Título original: Anna. Año: 2019. Género: Acción. País: Francia. Dirección: Luc Besson. Guion: Luc Besson. Elenco: Sasha Luss, Helen Mirren, Luke Evans, Cillian Murphy, Eric Godon, Eric Lampaert. Duración: 1 hora 59 minutos
Para el realizador francés Luc Besson, el autoplagio parece ser una forma de alimentarse de su propia fórmula para el cine de acción. Reciclaje sin remedios que él sabe utilizar y adaptar a los nuevos tiempos.
“Anna” es una revisión millennial de su exitoso drama de espionaje “La Femme Nikita” (1990) con Anne Parillaud, la que ha tenido también su interpretación de la heroína al estilo americano en “Colombiana” (2011) protagonizada por Zoe Saldaña. O con las más recientes como “Atómica” (David Leitch, 2017) o la adaptación de la novela “Red Sparrow” (Francis Lawrence, 2018).
Besson, ahora con cierto desgano por concretizar un trhiller de acción, todavía es capaz de llevar a cabo su misión y dejar establecido un filme con todo y sus vuelcos estilísticos y argumentales al proponer una historia a través del juego de muñecas rusas dentro de una trama que consigue mostrar cierto interés sin desperdiciar muchos recursos por hacerla evidente en los términos de su lógica.
Así no importa que sea Nikita, Mathilda, Lucy o Anna, el recurso es el mismo utilizado por su realizador para colocar la belleza femenina dentro de un plano focal que revele cierto complejo de fatalidad que puede acompañar a cualquier mujer.
Esta vez con la participación de la modelo Sasha Luss como la espía Anna Poliatova, Besson trata de revitalizar la propia imagen de su la heroína tras llevarla por los senderos del espionaje y la hipocresía en un mundo de hombres de conducta ambigua con respecto a los ideales de la lucha de poder político y hegemonía mundial.
Anna es vista casi como un inserto carnal en un contexto de juego político donde el retozo con la reminiscencia de la Guerra Fría es justificada por la conveniente aparición de reductos del espionaje y contra espionaje.
Anna, contratada como una asesina al servicio del gobierno ruso, se mueve por los pasillos angosto de un mundo político traicionero. Ambientada en los años 90, no obstante, es sin duda una película que habla de lo actual, de los intereses comerciales y de la hipocresía en las relaciones humanas.
Por eso Anna representa esa posibilidad de liberación femenina frente a las reglas impuestas por una sociedad invadida por los egos masculinos, las ansias de poder y la subyugación sentimental y social a través de la política, pero también de la moda que lo considera un negocio inmoral y repulsivo.
Rodada con cierto aire de frenesí estilístico, Besson recurre al juego de espejos, al montaje de vuelta atrás sobre situaciones explicadas para conseguir un envoltorio que ayude a retozar también con la precepción del público con los saltos de tiempo en que se desarrolla la trama.
Aunque es arquetípica no deja de entablar un diálogo entre la forma y el fondo en la que su director es sabe colocar las piezas adecuadas para hacerla atractiva y reflexiva.