SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Asumir la responsabilidad de adaptar una de las obras cumbre de la literatura universal es una empresa bastante arriesgada. Y más cuando esta obra ha tenido múltiples adaptaciones cinematográficas que datan desde el año 1911.

“Ana Karenina” es un ejemplo de cómo una obra puede tocar múltiples razones de las veleidades humanas dentro de los círculos de poder.

Basada en la novela homónima de León Tolstói esta nueva versión se introduce por un lado poco convencional para asegurarse de las malas interpretaciones al momento de juzgarla en su justa dimensión.

El realizador británico Joe Wright (Expiación, 2007) se aleja de la adaptación convencional y se enfoca en manejar este drama romántico enclavado en la Rusia de finales del siglo XIX, como una apuesta significativa uniendo la parafernalia del teatro con una exposición visual envidiable.

De esta manera la historia de Anna Karenina que da expuesta de una manera extraordinaria a los ojos del público que está compelido a buscar el balance entre la obra en sí y la puesta en escena.

En la historia se tiene a Ana, la esposa de un alto funcionario del Gobierno ruso que termina enamorada de un oficial desatando una desmesurada crítica hacia su actitud rompiendo las reglas establecidas en la alta sociedad.

Keira Knightley como Ana adquiere un perfil diferente y distinto a sus anteriores actuaciones manteniendo una postura equilibrada.

Una crítica a la doble moral y la hipocresía que el propio Tolstói dirige  hacia la sociedad en que le tocó vivir.

Por esta razón los márgenes que presenta el propio argumento van desde esta crítica hasta los límites de narrativa visual.

Posiblemente esa misma narrativa visual de encadenamiento artístico entre el teatro y la cinematografía puede superar los propios estamentos de la historia.

No obstante, es un espectáculo digno de apreciar en una sala de cine por su belleza visual y su estilo narrativo.