Cuando el respetado autor francés de ciencia-ficción Pierre Boulle escribió en 1963 su particular novela titulada La Planète Des Singes, no podía saber que algún día engendraría una franquicia de películas. De hecho, muchos críticos la consideraban con un escaso potencial de adaptación.
No obstante, en 1968 se realizó su primera adaptación cinematográfica e introdujo a las audiencias en un futuro distante donde los simios son la especie dominante y los humanos son una subclase esclavizada.
Aquella historia en cuestión inicia con una pareja en un crucero de turismo cósmico que encuentra una botella flotando en el espacio, y lee el mensaje en su interior. Este cuenta la historia del astronauta Ulysse Mérou quien, en el año 2500, viaja a un planeta distante donde encuentra humanos primitivos y simios parlantes avanzados, que se visten como la gente del siglo 20 en la tierra.
Luego del éxito comercial de la primera parte produjo una instantánea secuela que trataba de otorgar cada vez más aventura, pero la misma se fue desgastando en el cine, aunque en la televisión su éxito fue más que moderado.
Hace unos cuantos años se reavivó gracias a las manos de Tim Burton, pero su impacto fue mediocre dado la cualidad y talento de este director.
Ahora después de algunas revisiones a la novela y recomponerla bajo una nueva adaptación, se ha compensado con una versión que trata de resumir los hechos que produjeron tal rebelión y la manera en que los primates evolucionaron hasta convertirse en la escala superior de las especies inteligentes sobre el planeta.
Esta versión retribuye mucho de sus antecesoras por la manera en que está escrita y por el enfoque en la dirección de Rupert Wyatt, quien es el responsable de llevar a cabo la historia en cuestión.
“El planeta de los simios (r) evolución” persigue recomponer los elementos de la novela y llevar un filme por un camino acomodado a los nuevos tiempos y a la curiosidad de un público que sabe a grandes rasgos los tópicos esenciales de la historia.
Por eso se centra en los tiempos actuales puesto que las demás películas de los simios tratan sobre criaturas que han evolucionado a lo largo de 3,000 años pues el filme original fue ubicado a 3,000 años del presente.
Aquí no vamos a ver una conclusión tan impactante como la primera versión cuando el personaje de Charton Heston, galopando sobre la playa, descubre la estatua de la Libertad enterrada a medias en ese panorama solitario.
Esta realización deja poco espacio para la improvisación y une adecuadamente los elementos narrativos con los factores estéticos y visuales.
Esto, al parecer, podía darle cierta ventaja frente a las demás, pero no logra sujetarse a una trama creíble, porque su manejo narrativo plantea muchas soluciones fáciles para alivianar su espacio dramático y empujarla a su único objetivo que es la de dotarla de una aventura fílmica sin complicaciones.
Aunque no puedo predecir si esta sería la solución para una nueva franquicia de este clásico de la ciencia- ficción.