en el lugar de cada accidente donde asiste a los heridos.

La posición del espectador queda en un estado ambiguo cuando, posteriormente al accidente, se le debería tener cierta condescendencia, pero las acciones que él lleva a cabo retira toda posición de amparo y lo va colocando en un terreno de alejamiento.

Y es aquí que el guion escrito a cuatro manos por David Desola, Héctor Hernández Vicens y el propio Carles Torras, va explorando la psiquis de Ángel, llevándolo por los lugares más oscuros y, aunque esquivando las roturas de lo inverosímil, detiene al personaje en el mismo borde del precipicio.

Mario Casas interpreta cabalmente a ese tipo de locura obsesiva que muchos otros personajes han explorado, haciendo algunos guiños provisorios al Bate de “Psicosis”, Freddie de “El coleccionista” o la propia Annie de “Misery”. Casas baja toda intensidad y convierte su parsimonia en su mejor arma letal en contra del personaje de Vane.

Este thriller de exhibición en Netflix, aunque se le puede discutir su giro final, es un excelente ejercicio de atmósfera conseguido a través de la fotografía, los decorados, la música y una ambigua iluminación que ayuda a comprender la forma en que se juega con los elementos para dar forma y fondo a una historia sobre la vaguedad y la perversidad.