Muchos recordarán aquel famoso juego de mesa de la compañía Hasbro, donde dos contrincantes jugaban a hundir flotillas de barcos de guerra.

Ahora, y con la premura industrial de buscar material para ser llevado al cine, los productores de la Universal han hecho una adaptación libre al citado juego con algunas de las características del mismo.

Después del éxito de los Transformers, propiedad también de Hasbro, era, a su modo de ver, intentar con otro juego de la franquicia.

Para esta ocasión el tema inicia cuando una señal se envía al espacio profundo en dirección a un nuevo planeta descubierto por el hombre muy similar a la tierra.

La respuesta a esta señal se convierte en una especie de preparación de invasión cuando varias naves alienígenas llegan a la tierra y se marcan una especie de perímetro a través de un domo de energía.

Allí queda atrapado un grupo naval de las fuerzas marítimas estadounidenses y japoneses para iniciar una cruenta batalla entre extraterrestres y humanos.

El filme luego se desenvuelve en presentar una pirotecnia de efectos especiales copiando de otros filmes como “Día de la independencia”, “Skyline” o “Batalla de Los Ángeles”.

El problema que gravita en este filme es que no posee ningún estilo propio y es estar viendo una versión de los Transformers acuático. Las escenas de batalla no poseen ritmo, la edición se presenta caótica y todo se reduce a una manifestación exasperante.

Un guión con diálogos insulsos donde cada palabra remite a la poca posibilidad de encontrar algo inteligente y atractivo.

Peter Berg responsable de aquel filme del antihéroe de nombre Hancock, se introduce aquí por un espacio que es más espuma que chocolate. Posiblemente, el más favorecido es el actor Taylor Kitsch quien ya había tenido un protagónico en “John Carter” y que ahora vuelve a convertirse en un héroe salvador de la humanidad.

“Batalla Naval” no significa mucho en términos estructurales, aunque define la validez de la industria para la masificación de historias sin peso argumental alguno.