Después de las polémicas provocadas por las películas “Borat” y “Bruno”, caracterizadas por un humor grosero e irreverente, el actor británico Sacha Baron Cohen vuelve a la pantalla con otro filme de comedia donde manifiesta su complacencia por ir más allá del simple humor y provocar a las audiencias.
Con “El dictador”, Cohen se decanta esta vez por el humor político y busca en los acontecimientos mundiales recientes su materia prima para armar un filme que sitúa a un dictador de un ficticio país árabe, que tiene problemas por los constantes atentados a su persona provocados por el régimen dictatorial que mantiene.
Una vez que el anhelo de democracia perturba a su país, decide hacer un viaje a los Estados Unidos para hablar ante las Naciones Unidas. Una vez llegado a la ciudad de Nueva York, un nuevo plan es perpetrado contra él que lo despoja de su identidad, relegándolo a un indigente.
Esta nueva experiencia en su vida, unida al conocimiento del amor, lo convierte en otra persona. Pero en lo que este proceso ocurre el público tiene que soportar un filme repleto de humor grosero que raya hasta en lo ofensivo.
Sacha Baron se sirve del mejor plato de chistes raciales, religiosos y políticos que inundan todo el contexto del filme, teniendo como única meta la provocación.
Considero que su humor no es para todo público y hay que apreciarlo bajo el mismo contexto de sus anteriores filmes y de sus personajes que tienen la virtud de amarlos u odiarlos.