Título original: Independence Day: Resurgence. Género: Ciencia Ficción. Dirección: Roland Emmerich. Guión: Carter Blanchard. Reparto: Liam Hemsworth, Jeff Goldblum, Bill Pullman, Maika Monroe, Jessie T. Usher. Duración: 2 horas. Clasificación: + 12 años. País: USA
Después de veinte años de haber amenazado a la raza humana en aquel filme de catastrofismo colosal, “Día de la Independencia” (1996), llega nuevamente una secuela con visos de nostalgia y con la firme convicción de que ofrece otro producto con igual o mayor efecto circense.
“Día de la Independencia: contraataque” es la revelación de que la industria tiene que afianzarse en productos de masas para prevenir desgano por un espectáculo que ha tenido sus épocas de crisis argumentales y financieras.
Los veinte años que la separa de la primera ha sido justificado por un espeso residuo argumental que se enfoca en la secuela que dejó aquella guerra, que apenas duró dos días, donde la raza humana aprendió de los errores y hoy se ha preparado utilizando la misma tecnología alienígena.
El discurso político, con algunas variantes no fundamentales con respecto a la primera, se aferra a promover la idea de un gobierno unitario sobre la Tierra siendo, como es lógico, Estados Unidos el que comanda dicha resolución.
Con algunas brozas del elenco anterior como Jeff Goldblum, Bill Pullman, Brent Spiner, se introducen otros actores como una nueva camada, siendo Will Smith el gran ausente, aunque su personaje es nombrado como un héroe, condición que su hijo heredó.
Una nave nodriza aún más gigantesca, es la clara señal de que todo va a lo grande. Ella misma ocupa proporciones espectaculares en esa pantalla donde el público no tiene más remedio que concentrarse en lo exagerado del artefacto.
Esta nueva invasión extraterrestre se hace con una precisión tal que los invasores eligen otra vez el cuatro de julio para la misma acción. Como si fuera una revancha impostergable que ha tardado veinte años en concretarse.
Este contraste entre “Armaggedon” (Michael Bay, 1998), “Aliens” (James Cameron, 1986), coqueteando también con “Encuentro cercanos del tercer tipo” (Steven Spielberg, 1977), es la búsqueda que tiene este filme de emular a otros que han tenido sus propias proezas.
Roland Emmerich y el guionista Carter Blanchard se van nuevamente por la espectacularidad de un argumento que no tendrá el impacto dentro de la cultura popular como lo fue su antecesora. No obstante, la preponderancia es aún mayor para hiperbolizar un relato que no va más allá de las propias convicciones de su objetivo final que es la pura entretención.