“Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos”.
(Ensayo sobre la ceguera, José Saramago)
El portugués Premio Nobel de literatura José Saramago publicó en el año 1995 una de sus más interesantes novelas titulada “El ensayo sobre la ceguera”, un libro que narra el caos y la desintegración que va mermando la sociedad y sus individuos a través de la propia conducta humana puesta en situaciones deplorables.
Llevada al cine por Fernando Meirelles con el nombre de “Blindness” (2008), el significado de la ceguera, que habla el autor, es una metáfora sobre la dependencia a las estructuras sociales y el surgimiento de unos componentes salvajes para sobrevivir.
La premisa de “El Hoyo” (Galder Gaztelu-Urrutia, 2019), polémica historia disponible a través de la plataforma de Netflix, tiene algunos puntos en común con lo planteado por Saramago en la citada novela, por las mismas implicaciones del discurso social, de esa levedad que forra al ser humano donde la privación a las necesidades fundamentales y naturales puede desatar los más oscuros sentimientos.
“El Hoyo” viene revestido de metáfora social unida a una historia de ciencia ficción distópica en la que se presenta el Centro Vertical de Autogestión denominado El Hoyo, una especie de recinto con un número desconocido de celdas situadas de manera vertical, en la que cada una está comunicada por un gran agujero en el centro.
Esta abertura, a su vez, sirve para que pueda descender una enorme plataforma llena de manjares preparados en una gran cocina donde un chef supervisa cada plato para que tenga la estética y el gusto que los caracterizan. Estos son degustados, primero, por quienes se encuentran en el primer nivel y que, según desciende el soporte, disminuyen hasta convertirse en sobras y, por último, hasta no quedar nada que comer.
En este recinto despierta Goreng (Iván Massagué) quien se encuentra desorientado y con el desconocimiento de cuáles son las reglas que debe seguir dentro de ella. De esto se encarga su primer compañero de celda, Trimagasi (Zorion Eguileor), quien le sirve de informador de las normas a través de unas pláticas filosóficas.
Esta idea feroz, desencarnada y angustiosa es propuesta a través del guion de David Desola y Pedro Rivero, y dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia quien hace su debut en el largometraje. Su entendimiento puede causar una introspección hacia las intenciones sutiles presentes, aunque tapizada de frialdad y estilo gore, de las implicaciones sociales y políticas de las clases sociales, en la que los de “arriba” menosprecian a los de “abajo”, similar discurso hecha por Bong Joon-ho en su multipremiada propuesta fílmica, “Parásitos” (2019).
En la medida que su narración avanza el filme acumula ideas fundamentales que rozan lo filosófico, lo material, lo ético y lo moral; hurgando en esos dilemas para concebir un mundo donde la materialidad de un elemento esencial como la comida se convierte en un soporte de discusiones sobre la solidaridad entre los semejantes.
No importa el nivel en que los personajes aparezcan de manera aleatoria, cuestión que es
fundamental, pues de esto dependerá el grado de supervivencia que pueden aportar, donde, además, las interrogantes son las mismas y las respuestas cada vez más confusas.
Gaztelu-Urrutia busca la provocación a través de los componentes visuales y discursivos que tiene sobre la mesa para distribuirlos en la medida que las informaciones vayan alimentando la curiosidad del espectador.
Una estética enmarcada en la posibilidad de la reclusión de los personajes entre esas paredes grises y una iluminación estéril, la reviste de calidad visual en la que la estreches del espacio es parte también del ejercicio técnico que la película resuelve adecuadamente, cuya estructura física parece tener su inspiración en el filme canadiense “Cube” (Vincenzo Natali, 1997).
Al final, “El Hoyo” deja muchos pensamientos de composición de fondo y forma, de un alegato llamativo que redimensiona la capacidad del género y su fuerza de provocación de los discursos sobre la opresión y los privilegios.