Wayne Rooney lo hizo de la mejor manera que lo podía hacer, con una espectacular definición de tiro libre desde un ángulo casi imposible que entró por toda la escuadra.
Fue el gol número 250 de su carrera con la camiseta del Manchester United, tanto con el que superó a Bobby Charlton como el máximo goleador en la historia del club de Old Trafford.
Era la segunda vez que Rooney desplazaba del libro de récords al que muchos consideran la mayor leyenda del fútbol en Inglaterra.
La otra ocurrió en septiembre de 2015, cuando el futbolista nacido en Liverpool y de corazón azul por el club que lo vio crecer -Everton- se convirtió en el máximo anotador en la historia de la selección inglesa de fútbol.
Pero pese a estas dos marcas, Rooney no está considerado como el más grande futbolista de su país y muchos consideran una ofensa colocarlo a la misma altura que Charlton.
Ni siquiera consideran que por calidad esté por encima de otros jugadores como Bobby Moore, Stanley Matthews y Jimmy Greaves, y tomando en cuenta el aspecto pasional del fútbol, su figura no genera tanto afecto en los aficionados como Geoff Hurst o David Beckham.
El consenso es que Rooney es un muy buen jugador, tal vez uno de los más completos que ha dado Inglaterra, pero que está lejos de ser el más grande.
Este debate también se extiende a su club donde, si bien es admirado, nunca al nivel de leyenda en el que se encuentran nombres como los del galés Ryan Giggs, el inglés Paul Scholes o el francés Eric Cantona.
¿Por qué?
Las razones principales puede que trasciendan los límites del campo, aunque hay argumentos que surgen del terreno de juego.
Desde que Rooney apareció en escena con la camiseta del Everton en 2002, en especial tras el espectacular gol en el último minuto frente a Arsenal en octubre de ese año, él estuvo llamado a ser la gran estrella del fútbol inglés, la pieza que faltaba para completar un rompecabezas que le iba a devolver a Inglaterra a la cima del fútbol en el mundo.
Su impacto fue tan grande que incluso el entonces seleccionador, el sueco Sven-Goran Eriksson, lo llegó a calificar como el "Pelé blanco" luego de su actuación en la Eurocopa de Portugal en 2004.
En territorio lusitano anotó cuatro goles en la fase de grupos contra Suiza (2) y Croacia (2), pero tras una lesión en el primer tiempo en los cuartos de final contra Portugal, Inglaterra terminó eliminada en la definición por penales.
Hasta allí llegó su legado en la grandes competiciones.
En tres participaciones en las Copa del Mundo sólo ha anotado un gol y la actuación de Inglaterra ha ido involucionando a medida que crecía el protagonismo de Rooney en la selección.
De caer en cuartos de final en Alemania 2006, fue goleada en octavos por Alemania en Sudáfrica 2010 y terminó humillada y eliminada en primera ronda en Brasil 2014.
En la Eurocopa no le ha ido mucho mejor, aunque por lo menos su cuenta de goles subió a tres.
Tras la decepcionante experiencia en Portugal, Inglaterra no pudo clasificar a la fase final del torneo en 2008.
Para la edición de 2012, en Ucrania y Polonia, Rooney se perdió los dos primeros partidos tras ser expulsado con roja directa en la último partido de la fase de clasificación, mientras que el año pasado no pudo evitar la eliminación frente a Islandia, que en Inglaterra es considerada una de las más humillantes en la historia del país.
A esto hay que sumarle su enfrentamiento directo con la afición inglesa en Sudáfrica y actos de indisciplina que lo han acompañado durante su carrera, tanto a nivel profesional como en su vida personal.
De diablo rojo
En agosto de 2004 el entrenador Alex Ferguson se movió rápido para arrebatarle al Everton a su joven maravilla y Rooney tuvo un debut de ensueño para darle la razón al técnico escocés.
En su debut con la camiseta número 8 de Manchester United anotó tres goles y comenzó a escribir su propia historia como diablo rojo.
"Tiene control, regate, pase, fuerza, velocidad, agresividad, remate, ambición, egoísmo, valentía", escribió en su momento en BBC Mundo el periodista Raúl Fain Binda, mejor conocido por El Blog de Lalo.
Pero la carrera de Rooney en Old Trafford ha estado llena de altibajos a tal punto que después de 12 años todavía se debate cuál es su mejor posición en el campo.
En su primera campaña terminó como el máximo goleador del equipo, pero siempre tuvo que compartir protagonismo con jugadores que ya habían dejado su huella en el club como los mencionados Giggs, Scholes y el holandés Ruud van Nistelrooy.
La salida del holandés coincidió con la explosión futbolística de Cristiano Ronaldo, que volvió a relegar a Rooney a un segundo plano pese a seguir marcando goles con frecuencia.
También llegó el argentino Carlos Tévez, con el que se formó un tridente que llevó al Manchester United al título de la Liga de Campeones, pero fueron Ronaldo y el Apache los que acapararon más elogios y titulares a nivel internacional.
En 2010 llegó su petición para ser transferido -supuestamente al Manchester City- y posterior arrepentimiento que le permitió prolongar su vida en Old Trafford hasta el presente.
Desde entonces Rooney sumó otros dos títulos a su palmarés, pero en ambos hubo una figura que fue más determinante que él en la tabla de goleadores.
Primero fue el búlgaro Dimitar Berbatov (2010-2011) y luego el holandés Robin van Persie (2012-2013).
En las únicas dos temporadas en la que Rooney lideró en solitario el ataque del Manchester y fue su líder goleador, con 34 tantos en cada una de ellas, el equipo no pudo ganar ni la Liga Premier ni la Champions ni la FA Cup.
Es posible que pasen años, quizá décadas antes que Rooney pierda su sitial de honor como máximo goleador tanto de Inglaterra como de Manchester United.
Pero será el próximo año en Rusia 2018, si Inglaterra clasifica, el sitio donde se terminará de medir su grandeza.
Hasta entonces los campeones del mundo de 1966, liderados por Charlton, seguirán siendo intocables.