El género del terror puede reinventarse de múltiples maneras, contada desde diferentes ópticas, pero siempre respetando la fórmula esencial y las claves precisas que hay que cumplir para hacerla efectiva.
Cada cierto tiempo surgen cineastas que buscan maneras actualizadas de contar el terror. Entre los últimos casos que puedo señalar es el de “Actividad paranormal”.
En el 2007 este filme sorprendió por su minimalismo y por su recreación de un relato apoyado en una serie de cámaras que a modo de “cinema verité” se iba desarrollando y donde esto era parte sustancial de su narrativa.
En aquella ocasión el joven cineasta Oren Peli ofreció una nueva sacudida a una audiencia incauta que cayó en las trampas que este director construyó.
Después del éxito de este filme vino una segunda parte que intentó remediar algunas partes de la primera, teniendo también la buena voluntad de las audiencias.
Ahora la historia de esa pareja que ha sido atacada por la presencia de una entidad fantasmal vuelve a cobrar forma en una nueva entrega. El final de su segunda parte permitió realizar una tercera entrega.
Tras el éxito de las dos entregas anteriores de la saga, el cineasta Orin Peli, como productor en esta ocasión, determinó contarla como una precuela a los eventos ya conocidos.
En esta ocasión, la historia se traslada a 1988, cuando las jovencitas hermanas Katie y Kristi encuentran una entidad invisible que habita su casa. Aunque en un principio el ente parece amistoso, se convierte en hostil, atormentando a las hermanas y la familia.
Utilizando la misma técnica narrativa los directores Henry Joost y Ariel Schulman remueven el relato hacia el mismo camino que las anteriores mostrando hechos parecidos y circunstancias idénticas.
Lo lamentable es que la misma fórmula ya se siente monótona y todo el atractivo de su primera versión se desinfla sin remedio. Aunque mantiene algunas impresiones para provocar susto en algunos momentos, la misma no logra impactar efectivamente en el espectador.