Título original: Fifty Shades of Grey. Género: Drama. Dirección: Sam Taylor-Johnson. Guión: Kelly Marcel (Novela: E.L. James). Reparto: Miles Dakota Johnson, Jamie Dornan, Max Martini, Eloise Mumford, Luke Grimes, Marcia Gay Garden. Duración: 2 horas 4 minutos. Clasificación: + 18 años. País: USA

Independiente del éxito literario de la novela de E.L. James, “Cincuenta sombras de Grey”, como película, es un producto que aprovecha muy bien el marketing para facilitar su colocación dentro de un público específico.

Esta avalancha de novelas superficiales como Twilight, Hunger Games, entre otras, me puede dar la visión de que hay mucho apuro para producir material listo para ser adaptado al contexto fílmico; puesto que la literatura siempre ha ayudado al cine en muchos casos.

La carga erótica que posee este filme no es más un compendio de clichés superficiales acerca de las prácticas sadomasoquistas, insinuando aspectos que nunca llegan a consumarse.

La historia parte cuando Anastasia Steele, una estudiante de Literatura, entrevista al joven empresario millonario Christian Grey que, después de  unos flirteos a corta distancia, inician una tortuosa relación marcada por los juegos sexuales y la dominación carnal y psicológica.

Este tono es lo que marca toda la narrativa, dejando muchas migajas inconstantes en su trayecto y exponiendo un panorama falso de una relación que intenta llegar a los lados más oscuros de ambos.

La directora británica Sam Taylor-Johnson (Nowhere Boy, 2009) logra pocas cosas en este intento de revitalizar el cine con tintes eróticos, puesto que nada llega a los límites necesarios con una correcta justificación.

Por lo menos la partitura de Danny Elfman logra hacer un recorrido por los distintos niveles explorativos de la pareja, dejando establecido un lienzo musical efectivo.

No me interesa este filme, puesto que para películas con base en el erotismo puedo citar muchos y con mejores profundidades argumentales.