Alba es una joya que despreció, desde su concepción,  boletería  y gratificaciones simplistas. Es del tipo de filmes que agradeces toda la vida o de la que sales de la sala a los 20 minutos pidiendo tu dinero.

Destinada a gente que siente y aprecia, Alba es una joya del cine autoral latinoamericano, lastimeramente casi inadvertida por el público que asiste a la XIX Muestra Internacional de Cine. Quienes optan por su atractivo, quedan fascinados, pero es de esas producciones que no venderán.

Siento un cine intimista que gira en torno a una  de historia mínima, con una economía de personajes y un guion lineal, de fácil deducción,   destinado más al estudio y la disección que al facilismo consumista o la procura de marcas el boletería, Alba se resuelve en un estudio artístico  tanto de de soledades, acosos, ausencias, angustias e incomunicación existencial.

Alba fue desde el inicio y es una apuesta arriesgada, una opción personal con tono autobiográfico de la directora Ana Cristina Barragán, que se dio el lujo de dar dos años de tratamiento a su guión, buscar su protagonista de 11 años, entre 600 candidatas para, al final, complacer sobre todo a la crítica y el brillo que le otorgan nueve premios en prestigiosos festivales.

Alba  es un  concierto de cine de excelencia, basado en actuaciones de interiorismo existencial e inexpresividad al extremo de que en guion no hay más de 300 palabras en total y en una perfección de su universo sonoro que nos hace escuchar el roce de unos dedos sobre el brazo de una enferma, expresión de un cuidado técnico que representa un impecable manejo. Es una película realizada con amor al detalle.

Alba no es un  proyecto de masas. Su público es aquel con capacidad para apreciar sus miradas pausadas, sus silencios prolongados, sus parlamentos, administrados como agua en el calor del desierto, espaciadamente pautados,  por cuanto se aleja de las fórmulas pre-establecidas.

Llaman la atención la organicidad de las actuaciones, la fotografía y sobre todo el diseño de su universo sonoro, con la captura de sonidos que normalmente no tienen este micro-tratamiento, el uso del silencio como parte de su elocuencia cinematográfica. Ese es su encanto y su misterio.

Alba es la continuación de una tradición de cine desde el Ecuador, nación de tradición cinematográfica  marcada,  desde sus primeros pasos del cine moderno, que nos hace ver hacia  1999 cuando Sebastián Cordero estrenó en el Festival de Cine de Venecia "Ratas, Ratones, Rateros" (1999), que dejó un rastro de premios  y menciones  en los festivales de Venecia, Toronto, San Sebastián, La Habana, Bogotá y los Premios Goya. No produce muchas películas,

La segunda película de Cordero, "Crónicas" (2004), fue presentada en la sección Una cierta mirada de Cannes, además fue nominada al "Gran Premio del Jurado" en el Festival de Cine de Sundance y candidata a Mejor Dirección en los Premios Ariel. Crónicas fue la selección oficial del Ecuador ante los Oscares.

Alba, interpretada por Macarena Arias,  es tremendamente bien representada como una abstraída  niña de 11 años, temerosa del medio social que le ha tocao y  cruzada por la vinculación con un padre ausente (Igor) planteado en escena por el actor ecuatoriano  Pablo Aguirre—, un ser tan extraño como ella, y al que no ve desde los tres años.

Ficha Técnica

Título: Alba

Pais: Ecuador

Dirección y guión: Ana Cristina Barragán

Elenco: Macarena Arias, Pablo Aguirre Andrade, Amaia Merino.

SINOPSIS

Alba tiene once años. Pasa la mayor parte de su tiempo en silencio y le gustan los animales diminutos. Una tarde, su madre es internada en el hospital y Alba debe mudarse con Igor, un padre a quien casi no conoce. Los intentos de Igor por acercarse a ella, las primeras amigas, el primer beso, las visitas a la madre en el hospital, son estímulos que marcan el camino de Alba hacia la entrada a la adolescencia y a la aceptación de su familia.

Trailler

 

 

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