Una de las figuras más polémicas del último medio siglo en Colombia falleció este jueves: Víctor Carranza, conocido como el "zar de las esmeraldas", fue acusado por muchos de ser uno de los grandes promotores del paramilitarismo en ese país pero nunca fue encontrado culpable de ello en los estrados judiciales.
Carranza, quien tenía 78 años, murió a causa de un cáncer de próstata y pulmón en la clínica de la Fundación Santa Fe, en Bogotá. Durante décadas, controló el negocio de las esmeraldas en Colombia, país que produce el 60% de estas piedras preciosas a nivel mundial.
Pero desde la década de 1990 estuvo en la mira de la justicia colombiana que lo investigó en varias ocasiones por su presunta responsabilidad en la creación y comandancia de grupos paramilitares, matanzas de campesinos y relaciones con narcotraficantes.
Un hombre con suerte

Carranza tuvo mucha suerte con las piedras preciosas, gracias a las cuales se hizo millonario.
Carranza nació en el pueblo de Guateque, en Boyacá, el 8 de octubre de 1935. Cuando tenía apenas 8 años comenzó a buscar piedras preciosas en los ríos y se hizo minero.
Siempre contaba que la fortuna lo seguía. "He sido de buenas, las esmeraldas me llaman", decía este hombre que se hizo millonario de esa manera.
Pero su buena suerte siempre estuvo acompañada de una sombra oscura, que lo convirtió en una figura polarizante de la sociedad colombiana.
Por lo menos diez de los principales exjefes paramilitares, como Salvatore Mancuso y Daniel Rendón Herrera, alias "Mario"; lo señalaron como uno de los principales patrocinadores de grupos de autodefensas.
El portal de noticias colombiano verdadabierta.com cita al exjefe paramilitar alias "Ernesto Baéz", hoy pagando condena de prisión, diciendo al respecto: "A mí me sorprende que, en el caso de don Víctor Carranza, se hablé solamente del Zar de las Esmeraldas, yo pienso que se tendría que hablar del Zar del Paramilitarismo".
Carranza fue blanco de varios atentados de los que se salvó, incluido uno en marzo de 2010, en los que los vehículos de su comitiva fueron atacados en una carretera rural en el oriente del país con fusiles, granadas y cohetes.
También hay quienes salen en su defensa.
Por ejemplo, monseñor Héctor Gutiérrez Pabón, obispo de la Diócesis de Engativá, conversó con BBC Mundo sobre su relación con Carranza, que data de cuando era obispo de Chiquinquirá, en Boyacá, cerca de la principal zona de producción de esmeraldas.
"Allí conocí a don Víctor Carranza como uno de los industriales más importantes de las esmeraldas", recuerda el obispo, que le puso los santos óleos antes de su muerte. "Era dueño de muchos yacimientos y era mucha la gente que trabajaba a su servicio".
"En más de una ocasión yo le pregunté si era paramilitar, si era guerrillero, si era narcotraficante, a lo cual me contestó que no, que por ningún motivo", dijo Gutiérrez.
"Me hice amigo de él y lo acompañé en muchas de sus transacciones en esa época", agregó.
Guerra verde

El obispo que le dio la extrema unción asegura que Carranza no era narcotraficante ni paramilitar.
En la década de 1980 surgió un grave conflicto entre los mineros de esmeraldas en Colombia, la llamada guerra verde, alimentada, entre otros factores, por la irrupción de dinero de narcotraficantes que buscaban tomar control de la industria.
Gutiérrez señaló que "llegó el dinero en abundancia y los esmeralderos no sabían qué hacer y como consecuencia surgieron rencillas que se convirtieron en una guerra grave, en la que el gobierno no puso mucho interés" y en la que murieron 3.000 personas.
Carranza y otros esmeralderos, junto con el entonces obispo de Chiquinquirá Carlos Raúl Jarro, propiciaron conversaciones y lograron firmar la paz.
"Cuando llegué yo unos años después, a mí me tocó reconfirmar ese proceso de paz apagando algunos incendios que quedaron en la región como consecuencia de la guerra", afirmó Gutiérrez.
Con la firma de la paz a finales de la década de 1980, Carranza consolidó su imperio a través de la firma Tecminas, la comercializadora de esmeraldas más grande del país.
Sin pruebas
No obstante, durante la siguiente década, los problemas jurídicos de Carranza se multiplicaron, así como los señalamientos que acusaban a Carranza como uno de los hombres que estaban detrás de la ofensiva de grupos paramilitares que por esos años experimentó Colombia.
En 1993, la Fiscalía lo investigó por enriquecimiento ilícito y conformación de autodefensas, pero el caso no prosperó.
Sin embargo, en 1998, otra investigación por secuestro, asesinato y conformación de grupos paramilitares, a cargo del entonces Fiscal General de la Nación, Alfonso Gómez Méndez, logró encarcelarlo durante tres años, aunque en una sede de la Policía en Bogotá, para protegerlo de cualquier intento de asesinato.
"Estuvo en la cárcel y lo fui a ver muchas veces", dijo monseñor Gutiérrez. "Durante su estadía en la cárcel se educó sobre muchos temas, incluidos el político, el financiero, el de las esmeraldas y la ganadería".
En 2001 un juez exoneró a Carranza de los cargos y lo puso en libertad, alegando falta de pruebas.